23. Vívela

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NARRA LUIS CEPEDA FERNÁNDEZ

(Sábado 6 de Julio de 2030)

Tierra mojada, petricor, piedras incustradas de manera descolocada pero con una lógica sobre las paredes que me vieron crecer, un roble que no entendía de años y que llevaba grabadas mi inicial y la de mi hermana, un columpio que se mantenía en pie a pesar de su larga edad y una habitación que se había mantenido desierta más de veinte años cuando el pajarillo decidió abandonar el nido.

Allariz, el Monasterio de Santa Cristina, Ribadavia, Castro Caldelas y Melón fueron algunos de los sitios que acabaron con la gasolina de mi coche, la energía de mi hijo y la memoria de mi teléfono. Decidimos la primera semana visitar los sitios más bonitos de Ourense. Luis se empeñó en aprovechar el viaje y así lo hicimos. La siguiente semana visitariamos sitios de A Coruña incluido Pontedeume, el pueblo de Míriam, por cabezonería suya de quedarnos hospedados en su casa.

-Y esto por aquí.- Dijo mi madre dejando su famosa empanada gallega sobre la mesa sentándose de una vez.

-Mamá por dios, ¿tú a quién te crees que tienes que alimentar? ¿A un convento entero?- Inché los mofletes mirando toda la comida que había sobre la mesa.

-Come y calla que estás hecho un espagueti. A ti lo que te hace falta es un buen cocido, que mucho gimnasio y mucho ejercicio pero comer poco.- Mire a mi hijo de reojo y negué riendo. -Y tú también hombre, que vas por el mismo camino que tu padre.-

-Mamá, que está dando el estirón, deja al pobre muchacho, no lo cebes.- Reí para después meterme un cacho de empanada a la boca.

-Tienes al niño desnutrido.- Me regañó señalando el menudo cuerpo de Luis.

-Es que yo me creo que con la novia pierde líquido de más.- Luis alzó la mirada abriendo mucho los ojos y mi madre me dió una colleja.

-Que cerdo eres.- Negó dando a entender que era un caso a parte y yo mire a Luis que se había puesto rojo como un tomate. -Míralo angelico, ¿cómo va a hacer esas cosas con lo pequeño que es?- Levanté las cejas rápido varias veces y mi hijo agachó la cabeza de nuevo escondiendo una sonrisa tímida.

Después de cenar hicimos las maletas, me despedí de mi madre prometiéndole que volveríamos pronto junto con Aitana a visitarla y nos subimos al coche con destino a Pontedeume.

-Mamá no te ha llamado, ¿verdad?- Desvie un momento mi mirada de la carretera para mirar a mi hijo y pude ver su preocupación.

-No... Pero seguro que está bien.- Volví a mirar a la carretera y solté un suspiro pesado.

-¿Puedo llamarla?- Hice una mueca y tamborileé el volante con los dedos.

-Prometimos no molestarla Luis.- Chasqueó la lengua y se cruzó de brazos mirando por la ventana. -Pero llámala, por lo menos a ti te lo cogerá...-

-¿No contesta tus llamadas?- Negué y mi hijo marcó su número.

Un tono. Nada. Dos tonos. Silencio. Tres tonos. El tick de la pierna izquierda de mi hijo comenzando a activarse. Cuatro tonos. La piel seca de mi labio inferior siendo devorarda por el manojo de nervios. Cinco tonos. Cruzamos miradas y tragamos saliva. Seis tonos. "La persona a la que llama no está disponible, por favor deje su mensaje después de la señal".

-Estará de fiesta con la tita Marta...- Dijo Luis apagado mirando la pantalla de su móvil.

-No, canceló su viaje a Barcelona.-

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