NARRA AITANA OCAÑA MORALES
(Sábado 13 de abril de 2030)
Trece años. Trece años anclada en el pasado. Trece años pensando en que hubiera pasado si no me hubiera alejado de ti, si no hubiéramos tenido aquella discusión, si no hubieras cogido ese puto avión en aquel aeropuerto de Madrid a las 8:25 p.m. destino Washington. Trece años mirando tu reflejo a través de Luís, porque por más que quiera olvidarte, él tiene ese pelo rizado tuyo, esa sonrisa de pillo cuando hace alguna travesura que deja asomar sus marcados colmillos y esa facilidad para sacarte dequicio y más de una vez una carcajada.
Tiene los ojos y la nariz de su madre, suerte de no haber heredado ni las orejas ni la frente de sus progenitores. Juega a fútbol como la mayoría de los chicos de su edad, pero sé que lo que realmente le apasiona es la música. Se cree que no lo veo cuando se encierra en su cuarto y empieza a componer sentado en la tarima del suelo, con tu guitarra entre sus brazos y la libreta repleta de frases y acordes.
¿Cuántas veces habrá preguntado por su origen, por su padre? ¿Cuántas veces habré evitado el tema y cuántas veces se habrá enfadado conmigo por ello? Luís está adelantado a su edad, demasiado maduro diría yo. Eso es bueno en la mayoría de los casos, pero en otros juega en mi contra. Siempre sabe revatirme y no acepta un no por respuesta. ¿Y qué le digo yo cuándo suelta la mítica frase de "esto sería más fácil si tuviera un referente paterno"? Es en ese momento cuando me entra el pánico, el miedo a que tenga razón, a que tal vez no lo esté criando como debería. Ningún hijo nace con un manual metido entre el antebrazo y el costado.
Muchas veces me pregunto si estoy haciendo lo correcto y la verdad es que lo correcto es lo que somos y los pensamientos que no controlamos son los que nos atormentan y nos generan los miedos, el miedo a no ser capaz. El ser humano tiene 60.000 pensamientos al día y la mayoría son negativos, pero tienes que saber que se pueden cambiar.
-Luís, vamos a llegar tarde otra vez, date prisa.- Me apoyé en el marco de la puerta y suspiré cansada.
-Mamá, me estresas.- Contestó Luís buscando los guantes de portero por los cajones del escritorio.
-A lo mejor si recogieras este desastre de habitación los encontrarías antes.- Resoplé y miré mi reloj de muñeca.
Luís hinchó los mofletes reteniendo todo el aire y se echó las manos a la cabeza con desesperación.
-¿Sabes qué? Déjalo, déjalo, no quiero ir, ya está.- Se sentó en la cama y se empezó a quitar las botas seguidas de las calcetas.
-¿Qué dices Luís? ¿Cómo no vas a ir? Ya lo he pagado y de momento el dinero no me llueve.- Me crucé de brazos y lo miré con el ceño fruncido.
-Me da igual, ¿puedes salirte de mi cuarto por favor?- Se tumbó apoyando la cabeza sobre la almohada y se puso a mirar su teléfono móvil.
-Luís Cepeda Ocaña, levántate ahora mismo y calzate que nos vamos.- Sentencie recogiéndome el pelo en un moño despeinado.
-Detesto cuando te pones así.- Rodó los ojos y se calzó de nuevo.
Bajamos a toda velocidad las escaleras del rellano y nos subimos al coche. Luís encendió la radio y comenzó a sonar No Puedo Vivir Sin Ti. Tragué saliva y una sensación extraña me recorrió toda la columna vertebral provocándome un pequeño escalofrío al llegar a la última vértebra.
(Viernes 24 de junio de 2016)
-Hazme el favor de no moverte.- Refunfuñó él por milésima vez.
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Está Permitido || Aiteda
FanficTrece años. Trece años anclada en el pasado. Trece años pensado en que hubiera pasado si no me hubiera alejado de ti, si no hubiéramos tenido aquella discusión, si no hubieras cogido ese puto avión en aquel aeropuerto de Madrid a las 8:25 p.m. desti...