NARRA AITANA OCAÑA MORALES
(Lunes 1 de Julio de 2030)
-¿Por dónde vais?- Le di otro sorbo a mi taza jugando con el hilo de la bolsa de té.
-Por San Esteban del Molar, no sé, algo así pone en el GPS.- Dijo mi hijo al otro lado de la línea. -¿Y tú cómo vas?- Se me escapó una pequeña carcajada y negué.
-Os habéis ido hace apenas dos horas.- Dejé la taza en el fregadero y me senté en el sofá con el móvil pegado a la oreja.
-Pues yo ya te echo de menos.- Escuché decir al más grande de los dos un poco más alejado.
-Cállate que estoy hablando yo con ella hombre.- Escuché una pequeña risilla por parte de su padre y negué mordiendome el labio mientras esbozaba una sonrisa boba. -Mamá, cualquier cosa llámanos. Son quince días y aunque parezca poco no lo es.-
-Ya lo sé, no te preocupes, voy a estar bien, en serio. Además, la semana que viene me voy a Barcelona a ver a la tita Marta, no tenéis de que preocuparse.-
-¿No? Si me dices eso me quedo menos tranquilo. Marta es un torbellino. ¿Cuántas veces no te tuve que recoger borracha como una cuba porque Marta te había invitado a ir de chill?- Dijo Cepeda riendo.
Marta era mi mejor amiga desde que teníamos apenas tres añitos. Cuando tuve a Luis fue la que más me ayudó ya que a mis padres no les hizo ninguna gracia y colaboraron más bien poco. Había sido mi compañera de vida, siempre a mi lado, en lo bueno, en lo malo y en lo peor. Ella me compró el billete a Washington para ir a ver a Luis. Ella me animó a comprar las entradas para el concierto de Ana y Luis en el Wanda Metropolitano. Ella me dijo que sería buena idea tomarme unos días de relax sin gente por casa. Ella era la seguidora número uno de mis locuras y yo de las suyas. Éramos uña y carne.
Aproveché el día para limpiar un poco la casa, terminar esa serie que después de toda la movida de la mudanza no pude terminar mientras comía helado y renovar mi armario haciendo alguna que otra compra por Internet.
Estaba en el cuarto de baño secándome el pelo cuando escuché el ruido de unas llaves entrar por la cerradura. Fruncí el ceño y apagué el secador para comprobar que el ruido sólo había sido producto de mi imaginación, pero el corazón me empezó a bombear sangre a toda velocidad cuando escuché el chirrido de la puerta al abrirse y el pequeño golpe al cerrarse.
-¿Luis...?- Me asomé al pasillo que daba al recibidor y pude notar como mi corazón dejaba de latir de golpe y como se me bajaba al estómago impidiéndome respirar siquiera. -¿Qué-qué haces aquí?- Estaba muchísimo más asqueroso que antes.
Tenía el pelo más largo pero aún así se empeñaba en engominarlo y echarlo hacia atrás. Las ojeras le podían llegar a la punta de los pies fácilmente y olía a puro como siempre. La única pregunta que rondaba mi cabeza era, ¿cómo me pude enamorar de semejante bicho?
-Hacerte una visita después de mi pequeña paradita por la cárcel.- Quiso dar un paso hacia alante y yo retrocedí.
-No-no te muevas, vo-voy a llamar a la policía.- Me temblaba la voz y mi conciencia amenazaba con perder el conocimiento en cualquier momento.
-¿Segura que vas a llamar a la policía?- Agarró un cuadro de la entrada en el que salían Luis y su padre tocando cada uno una guitarra en el salón. -¿El padre del niño?- Me miró y mis piernas flaquearon.
-¿Qué es lo que quieres Lucas?- Intentaba sonar firme y estable, pero por dentro lo único que quería era correr al cuarto, encerrarme y llamar a Luis mientras lloraba como una descosida.
ESTÁS LEYENDO
Está Permitido || Aiteda
FanfictionTrece años. Trece años anclada en el pasado. Trece años pensado en que hubiera pasado si no me hubiera alejado de ti, si no hubiéramos tenido aquella discusión, si no hubieras cogido ese puto avión en aquel aeropuerto de Madrid a las 8:25 p.m. desti...