-¡Pero, qué hace, mujer!
-Lo que usted me dijo, señor Paddock. Le preparo el desayuno a mis hijos.
-En primer lugar, esos huevos ya no sirven -diciendo esto, el cocinero levantó la enorme sartén del fuego y arrojó el contenido a la basura-. En segundo lugar, lo primero que debe aprender es a ser humilde y reconocer que necesita aprender antes de intentar siquiera trabajar en mi cocina.
Violet guardó silencio, mientras el hombre mojaba un trapo para refrescar la quemadura.
-Le quedará una marca fea -le dijo, mirándola por vez primera con cierta empatía-. Yo sé perfectamente que jamás ha cocinado en su corta vida, entonces ¿por qué está aquí?
-Es el precio que me cobró el capitán por llevarnos a Australia.
-¿Y usted, no le informó que no sabía?
-No.
-En buen lío se ha metido.
-Lo sé. Pensé que sería sencillo.
-Por ahora le ayudaré, y poco a poco le iré enseñando y dando tareas sencillas.
-Gracias, señor Paddock.
-Llámeme Paddy, como lo hacen todos.
Cuando Juan regresó con los niños, encontró al cocinero y a Violet charlando animadamente y compartiendo una taza de té. La punzada de celos que sintió horadó su estómago. Paddock tenía la edad para ser el padre de la señora, pero era hombre al fin y al cabo. Y ella, era preciosa cuando reía: sus ojos empequeñecían, y la pequeña nariz se arrugaba de una forma muy graciosa.
-¡Mamá! ¡Mamá! -gritó Francis, llamando la atención de su madre.
-Ya están de vuelta.
-Y con hambre -añadió Tyler.
-El desayuno ya esta'listo -informó Paddock-. Vean las delicias que les preparó su madre.
-Se ve todo delicioso. Gracias, mamá.
-Tyler, yo, no.
-Su madre es muy modesta -dijo el cocinero guiñándole un ojo a Violet-. Coman antes de que se enfríe.
Ella volvió a reír y los niños la imitaron, sin saber a qué se debía la risa. Viendo esto, Juan se dispuso a hacer abandono de la cocina, pero apenas alcanzó a poner un pie fuera de la puerta cuando un hombre llegó llamando a gritos a Paddock.
-¿Qué sucede? -preguntó el hombre, contrariado.
-A uno de los hombres se le cayeron unas cajas sobre el pie izquierdo, parece que se le rompió.
-¡Eso! Pensé que se había muerto alguien.
-Bueno, el hombre grita mucho, Paddy.
El cocinero abrió un armario que estaba junto a la puerta, y de su interior extrajo un maletín negro.
-¡Vamos! -ordenó al otro hombre, mientras arrojaba el mandil a un lado.
-¿Paddy es médico? -preguntó Violet, cuando los otros hombres salieron.
-Solía serlo.
-¿Qué hace en este barco?
-Esa historia tendrá que preguntársela a él, señora Bellamy. Paddock es un hombre muy cerrado en cuanto a su vida personal... Yo iré a ver qué sucede, usted puede seguir ocupada preparando delicias. Cuando sepa cómo está la situación arriba, regresaré por los niños para que no se queden encerrados aquí.
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Tempestades del destino
RomanceLady Violet Orchmond se encuentra a bordo de un barco, rumbo a Australia, junto a sus dos hijos. En solo dos días su vida se vio trastocada por la fatalidad. Ahora, viuda y sin bienes debe huir del país para que la mala fortuna que llevó a su marido...