DEJALA SER

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Al llegar a lo de Valeria te cambiaste enseguida, jugaste con ella y al terminar tu hora no te quisiste cambiar para regresar a casa. Ni Valeria ni yo te pudimos convencer para que te lo sacaras.

-Valeria, ¿Qué hacemos? -le pregunté.

-Te ánimas a llevarla así?

Ya nos había pasado al principio con una muñeca, volviste con ella jugando en el tren, no hubo quién no nos mirara, así que era más de lo mismo.

-Si me animo, ¿Qué problema hay?

Salimos del consultorio con vos vestida de nena, pero esta vez con un vestidito de verdad. Así te llevé a casa; cuando te vio papá fue el problema, discutimos y le dije:

-Se término, yo no la llevo más vestida de varón, ella quiere estar así. No me importa lo que la gente diga, ya están hablando igual, nadie nos da nada, nadie viene a preguntarme si necesito algo, y si no, llevala vos, hacete cargo de lo que le pasa porque yo no doy más, acordate de qué es tú hija también, hago lo que puedo, ¿Sabés? Ella así es felíz, y eso es lo que realmente importa, lo que tiene que importarnos.

El vecino de al lado de casa no paró de preguntarme si te llevaba a una fiesta de disfraces. También a él le expliqué lo que te estaba pasando, estaba harta de todo y de todos, la presión era muchísima y solo quería un poco de paz. Entiendo que era raro ver que un día para el otro en lugar de salir de la mano con mis dos hijos varones salía de la mano de un nene y una nena, pero a nadie se le ocurrió pensar que era evidente que algo estaba sucediéndote. Pues no, lo primero que se comentó fue que mamá estaba loca.

-¿Qué le pasa a Gaby que viste a uno de los mellizos de nena? -le preguntaban a tu abuela.

¿En qué cabeza cabe de que fuera idea mía? ¿Acaso no te veían? Estabas felíz y si yo te hubiera obligado, hubieran notado que vos no querías, supongo. ¿Qué nene soporta estar vestido de mujer tanto tiempo? ¿Salir a la calle y sonreír?
Era demasiado para mí, papá no colaboraba en nada, el único motivo era verte bien; si con pantalones estabas mal y con vestido estabas bien, a dejarte usar vestido, entonces, y a no mirar al rededor, ¿Para qué? Te compré unas hebillas para ver si te podía sacar la peluca, hacía calor y tú cabecita te transpiraba mucho, y con eso no podíamos salir a la calle.

¿Cómo hacerles entender que lo complicado era vestirte de nena? ¿Quién podía saber de tus pesadillas, de tu llanto constante, de tu tristeza y del riesgo que corrías si llegabas a lastimarte?
Te amaba como varón, nunca quise a una nena en tu lugar, jamás se me hubiera ocurrido disfrazarte, ni siquiera sabía que este estaba pasando; lo que hizo que cambiara mi manera de pensar y te dejara ser libre fue no querer verte sufrir de la manera en la que te vi. Y acompañarte como toda mamá acompaña a sus hijos, en lo que fuera, incondicionalmente.

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Yo nena, Yo princesa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora