18- Todo lo necesario

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Una semana había pasado y Nicholas no había podido dejar de pensar en el giratiempo. La idea de volver al pasado y poder cambiar la historia hacía que se imaginara millones de historias en la cabeza, hacía que sintiera que por fin tenía una posibilidad. Sabía que era imposible que pudiera usarlo, Ebony no se lo prestaría y suponía que alguien notaría la diferencia si el se iba por todo el tiempo que necesitaba para salvar a James, además de que no sabría como salvarlo, después de todo no era quién para enfrentar a Lord Voldemort, pero lo hacía sentir más tranquilo. Solo tenía que prepararse, aprender un poco de más magia, y cuando estuviera listo, podría enfrentar a su peor enemigo y salvar al que sería su padre.

Esa idea lo hacía sonreír por los pasillos y, para sorpresa de sus amigos, esforzarse en clases y hacer todas las tareas que les dejaban sus profesores. Si quería prepararse debía hacer todo lo necesario.

La tarde del viernes, al término de la clase que Dumbledore daba para ayudar a los alumnos, Nicholas corrió a la entrada del aula, donde se encontró con el director saliendo con unos libros.

-¿Quiere que lo ayude?-preguntó, tomando los libros de los brazos de Dumbledore. Estaba tan feliz, lo único que quería era contarle su plan... espera, no podía. Si lo hacía Dumbledore lo detendría. Negó y volvió a sonreír-¿cómo ha sido su día?

Dumbledore lo miró en silencio unos segundos y dijo:

-¿Por qué no compartes la fuente de tu felicidad conmigo? A ver si yo me pongo igual de contento que tú.

Comenzaron a caminar hacia el despacho del director.

-Bueno, es un lindo día-dijo Nicholas. Dumbledore observó el día oscuro y lluvioso-además obtuve un 7 en Pociones, que para mi es increíble.

-El profesor Snape me ha contado que has estado esforzándote. La verdad es que todos los profesores me lo han contado. Debo decirte, mi muchacho, que estoy tremendamente orgulloso de ti.

Nicholas le sonrió con todos los dientes, y Dumbledore rió.-Esa sonrisa tuya.

El chico se encogió de hombros.

Llegaron a la oficina del director, Nicholas dejó los libros sobre el escritorio y se sentó en la silla que siempre usaba. Dio vuelta la cabeza en busca del armario de dulces, pero recordó que Lupin lo tenía en su aula.

-Oh-dijo decepcionado, pero Dumbledore agitó su varita y unas ranas de chocolate aparecieron frente al chico, mientras que frente a él, unos dulces de limón.

-Nicholas, quería preguntarte algo-dijo el director, sentándose en la gran silla detrás de su escritorio-te he notado... distinto estos días. El miércoles que nos vimos con suerte hablaste, y quería saber si hay algo que te gustaría decirme. Hoy llegaste corriendo y estabas a punto de decirme algo cuando al parecer cambiaste de idea, ¿o me equivoco?

-Nada... es solo que...-no se le ocurría que mentira decir, no podía dejar que Dumbledore lo supiera-quería que supiera que ya sé que voy a hacer cuando grande.

-Jugar en los Tutshill Tornados, ya me lo dijiste, muchacho-Dumbledore enarcó una ceja.

-Oh...-susurró Nicholas nervioso-¡lo había olvidado! ¡Quería contarle que la madre de Adrian...

-Tiene contacto con los Tutshill Tornados-terminó Dumbledore, mirándolo por sobre sus anteojos de media luna-extrañamente me dijiste estas dos mismas cosas el miércoles.

-Oh, entonces no hay nada que tenga que decirle la verdad-dijo el chico-sabe que no tengo la mejor memoria, señor-no podía estar más nervioso. Sabía que Dumbledore sospechaba algo.

Nicholas Riggs y el Prisionero de AzkabanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora