Capítulo 11

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El chico se encontraba tendido en una de las hamacas de la bodega grande, que en realidad hacía de dormitorio comunal para casi toda la tripulación del bergantín.

El capitán Mc Coy no ocultó su molestia de ver allí a Violet, pues los desocupados curiosos que momentos antes no habían demostrado interés por el pobre muchacho, se aproximaron al verla llegar al lugar.

-Necesito una asistente que no se desmaye ante la vista de la sangre -explicó Paddy con un tono que no daba lugar a discusión.

-¿A qué se refiere? -preguntó el capitán.

-Tendré que cortar -contestó Paddy, así sin más, como si hablara de un pedazo de carne o una pieza de pan.

-¡No! ¡No, por favor! -imploró el chico.

-Es necesario, Harry. Si no corto vas a morir. Te ha entrado gangrena.

Los ojos de Violet se humedecieron. Harry era aún un niño que recién comenzaba a vivir. Ahora sería un lisiado, un estorbo para la sociedad. Lo más probable es que estuviera condenado a vivir de la mendicidad.

Con suma delicadeza y respeto por el paciente, el cocinero sacó sus instrumentos del maletín, y los dispuso sobre una silla en forma ordenada encima de un paño blanco. Enseguida levantó la vista y le hizo un gesto a cuatro de los hombres que estaban allí presente.

-Necesito que lo afirmen con fuerza de brazos y piernas. Usted señora, Bellamy me asistirá, haciendo todo lo que yo le diga.

Violet se limitó a asentir con la cabeza.

-¿Entendió?

-¡Sí!

Luego de esto, Paddy se dispuso a lavar un cuchillo y una sierra con whiskey, y finalmente le dio un gran sorbo a Harry. Por último enrolló un trapo y se lo puso en la boca al muchacho.

-Muerde con fuerza -le ordenó.

A un gesto del cocinero, los hombres aferraron con fuerza a Harry, y Violet se colocó a un costado para asistir en la operación, y rogando al cielo no desmayarse pues ella tampoco apreciaba la presencia de sangre, pero no estaba dispuesta a admitirlo.

Con mucho cuidado y con lentitud alarmante Paddy comenzó a cortar. Los gritos del pobre chico retumbaron en el barco. Los hombres que sostenían su cuerpo volvieron la vista hacia otro lado, y Violet estuvo a punto de caer, mas, la mirada de reproche del cocinero la mantuvieron firme en su lugar entregando los instrumentos cuando se le pedía.

Cuando el proceso acabó, en un tiempo que a todos les pareció eterno, Harry yacía desmayado por el dolor y Violet prácticamente arrojó lo que aún sostenía en sus manos y corrió por la escalerilla que la llevaría a cubierta. Una vez allí corrió hasta la borda, y se dobló sobre la baranda para volver todo el contenido de su estómago al océano. Luego se quedó unos minutos observando la blanca estela que iba dejando el barco a su paso. En tanto se sintió recuperada se dio la vuelta sobre sí misma, para regresar abajo, pero se encontró con tres pares de ojos que la observaban con atención.

-¿Qué te ocurrió, preciosa? -preguntó uno de ellos-. ¿Estás enferma?

-Fue algo pasajero -respondió ella con gentileza, intentando parecer serena-. Gracias por preocuparse.

-La otra vez fuimos interrumpidos -repuso otro-, pero esta vez no sucederá. Están todos atentos a lo que sucederá con el chico cojo.

El tercer hombre que hasta ahora no había abierto la boca, la agarró por detrás con rapidez y puso una de sus sucias manos sobre la boca de ella para que no gritara. Enseguida la arrastró hacia una pila de sacos. Violet manoteaba intentando usar sus puños para safarse del cruel abrazo, inclusive levantando sus piernas para darle puntapiés a sus captores, pero nada parecía funcionar. El solo pensar en lo que vendría a continuación le helaba la sangre y la tenía al borde del desmayo. Finalmente optó por dejar su cuerpo laxo, quizás así perderían interés en ultrajarla y acabarían por dejarla. Sin embargo, no sirvió de nada, su hálito fuerte a alcohol era indicio de que no estaban en posibilidad de razonar. En lo último que pensó antes de ser tumbada en el refugio improvisado que los hombres habían creado para llevar a cabo su vil infamia fue en que lo único que le quedaba era dejar de luchar para preservar su vida.

Violet cerró los ojos, esperando que el ominoso hecho pasara pronto. Cuando una sombra se irguió sobre los malhechores ella no percibió lo que ocurría hasta que el alboroto se armó a su alrededor. Juan se estaba batiendo a puñetazos con los tres hombres, y pronto dejó a dos fuera de combate, pero el tercero no se dio por vencido y con presteza sacó una navaja de su bota, agrediendo al segundo al mando con fuerza y encono.

Juan se vio alcanzado a la altura de sus costillas, y haciendo lo propio, también sacó un cuchillo que traía oculto en la pretina de su pantalón.

Ambos hombres se miraron, retando al otro a que diera la primera estocada. A esas alturas ya eran muchos los curiosos, incluido Mc Coy que gritaban apoyando a uno o a otro. Mientras tanto Violet aterrorizada no se atrevía a levantarse de donde los hombres la habían arrojado.

-¡No permitiré que me quites el botín otra vez! -gritó el hombre con los ojos inyectados en sangre.

-¡Primero tendrás que pasar por sobre mi cadáver! -respondió Juan en el mismo tono.

-¡Como quieras! -repuso el hombre y se lanzó al ataque.

Fueron varios minutos de dar y recibir golpes de parte de ambos. Pronto la sangre emergió de las cortadas que se estaban infringiendo con sus armas blancas. El otro hombre tenía la misma estatura que Juan, pero de complexión bastante más gruesa, y por momentos parecía que ganaría el combate, dándole una seguridad que aprovechaba para darse el tiempo de guiñarle el ojo a Violet cada vez que cruzaban miradas. Y tal vez toda esta arrogancia lo hizo distraerse al punto de no fijarse dónde ponía los pies. De pronto un resbalón causado por la sangre que había en el piso, lo impulsó directo sobre el cuchillo de Juan Griffin.

Tempestades del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora