Capítulo 20

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Como impelidos por un resorte ambos saltaron de la cama, y con los rostros aún arrebolados comenzaron a arreglar sus ropas.

Cuando Tyler empujó la puerta, Juan miraba por el ventanuco, y Violet buscaba algo en su costurero.

-¡Mamá, hay hombres dentro de la ballena! -gritó otra vez Tyler cerca del oído de Violet, muy excitado.

-¡¿Qué dices, Tyler?! -preguntó ella alterada, dejando caer el costurero. -¿No estaban con Alika?

-Me escapé, mamá.

-Eso estuvo muy mal. ¿Y tu hermano?

-Está con Alika y el bebé.

-Iré para allá.

-Violet, no vaya -ordenó Juan con suavidad. -Tiene que subir a cubierta para ir al camarote de Alika. No es aconsejable.

-¡Alika es una irresponsable! La regañaré y traeré a Francis. Tú te quedas con Juan -le ordenó a su hijo mayor, apuntándolo con el dedo índice.

-Violet -insistió Juan, pero ella no escuchó. Solo quedó el rumor de sus faldas alejándose por el corredor.

Cuando llegó arriba sabía que no encontraría un espectáculo agradable, pero jamás imaginó que sería tan chocante: enormes calderos hirviendo en el que iban depositando los trozos destazados de la ballena para ser transformados en aceite; hombres sumergiéndose en su interior para obtener todos los líquidos esenciales del animal; hombres cortando sus barbas que también serían vendidas para ayudar a afinar la cintura de las damas, o acabarían en los paraguas de los caballeros, o en las sombrillas para protejerse del sol.

Al ver este cuadro horripilante, Violet no pudo contener las náuseas y tuvo que correr hasta la borda para expulsar el vómito atrapado en su garganta.

De pronto unos brazos fuertes la sostuvieron; era Juan que la había seguido sabiendo cuál sería la reacción de ella ante tamaña visión.

Nuevamente Violet se refugió en su pecho para llorar.

-¡Oh, Juan, qué hacen estos hombres!

-Trabajar para poder iluminar las casas.

-Lo sé, pero...

-Cuando tú te perfumas no sabes de dónde viene la esencia principal.

-No, pero sí sé de dónde vienen las ballenas de mi corset. Sin embargo, saberlo y presenciarlo no es lo mismo. ¡Juro que nunca más me pondré una maldita cosa de esas!

-Baje a su camarote, yo iré por Francis.

Violet asintió con la cabeza. Se alejó sin volver la vista atrás para no tener que ver nuevamente la faena.

En el camarote, Violet pensaba mientras contaba las tablas del suelo. Desde que habían emprendido el viaje, todo había sido más turbulento que el océano. Tres barcos. Tres aventuras horribles. ¿O es que acaso ella era muy débil para aceptar la realidad de la vida? ¿Significaba que no sería capaz de afrontar los inconvenientes que se le presentaran en Australia? Su prima contaba en sus cartas que a veces tenían problemas con los aborígenes que no aceptaban la invasión a sus tierras. ¿Se estarían trasladando a un campo de batalla? ¿Estaría equivocada su elección? Dios, bendito, ayúdame, susurró, esperando escuchar una voz que le indicara el camino.

-Perdón, mamá -dijo de repente Tyler.

-Ya está olvidado, Tyler, pero no lo vuelvas a hacer. Tienes que aprender a obedecer. Un día esa irresponsabilidad te podría costar caro.

Tyler se limitó a inclinar la cabeza. Le había pedido perdón a su madre, pero no podía prometer que no volvería a escaparse.

Cuando Juan llegó con el pequeño Francis encontró a madre e hijo abrazados. La escena lo conmovió y no fue capaz de contarle que había regañado a Alika hasta hacerla llorar.

-¿Cómo está? -le preguntó a Violet.

-Mejor, gracias, pero cuestionándome las decisiones que he tomado.

-¿Arrepentida de haber venido?

-Arrepentida de mi apresuramiento. De no haber esperado un barco de pasajeros. Dudosa de lo que vamos a encontrar en Australia.

-Yo le propuse una alternativa, pero usted está obsesionada.

-No es obsesión, es... Es lo más natural que prefiera estar con parientes.

-Bueno, comprendo, no crea que no. Solo le pido que no continúe pensando en nada hasta que lleguemos a Valparaíso.

-¡Falta tanto! Solo espero que no encontremos más ballenas.

-Si completaron la carga no habrá más ballenas.

Violet sonrió aliviada. Con suerte el resto del viaje sería tranquilo, y en efecto esa noche el capitán Robbins se lo confirmó en la cena del día siguiente.

-Lamento que haya tenido que presenciar las faenas, pero mientras no exista otro combustible para las lámparas, y necesitemos velas, continuará la caza.

-Parecen animales gentiles, capitán.

-Sí mi señora, pero dicen que una gran ballena acosó un barco que la intentaba cazar hasta hundirlo.

-No la culpo, si a mí me siguieran con todas esas cosas que usan ustedes, no sé lo que haría. Quizás defendía a los suyos.

-Puede ser -repuso el capitán, pensativo.

Tal como había prometido el capitán, los días se volvieron apacibles. La tripulación solo estaba ocupada en tomar sol, pescar y practicar juegos de mesa. Pasó otro mes más, y a medida que se acercaban al sur, el tiempo se ponía más frío, pronto estarían cruzando el Estrecho de Magallanes para remontar hacia el norte por el Océano Pacífico. Vieron más ballenas, pero no se bajaron botes y el barco no se aproximó a ellas. Violet y los niños observaban admirados a eso gigantes pacíficos que parecían saludarlos desde el agua. Pero cuando ella creía que el peligro había pasado, el vigía que no cesaba de otear el horizonte, llamó la atención de todo el mundo con un grito inesperado.

-¡Cachalote a la vista! ¡Cachalote con su madre!

-¿Qué es eso? -preguntó Violet.

-Una cría de ballena. Su serumen es muy valioso.

-¡Oh!

Nuevamente descendieron los botes. Esta vez la persecución fue más corta.

Tempestades del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora