Capítulo 19

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El alboroto y la algarabía que se armó en el barco fue más que fenomenal, pues según el vigía lo que estaba avistando era un macho, lo que ponía alegre a todo el mundo ya que significaban más barriles de espermaceti o «blanco de ballena», ingrediente fundamental para muchos productos comenzando por el combustible de las lámparas de aceite.

Tres barcos descendieron hasta la superficie del océano. Uno iba comandado por el capitán, y los otros dos por los oficiales superiores después de este.

Violet jamás había visto una ballena, más que en ilustraciones de algunos libros de Tyler.

Al principio sintió miedo al ver un pez de tal envergadura, y así se lo hizo saber a su hijo mayor.

-No es un pez, mamá, es un mamífero.

-¡Es tan grande!

-Sí.

-¡Y hermoso!

Mientras hablaban observaban las maniobras de los botes que bogaban con rapidez detrás del gigante marino. El animal entraba y salía del agua. No parecía tener consciencia de lo que le esperaba y nadaba con lentitud sacando la cola de vez en cuando, o saliendo a expulsar agua por el orificio del lomo.

-¡Pobrecilla, no tiene idea de lo que le espera! ¡Es tan bella!

Luego de cuatro extenuantes horas, los botes regresaron remolcando al pacífico gigante que en vez de agua emitía sangre por su orificio.

Violet nunca sintió preferencia o cercanía por ningún animal doméstico, pero ver esta mole de carne que navegaba majestuosa por el océano, ser tan vilmente asesinada, recogió su corazón y no logró aplacar las lágrimas que comenzaron a rodar silenciosas por sus mejillas. Por último, buscando consuelo para su dolor refugió su rostro en el pecho de Juan. El hombre la abrazó e intentó confortarla lo mejor que pudo.

-Será mejor que en el futuro se abstenga de presenciar estos sacrificios -le dijo él con voz queda.

-Es tan natural usar el aceite, pero jamás...

-Lo sé, y será mejor que baje, lo que viene es aún peor.

-¿Me acompaña?

-Sí. ¿Dejamos a los niños acá?

-Si es una barbarie no quiero que la presencien. Mándelos un rato con Alika, ahora no podría afrontar sus preguntas y quejas por no dejarlos quedarse en la cubierta.

-Vaya al camarote, regreso enseguida.

Obedientemente, Violet hizo lo que Juan ordenaba.

El capitán Robbins en un acto de gentileza le había asignado un pequeño camarote a Alika, ya que para él, acostumbrado a que en su país existía la esclavitud no veía con buenos ojos que ama y sirvienta compartieran cuarto. En tanto, ella estaba acomodada con los niños, y Juan, por decisión propia dormía con la tripulación ya que no le mintieron al capitán Robbins diciéndole que estaban casados.

Violet estaba pensativa cuando Juan hizo su aparición en el camarote. Se quedó observándola por un breve instante. Ella tenía el rostro alzado hacia el cielo raso y su cuello suave lo invitaba a posar sus labios en él. Simplemente esa mujer le quitaba el aliento.

Juan carraspeó para hacerse notar. Ella de inmediato volvió el rostro hacia él. Sus ojos enrojecidos aún estaban húmedos. ¿Cómo no amar a una mujer que era capaz de tanta sensibilidad ante sus semejantes y los seres vivos en general?

-Hasta que lo consiguió, ¿no? -fueron las primeras palabras de ella al verlo traspasar el umbral. Él la miró interrogante. -Llevarme a su país.

-¡Oh, eso! Es mera coincidencia, no sabía que el Sea Hunter estaría en Brasil. Él y yo solo nos juntamos a charlar cuando coincidimos en el mismo puerto. Hacía unos tres años que no nos veíamos.

-Está bien, Juan. No me de tantas explicaciones. Sé que no fue a propósito, así como también sé que si en Valparaíso encontramos un barco que nos lleve a Australia, usted nos ayudará.

-Fue mi compromiso, Violet.

Violet. Primera vez que la llamaba así. Sonaba dulce su nombre en los labios de él, pero había algo más, era como si lo pronunciara con pasión. El vello de la nuca se le erizó, como si de pronto alguien hubiera soplado su cuello.

-Gracias, Juan.

-¿Cómo se siente?

-Mejor.

-Le gustará Valparaíso.

-¿Cree que estaremos mucho tiempo allí?

-El que sea necesario hasta que aborden un barco.

-¿Y usted?

-Supongo que abordaré un barco diferente.

-Pensé que querría quedarse en casa.

-¿Para qué?

Él se aproximó hacia ella, pero Violet se puso de pie y se acercó a la pequeña ventana de ojo de buey.

-Para estar con su familia.

-Solo me quedaría si hubiera alguien por quien deseara estar allí.

Juan se aproximó todavía más, hasta casi rozar el cabello de ella con sus labios.

Violet lo sentía respirar sobre su cabeza. La piel le ardía con su cercanía. En su estómago había un vacío inquietante. Su cuerpo anhelaba ser tocado. Hacía tanto tiempo que no se sentía como una verdadera mujer. ¿Por qué no si era una mujer adulta y sin compromisos? Violet se dio la vuelta para quedar de frente a él. Ella levantó la vista, y el inclinó la cabeza. No necesitaron palabras para expresar lo que ambos deseaban.

Juan la tomó en sus brazos y la besó con lentitud. No fue un beso casto, ni violento como el de la última vez. Fue un beso apasionado, que pretendía demostrar todo lo que ansiaba hacer con ese níveo cuerpo.

Violet se colgó de su cuello y jugueteó con el cabello de su nuca, haciéndolo gemir por la excitación que lo hacía sentir.

Ya no quisieron esperar más. No querían fingir que entre ellos no había esa chispa esperando convertirse en llamarada. Juan desabrochó la blusa de ella para besar a sus anchas ese cuello cremoso, sus hombros y continuar hasta el nacimiento de sus senos.

Violet creía que estaba cayendo a un abismo y necesitaba asirse con firmeza a los fuertes brazos de él.

-Juan -dijo, con un hilo de voz.

-No diga nada. Solo déjese llevar.

-Me caigo.

-No. Es solo una sensación.

-No me deje caer.

-No lo haré.

Él la tomó en sus brazos y la depositó sobre el lecho.

Ella con dedos torpes comenzó a soltar la camisa de él, mientras le besaba el pecho para responder a sus caricias...

-¡Mamá! -gritó de pronto la voz de Tyler en el corredor. -¡Los hombres están dentro de la ballena! ¡Mamá, ven a ver!

Tempestades del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora