Capítulo 8

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-¡Pero, qué hace, mujer!

-Lo que usted me dijo, señor Paddock. Le preparo el desayuno a mis hijos.

-En primer lugar, esos huevos ya no sirven -diciendo esto, el cocinero levantó la enorme sartén del fuego y arrojó el contenido a la basura-. En segundo lugar, lo primero que debe aprender es a ser humilde y reconocer que necesita aprender antes de intentar siquiera trabajar en mi cocina.

Violet guardó silencio, mientras el hombre mojaba un trapo para refrescar la quemadura.

-Le quedará una marca fea -le dijo, mirándola por vez primera con cierta empatía-. Yo sé perfectamente que jamás ha cocinado en su corta vida, entonces ¿por qué está aquí?

-Es el precio que me cobró el capitán por llevarnos a Australia.

-¿Y usted, no le informó que no sabía?

-No.

-En buen lío se ha metido.

-Lo sé. Pensé que sería sencillo.

-Por ahora le ayudaré, y poco a poco le iré enseñando y dando tareas sencillas.

-Gracias, señor Paddock.

-Llámeme Paddy, como lo hacen todos.

Cuando Juan regresó con los niños, encontró al cocinero y a Violet charlando animadamente y compartiendo una taza de té. La punzada de celos que sintió horadó su estómago. Paddock tenía la edad para ser el padre de la señora, pero era hombre al fin y al cabo. Y ella, era preciosa cuando reía: sus ojos empequeñecían, y la pequeña nariz se arrugaba de una forma muy graciosa.

-¡Mamá! ¡Mamá! -gritó Francis, llamando la atención de su madre.

-Ya están de vuelta.

-Y con hambre -añadió Tyler.

-El desayuno ya esta'listo -informó Paddock-. Vean las delicias que les preparó su madre.

-Se ve todo delicioso. Gracias, mamá.

-Tyler, yo, no.

-Su madre es muy modesta -dijo el cocinero guiñándole un ojo a Violet-. Coman antes de que se enfríe.

Ella volvió a reír y los niños la imitaron, sin saber a qué se debía la risa. Viendo esto, Juan se dispuso a hacer abandono de la cocina, pero apenas alcanzó a poner un pie fuera de la puerta cuando un hombre llegó llamando a gritos a Paddock.

-¿Qué sucede? -preguntó el hombre, contrariado.

-A uno de los hombres se le cayeron unas cajas sobre el pie izquierdo, parece que se le rompió.

-¡Eso! Pensé que se había muerto alguien.

-Bueno, el hombre grita mucho, Paddy.

El cocinero abrió un armario que estaba junto a la puerta, y de su interior extrajo un maletín negro.

-¡Vamos! -ordenó al otro hombre, mientras arrojaba el mandil a un lado.

-¿Paddy es médico? -preguntó Violet, cuando los otros hombres salieron.

-Solía serlo.

-¿Qué hace en este barco?

-Esa historia tendrá que preguntársela a él, señora Bellamy. Paddock es un hombre muy cerrado en cuanto a su vida personal... Yo iré a ver qué sucede, usted puede seguir ocupada preparando delicias. Cuando sepa cómo está la situación arriba, regresaré por los niños para que no se queden encerrados aquí.

Tempestades del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora