Capítulo 2

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Violet no pudo continuar reprimiendo los sollozos que estaban atrapados en su garganta. Estaba intentando ser fuerte por el bien de los niños, pero tenía derecho a permitirse un quiebre en medio de tanta angustia.

George la abrazó con delicadeza, pero no sabía cómo consolarla. Su amigo era un hombre tozudo y no quería que su amada esposa se expusiera de ninguna forma, necesitaba evitar que se viera alcanzada por la lamentable situación de la que no había escapatoria posible.

-¿Habrá juicio? -preguntó ella cuando por fin pudo recuperar la voz.

-Solo por formalidad. Ese hombre declaró que Phillip lo ayudó. Dijo que tu esposo sabía para qué era el dinero cuando se lo pidió.

-¡Canalla! ¿Y si yo hablo con él? Le rogaré que diga la verdad.

-Violet, Collins ya fue ejecutado.

-¿Phillip lo sabe?

-Sí.

-¿No queda ninguna posibilidad?

-Se trata de traición, Violet.

-¿Puedo verlo, George?

-Ha dicho que no te recibirá.

Violet tuvo que sentarse porque de un momento a otro el mundo se había caído sobre sus hombros. ¡Ahorcarían a Phillip! Si encarcelaban a un hombre por robar un pan, con mayor razón darían muerte a un conspirador.

-¡Por favor, George, necesito verlo aunque sea un momento!

-Veré si puedo hacer algo, pero no guardes esperanzas.

***

Tal como le había advertido George a Violet, a lord Orchmond le hicieron un juicio rápido solo para cumplir con las formalidades debido al alto puesto que tenía en la Cámara de los Lores, y sobre todo para que sirviera como ejemplo de que nadie se podía librar de una condena sin importar el rango que ostentara. Solo por haber tenido una conducta intachable hasta ahora, apenas enfentaría la horca se, ya que la ley ordenaba que en estos casos los imputados además de ser colgados, y no hasta morir, luego eran decapitados y desmembrados.

***

Esa misma noche George volvió a casa de Violet.

-Vamos, te conseguí un pase para que veas a Phillip. Ponte una capa que te cubra por completo, no queremos que alguien te vaya a reconocer.

George la llevó en su propio carruaje hasta la torre. Violet no lograba controlar su cuerpo que temblaba como una hoja mecida al viento.

Cuando llegaron, George habló brevemente con los guardias, y después de entregar una bolsa a cada uno les permitieron la entrada con la advertencia de que la visita tendría que ser breve.

Violet siguió a George por los pasillos húmedos y fétidos del castillo, hasta que llegaron a unas puertas enrejadas tras las cuales había varios calabozos. Dentro de una de aquellas celdas estaba prisionero Phillip, custodiado por un carcelero rechoncho, tan maloliente como el resto de la torre. George depositó unas monedas de plata en la taza que tenía junto a él, y el hombre abrió el candado.

-Solo cinco minutos.

Violet entró detrás de George teniendo mucho cuidado de no tocar al hombre, ni siquiera con la capa.

El prisionero se sorprendió al ver a Violet, pero se recuperó enseguida.

-¡Te advertí que ella no debía venir aquí! -espetó con furia, dirigiéndose a George.

-No lo culpes. -Violet tuvo que hacer mucho acopio de valor para no llorar ante la imagen deplorable que ofrecía su amado esposo-. Tenía que verte. ¿Por qué te rendiste tan pronto? ¿Por qué no te defiendes?

Tempestades del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora