Capítulo 6

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Los niños miraron a su madre con ojos llorosos, y entre sollozos preguntaron qué había ocurrido, y aunque ella no pretendía sembrar la cizaña en sus jóvenes corazones, debía contarles la verdad, aunque fuera a medias.

-Su padre fue perjudicado por gente sin escrúpulos.

-¿Quiénes fueron, mamá? ¡Yo lo vengaré! -Tyler estaba exaltado.

-No será necesario, cielo. Ese mal hombre ya está muerto.

Pensó que esta era explicación suficiente para dejar satisfechos a sus hijos. Por fortuna, o no, tendrían una nueva vida y el pasado quedaría atrás. Más, el dolor permanecería dentro de ellos como una huella imborrable.

-Pero no entiendo por qué tenemos que marcharnos a Australia.

-Papá tenía planeado emigrar a Australia, y me pidió que nosotros lo hiciéramos de todos modos.

-Es porque lo hemos perdido todo, ¿no? Si a papá lo condenaron, yo ya no podré ser conde. -Tyler era muy astuto a sus trece años.

-Digamos que es la oportunidad de comenzar una nueva vida.

-Mamá, ¿extrañas a papá? -Tyler no parecía tener la intención de dejar de interrogar a su madre.

-Demasiado. -Los ojos de ella estaban empañados a causa de las lágrimas que luchaban por correr libremente, sin embargo, se abstuvo. Era el momento de mostrar fortaleza ante sus hijos-. ¿Qué les parece si vamos a comer algo?

-Yo no quiero -se negó Francis-, estoy cansado.

-Entonces iré sola, no tardaré.

-¡Pero yo quiero ver el mar! -protestó Tyler.

-Cariño, verás tanto mar que vas a aburrirte, te lo aseguro. Cuida a tu hermano y no salgan del cuarto.

Al poco rato, Violet regresó con pescado y papas fritas envueltos en papel.

-¿Ahora, siempre comeremos así? -preguntó Tyler que era el que ponía reparos a casi todo.

-Por ahora, sí. Cuando lleguemos a casa de la prima Bertha, todo será diferente.

***

Esa noche los niños se durmieron pronto. Las emociones del día acabaron por rendirlos temprano. Violet los observó y dio gracias a Dios, porque los corazones jóvenes se recuperaban más rápido de los golpes de la vida.

Por su parte, ella no pegó un ojo en toda la noche. Temía que el cansancio también la dominara y no fuera capaz de despertar antes del amanecer.

***

Violet siguió al pie de la letra las instrucciones del capitán Mc Coy, y sacó prácticamente dormidos a los niños de la cama, para asegurarse de estar en el muelle antes del amanecer.

Al apróximarse al puerto, percibió que había varios barcos listos a soltar amarras, y a pesar de que aún estaba oscuro, el bullicio era enorme. Las voces de los hombres que impartían o recibían órdenes, ya fuera a bordo de los barcos, o en la plataforma del muelle, se confundían con voces de los familiares que estaban allí para despedir a sus esposos, padres, o hijos.

***

Con cierto temor, Violet se acercó al Australian Pearl junto a sus hijos.

Se quedaron de pie a un costado de la escalera hecha de tablones y cuerdas. Era la única conexión entre el barco y la plataforma, y se movía peligrosamente cada vez que alguien subía o bajaba. Todos llevaban a cabo sus rutinas sin prestar atención a esos tres que observaban el barco con temor. Violet estaba pensando en como llamar la atención de alguno para preguntar por McCoy, cuando este apareció detrás de ella.

-¡Vino, milady! Yo estaba apostando a que no lo haría.

-Ya le dije que es una cuestión de vida o muerte -repuso ella, bastante contrariada.

-Subamos entonces. En pocos minutos veremos los primeros rayos de sol. ¿Ese es todo su equipaje?

Violet observó el bolso grande que llevaba ella, y el más pequeño que cargaba Tyler. Creyó que con eso bastaría pues al llegar a Perth, podrían comprar ropa nueva, pero no calculó la larga travesía en barco.

-Sí, ¿por qué?

-Las damas acostumbran a viajar on enormes baúles.

-Yo no.

-Subamos ya.

El capitán McCoy cogió el bolso grande y después les enseñó cómo afirmarse de la cimbreante escalera que oscilaba con cada paso que daban. Los niños lograron subir rápidamente ya que para ellos era casi un juego, pero Violet estuvo varias veces a punto de caer. Varios hombres al percatarse de que una mujer estaba subiendo al barco, corrieron presurosos para auxiliarla en el abordaje.

-Tranquilos, muchachos. No se emocionen tanto. La señora es una dama respetable, y no se van a propasar con ella, ¡¿entendido?!

-¡Sí, capitán! -respondieron los que alcanzaron a escuchar.

Violet estaba cohibida, entretanto, los niños observaban fascinados a su alrededor.

-¿Podemos estar en la cubierta cuando el barco zarpe, capitán? -preguntó Tyler de improviso.

-¡Tyler, no molestes al capitán! -lo reprendió Violet con severidad.

-Si se quedan quietos, pueden permanecer en el castillo de proa. ¿Saben dónde es?

-Allá -respondió el niño apuntando hacia el frente.

-Sabes de barcos, ¿eh?

-Me gustan, señor.

El hombre puso una de sus grandes manos sobre la cabeza de Phillip y le revolvió el cabello.

-¡Griffin!

De una puerta del alcázar, apareció un hombre muy alto, que inmediatamente posó sus ojos sobre Violet haciéndola sentir incómoda. Ella desvió la vista hacia el río, y como si lo hubiera llamado, el primer rayo de sol, vino en su auxilio.

-Griffin, es hora de zarpar. Señora, vaya con sus hijos al castillo de proa. En cuanto alcancemos el mar abierto se pueden acomodar.

-¿Dónde es eso? -preguntó Violet confundida-. Me refiero al castillo.

-Vamos, mamá, yo sé -dijo Tyler haciéndose cargo de la situación.

-Eso sí, no se acerquen mucho a la borda.

-¡Sí, mi capitán! -exclamó el niño, como un marinero que recibe una orden.


Tempestades del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora