Cuatro

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Seis meses pasaron, durante seis largos meses intentamos cambiar tu deseo de SER, te obligamos e impusimos nuestra voluntad a la tuya y nada. Te vi llorar, te vi sufrir, vi tu miedo en tu mirada y lloré con vos siendo testigo de tu voluntad y tu firmeza ante el resto, el grito, incluso el chirlo de papá para hacerte varón. Te castigamos e insistimos junto con la psicóloga en doblegarte y lo único que conseguimos con este método "correctivo" fue verte totalmente infeliz.
  Me sentí culpable, te llevé a un lugar donde se suponía que iban a contenerte, ayudarte y te destruimos entre todos.
  Tenías pesadillas todas las noches, te levantabas gritando y asustado.
  Estábamos más perdidos que antes, ¿Qué íbamos a hacer ahora? Tus mismos padres, tus verdugos, así me sentía, responsable de tu dolor.
Como madre, un desastre, presencié tu sufrimiento con impotencia y te aseguro que mi dolor era igual al tuyo, pero confié en la psicóloga y le di tiempo al tratamiento que jamás resultó.
  La única persona de la familia que no se sumó a todo esto fue tu tía Silvia, mi hermana mayor. La única que no soportó tu dolor y consistió en silencio y complicidad tu deseo. Solo con ella te sentías bien, contenido, calmaba tu llanto y te hablaba al piso. La esperabas con ansias, y fue quien compartió tu mundo imaginario. Se entendían con solo mirarse, ella siempre vio tu interior y supo apaciguar tu dolor de ser incomprendido por el resto de la familia. A ella le decías cada fin de semana que venía a verte:

-Yo nena, tía, yo princesa.

Estabas a meses de comenzar el jardín, salita de tres años y aún no teníamos resuelto que pasaba con vos. Era obvio que no podías empezar las clases con esas crisis, pero nada había cambiado.
  Fui a reservar la vacante a un privado cerca de casa, tenía que tener en cuenta que íbamos a tener un año complicado en todos los sentidos: por eso fui sincera con la directora del jardín y le conté lo que estaba pasando antes de anotarte y que estabas yendo con una psicóloga: vos, tu hermanito y yo.
  La directora del jardín los anotó diciéndome que no me preocupara, que eras muy chiquitito y que esas cosas solían pasar. Que los nenes juegan así.
  Lo que más me convenció del jardín fue que no tenían que usar guardapolvo. Tenía miedo de que lo tomaras como un vestido y así fomentar tu supuesta confusión
  Estábamos en casa mirando televisión un domingo con papá y llamó tu tía Silvia, me dijo:

-Poné Nat Geo que están pasando un documental, miralo.

Lo vimos, mostraba la vida de una nena transgénero de los Estados Unidos. Era la primera vez en mi vida que escuchaba esa palabra.
  Daban testimonios los padres y contaban cómo su hija no estaba conforme con su género y la niña habló diciendo:

-Me llamo Josie, soy niña y tengo pene.

No se como explicar lo que sentí en ese momento, fue como caer al vacío, vi reflejada ahí nuestras vidas, nuestros problemas, tu deseo de ser nena siendo varón, la felicidad que esa niña tenía y te vi a vos, fue un espejo.
  Dijimos con papá:

-Eso tiene, es eso.

Llorando desconsoladamente, papá tambien lloró ese día. El dolor era en el medio del pecho, como cuando te alta el aire y no podés respirar; asombro, culpa, miedo, todo junto, todo en un instante.
  Lo primero que papá me dijo fue:

-No le cortes el pelo nunca más..

Y se fue solo al patio a fumar, yo me quedé sin palabras y me dolía el alma, pensar en todo el daño que te estábamos haciendo.
  Esa noche no pude dormir, me senté en tu cama a mirarte mientras vos dormías y no podía salir del ahogo que tenía. Te acaricié tu pelito que estaba bien cortito y te pedí perdón, te prometí esa noche que iba a ayudarte, que sabía qué te pasaba y que si vos querías ser una princesa, mamá iba a ayudarte a ser la princesa más hermosa del mundo.

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Yo nena, Yo princesa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora