Con este beso, Juan quería mostrarle a Violet la inmensidad de sus sentimientos. Que ella se diera cuenta sin que tuviera que expresar palabras todo el deseo, toda la veneración, y todo el amor que tenía dentro de sí.
Era malo con las palabras de amor, por eso esperaba que bastara con la acción.
Violet se vio envuelta en un torbellino de emociones: asombro, gratitud, deseo, complicidad. ¿También esa era una forma de amar? La pregunta rondando en su cerebro no le permitía concentrarse en las caricias de Juan. Necesitaba descubrir que era eso, y si valía la pena dejarse llevar.
-¡Suélteme! ¡No me deja pensar!
-¿Eso es malo?
-Sí. Usted logra nublar mi mente y no veo con claridad.
-No importa, solo quiero demostrarle que es posible que estemos juntos.
-¡Usted no entiende nada!
Violet se marchó dejando a Juan solo sin comprender nada.
Totalmente perplejo; Juan comenzó a pasearse por cubierta, para luego de un rato aproximarse a la baranda de babor y contemplar el negro océano del que destacaba la espuma blanca, lo único visible por la noche gracias a las estrellas.
¿Qué querrá esta mujer? , no cesaba de preguntarse mirando hacia el cielo, pensando en todo lo que podría unirlos.
Ella tenía que admitir que estaba hechos el uno para el otro. Si ella aceptara su propuesta podría darle una buena vida junto a sus hijos, seguramente mucho más modesta a la que acostumbraba, pero muy digna y tranquila, y sobre todo, llena de toda esa pasión que tenía acumulada dentro de sí. Sin embargo, con toda probabilidad no era suficiente para Violet Bellamy, ya que ella estaba muy lejos de ser una mujer común y corriente.
Al menos tenía mucho océano por delante para descubrir lo que ella sentía.
-¿Qué te sucede, mamá? -preguntó Tyler al ver llegar a su madre conmocionada..
-¿Por qué no estás durmiendo?
-Estaba preocupado por ti, ¿ocurrió algo?
Al parecer su hijo mayor tenía un sexto sentido muy desarrollado.
-Nada, hijo-. Violet abrazó a su hijo con ternura-. Ahora ve a dormir.
Si las cosas eran extraños entre ellos, ahora se pusieron de verdad tirantes. No se hablaban y evitaban quedarse a solas, conscientes de que no tenían nada que decirse. Por su parte, el capitán Almeyda no volvió a invitarlos a su mesa, pretextando estar enfermo del estómago. Violet agradeció no tener que soportarlo más. Por fortuna faltaban pocos días para que el barco hiciera su arribo en Brasil.
Violet ocupó todo su tiempo libre, que era bastante, y su concentración en enseñar a Alika. Al final del viaje la joven era capaz de decir unas cuantas palabras en inglés. No tenía problemas en llevarla con ella, pero en el fondo esperaba que Alika manifestara partir por su cuenta. No quería sentirse culpable por pensar así, mas, no podía llegar a Perth donde su prima a imponerle una persona más que a su vez cargaba con un pequeño. Por supuesto, ella le daría dinero y su carta de libertad.
El sudor les corría por rostros y cuerpos cuando el barco hizo su entrada al puerto de Santos.
Era una tarde demasiado calurosa y no tenía un abanico, se lamentaba secretamente Violet. Pero pronto la incomodidad pasó a segundo plano cuando los aromas, los colores, el verdor, llenaron sus sentidos. No supo porqué, pero sintió una extraña alegría. Era como si el ambiente no diera lugar a la tristeza. Sin embargo, ese estado le duró poco. En cuanto divisó el mercado que se había formado en el muelle para ver los esclavos, las náuseas hicieron presa de ellos.
En ese momento el capitán pasó junto a ella, casi con violencia lo detuvo de un brazo.
-¿Es que va a venderlos aquí?
-Por supuesto, y los que queden me los llevaré a América.
-¡Es un monstruo! -escupió ella.
-Estos negros son mi sustento, mi bella dama.
Luego de dirigirle una mirada cargada de odio, le hizo señas a Alika, a Juan y a los niños para que bajaran lo más pronto posible del maldito barco. Almeyda los vio alejarse de su barco, con una sonrisa cínica dibujada en el rostro.
Una vez en tierra, comenzaba un nuevo deja vu para Violet: encontrar un barco que los llevara hasta Australia. Sin embargo, Juan y los niños tenían hambre y no quisieron comenzar la búsqueda con el estómago vacío.
-¡Pero, si estamos acá mismo, qué nos cuesta preguntar! -protestó ella.
-Señora, Bellamy, ¡hay cinco barcos atracados en el puerto! -repuso Juan, impaciente.
Violet iba a continuar con la discusión, pues no le agradaba que la contradijeran, pero en ese mismo momento el pequeño Akon comenzó a llorar con todo lo que daban sus tiernos pulmones.
-Al parecer hay un complot en mi contra -afirmó ella con una media sonrisa.
Cerca del puerto había una especie de salón de té, en el que vendían sandwishes y pastelillos, acompañados de té, café o leche, pero cuando quisieron entrar no se lo permitieron por estar acompañados por una mujer de color. Indignada, Violet dio media vuelta y permitió que Juan los guiara a un lugar menos ostentoso, pero donde había entrada libre para todo el mundo.
-Es una práctica habitual en muchos países -explicó Juan.
-Yo no tengo recuerdos de esa época, pero imagino que en Gran Bretaña debe haber sido igual. Espero que en casa nunca haya habido esclavos. Sentiría mucha vergüenza si me enterara de que fue así.
-Hasta en mi país que es pequeño, hubo esclavitud. De pronto a alguien se le ocurrió la buena idea de extraer a esta gente de su tierra y deshumanizarla de esta forma tan abominable. Mano de trabajo gratuita. Mujeres obligadas a complacer a sus amos, y llenarse de bastardos sin padre.
-Es aberrante.
-Lo es.
De pronto quedaron en silencio, y Juan aprovechó para observar a esa mujer que tanto amaba. Todo en ella le gustaba: su bello exterior, y su gran interior.
-¡Tenemos que darnos prisa, hay que buscar otro barco! -exclamó Violet, poniéndose de pie. Necesitaba disimular la turbación que la mirada de Juan había causado en ella.
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Tempestades del destino
RomanceLady Violet Orchmond se encuentra a bordo de un barco, rumbo a Australia, junto a sus dos hijos. En solo dos días su vida se vio trastocada por la fatalidad. Ahora, viuda y sin bienes debe huir del país para que la mala fortuna que llevó a su marido...