Capítulo 14

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Desde el primer momento que Violet puso un pie en tierra, odió ese lugar.

Esperaba encontrar hombres haciendo intercambios comerciales con productos de ballenas o especias, pero en vez de eso vio gente siendo tratada como mercancía: hombres, mujeres y niños de piel oscura. Familias completas, cuyas madres gritaban al verse separadas de sus hijos u esposos.

-¡Esta no es una isla de pescadores! -murmuró indignada-. ¡Son esclavos!

-Lo son -aceptó Juan-. Y contrabandistas, comerciantes que obran como piratas, y un montón más de gente de mala reputación.

-¿Aun así, Mc Coy pensaba dejarnos solos acá?

-Sí. Por eso vine con ustedes... Ahora, buscaremos un barco.

-Sí. No deseo estar ni siquiera una hora en esta isla.

-Ustedes me esperarán en la taberna. Yo iré solo a ver. No hay más que un barco aparte del Australian Pearl.

-¡No! No nos dejes solos.

Juan observó a los tres. Se veían indefensos. Y llamativos, como tres perlas cultivadas entre un montón de rocas de carbón.

-Está bien -dijo, tomando a Francis en sus brazos-, pero no se aparten. Usted entrelazará su brazo con el mío y simularemos ser una familia, ¿entendido?

-Sí, Juan -respondió ella-. Ustedes niños, ¿comprendieron?

-Sí. Llamaremos papá al señor Griffin, ¿no es así, Francis?

El pequeño se limitó a mover la cabeza en señal de haber comprendido.

-En ocasiones también toman esclavos blancos. Ustedes ya no se ven como una familia de clase alta después de tan arduo viaje.

Violet se limitó a sonreír avergonzada.

Caminaron entre la gente, que no dejaba de llamar la atención de los niños: su piel oscura cómo el ébano era hermosa, aunque sus rostros estaban tristes, amargados, llorosos, casi sin comprender en la situación en la que se hallaban.

-¿Por qué están amarrados? -preguntó el pequeño Francis, desde los brazos de Juan.

-Son esclavos -respondió Tyler, con una expresión de incredulidad parecida a la de su madre.

-¿Hay esclavos en su país? -quiso saber Violet, dirigiéndose a Juan.

-Ya no, desde 1811... En Australia tienen esclavos asiáticos, señora Bellamy. Les llaman canacos.

-No sabía.

-¡Es un barco portugués! -gritó de pronto Tyler al ver la bandera que ondeaba en el palo mayor.

-Ha de ser de esclavos -repuso Juan.

-¿De esclavos? ¡Pero...!

Violet se quedó pegada en el suelo.

-¿Quiere llegar a Pearl algún día, o no?

-Pero no así.

-Acá no llegan barcos de pasajeros. Ya le dije, solo esclavistas y...

-...comerciantes de mala reputación -terminó ella por él.

Violet no comprendía el idioma en el que Juan se comunicaba con los hombres del barco, pero sí comprendió por los gestos que el capitán hablaba de dinero.

Al rato Juan regresó contrariado.

-Pide mucho por llevarnos, y solo hasta Brasil.

-¿Brasil?

Tempestades del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora