Empezaron el jardín, y fue ahí donde más difícil se te hizo, te enfrentarse al mundo que hay fuera de casa y donde está muy acentuado el ser nena, el ser varón. Los primeros meses fuiste descubriendo a las demás nenas. Las mamás en la puerta me decían que sus hojas solo hablaban de vos, que las peinabas, que jugabas con ellas en un rincón con las muñecas y que estabas todo el tiempo rodeado de nenas. Un día se acercó una de esas madres y me dijo:
-Tu hijo es un donjuán, siempre está con las nenas.
Y yo pensaba: si supiera que tan solo desea ser una nena más.
En casa comenzaste a estar más libre, sin presión, pero de igual manera llorabas tanto por tu pelo, que este no crecía, hasta que tu papá decidió comprarte una peluca de cotillón...
Tu felicidad era inmensa, te la pusiste y no te la querías sacar ni para dormir y te seguías poniendo mis remeras.
Papá sostenía que solo jugaras en casa, no toleraba la simple idea de que alguien te observara. Por momentos te ayudaba y te aceptaba, pero por otros ni una mirada te dedicaba. Discutimos mucho, él te daba algo para calmar tu ansiedad, pero quería que razonaras como adulto y lo usaras como el quería; pero vos no podías hacerlo, tu juego era tu vida misma.
No te sacabas la peluca, ni el disfraz en todo el día, llegabas a dormir con todo puesto. Estabas más tranquilo de esa manera. Cada vez que salíamos del jardín, papá te repetía:--Acordate que en el jardín tenés que ser un nene, no digas nada y cuando llegues a casa, te pones tu disfraz.
Y así la fuimos pasando hasta que logré conseguir de nuevo una entrevista con otra psicóloga.
Fui dos meses yo sola para explicarle la situación; tampoco lo compartía, me decía que tu deseo de ser nena tenía que ver con que papá tenía sus crisis y que en diversos casos nos abandonaba. Hasta que llegó el momento de conocerte. Te llevé a la primera sesión y a la segunda podías llevar algo que vos quisieras para jugar y te le apareciste a la siguiente con una bolsa en la cual llevabas la peluca y ese disfraz que te encantaba. Tres meses estuvimos así.
Un día la psicóloga me habló a mi sola:-Voy hacerte una derivación, noto que tiene una problemática de género, pero yo no soy especialista; tenías razón, él se siente una nena, yo no puedo seguir tratándolo, tenés que llevarlo a otro lugar. Pregunté en la obra social y no tienen especialistas en la temática de género, lo siento.
-Pero ¿ Vos qué ves? Decime.
-Una nena, pero te repito, te hago una derivación y buscá otro lugar.
Si bien esta psicóloga tampoco tenía idea del que te pasaba, pero sin embargo, tuvo la grandeza de reconocerlo y de no hacernos perder más tiempo. No sabía que decirme, me dio un papel que decía: "El niño tal presenta posible problemática con su identidad sexual. Derivación con especialista".
A empezar de nuevo como quién dice, pero y ahora ¿A dónde ir?
No tenía información alguna más que el documental que habíamos visto y lo que había bajado desde Internet en unas hojas, pero después de eso... nada.
El jardín se te iba complicando a gran escala porque no solamente estabas todo el tiempo rodeado de nenas, sino que a esto se le sumo el querer integrarte a realizar cosas que ellas hacían, como por ejemplo; la fila de las nenas, tu señorita te sacaba y te ponía en la fila de los varones donde realmente se te veía incómodo, tus dibujos eran referidos a princesas, todo de color rosa, e incluso salías llorando a menudo porque te trataban como varón...
El gran tema era cómo explicarte que vos eras un varón tanto de forma física y que tu documento exclamaba como tal. Entonces, comencé hablarte, decirte que eras una nena especial y que nadie en el jardín se había dado cuenta de eso.
Y con solo tres años y medio, traté de que empezaras a comprender tu cuerpo, que era diferente al de las otras nenas y que había que esperar que creciera tu pelito y que por ahora, solo por ahora debías ir así al jardín.
Llorabas sin entender el porqué, aceptaba lo que mamá te decía con tristeza. Las pesadillas no cesaron, mucho menos la angustia y empezaste a no querer ir más al jardín. Cada vez que te ponía el pantalón del uniforme para ir, me decís que querías una pollerita tal cual como las de otras nenas.-Ese pantalón me molesta- me decías llorando.
Y al llegar a la puerta no querías entrar, tenías vergüenza, agachabas la cabeza y no querías mirar a nadie, era duro, muy duro para mí dejarte solito esas cuatro horas donde no podía verte y tampoco donde te dejaban ser lo que vos querías ser, una nena.
Las salidas a cualquier lado se hicieron imposibles, casa a la que fuéramos, lugar en el que nos encontráramos te daban ataque de crisis por algo que veías de otra nena, frente a las vidrieras se encontraba ropa, la cual con tan solo una miradita tuya podría contemplar que la querías, estábamos donde una amiga, y de la nada te apareciste con un repasador delante de todos puesto como pollera, enganchado en el pantalón, lo habías buscado vos solito hijo. Preferías estar delante de quien fuere con tu disfraz, siendo quien realmente quisieras y felíz, antes que estar como varón y comportarte como tal, y eso es algo que siempre admiré de vos mi pequeño ángel, tu imagen personal, aquello que lograba distinguirte de los demás, tu forma de actuar y ser.
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Yo nena, Yo princesa.
Teen FictionTe imaginarías vivir de una manera NO deseada "obligadx, retenidx" a ser algo que no querés, algo que si bien de tu parte nunca nació? Te ves a vos siendo otra persona para tratar de siquiera encajar en una sociedad repleta de prejuicios? Bueno, a L...