24- El perro

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Ahora que los exámenes habían terminado, Nicholas, Adrian, Riley y Emily podían descansar y pasear por los terrenos del colegio con toda la calma del mundo. Solo faltaba una semana para que tuvieran que volver a casa, y, más ahora que no tenían clases, los chicos estaban aprovechando al máximo su último tiempo juntos.

-Podrían venir a pasar las vacaciones a mi casa-dijo Adrian, mientras caminaban hacia la cabaña de Hagrid. Emily había comenzado a hacerse cercana también al gigante, y cada vez que podían, ahora que no tenían clases, lo iban a visitar.

-O a la mía-sugirió Riley-vivo en una granja grande, se divertirían mucho.

Nicholas vio como Adrian ponía los ojos en blanco, al tiempo que llegaban a la cabaña, felices y sonrientes, y tocaban la puerta. Hagrid abrió, pero el no estaba ni feliz, ni sonriente. En su cara, una mueca cargada de tristeza acompañaba a unos ojos llorosos por los que corrían gruesas lágrimas.

-¡Hagrid!-dijo Nicholas, sorprendido-¿que tienes?

Entonces Hagrid se le tiró a los brazos. Nicholas habría caído al suelo de no haber sido por como lo sujetaron sus amigos. Hagrid lloraba con desesperación apoyando la cabeza en el cabello de Nicholas, y el chico no sabía qué hacer. ¿Qué habría pasado?

-Hagrid... ¿que pasó?-susurró Nicholas, intentando darle palmadas en la espalda.

Adrian, Riley y Emily se miraban en silencio.

-¡Vienen a ejecutar a Buckbeak!-exclamó el gigante, en medio de sollozos.

-¿Cuándo?-preguntó Adrian.

-Hoy... en un rato-Hagrid se alejó de Nicholas, se sonó la nariz con un gran pañuelo blanco con puntos rojos que sacó de su bolsillo y entró a la casa. Adrian, Nicholas, Emily y Riley entraron detrás de él.

Hagrid se sentó en su gran sillón al tiempo que Riley preparaba el té, Nicholas sacaba las tazas, Adrian ponía el té en ellas y Emily las llevaba a la mesa. Todos se sentaron a su lado con sus tazas en la mano, esperando a que Hagrid dijera algo.

-No pude contra la confederación de animales peligrosos-comenzó Hagrid, con una de sus manos en su frente. Parecía como que le costara hablar-van a venir hoy y van a ejecutar a Buckbeak, y no sé que hacer.

-¡Es injusto!-exclamó Adrian.

Los demás niños asintieron.

-¿No hay algo que podamos hacer?-preguntó Emily.

-No lo creo, Em-susurró Hagrid. Él era el único que les ponía apodos-pero gracias.

-Tal vez Nicholas podría hablar con Dumbledore-dijo Riley, pero Nicholas negó.

-Estoy seguro de que Dumbledore ya intentó algo. Si vienen es porque él no tiene nada más que hacer, ¿no es así, Hagrid?

Hagrid asintió-si, Nicky. Dumbledore ya intentó todo, y no hay nada que se pueda hacer. Perdí, ellos ganaron, y van a ejecutar a Buckbeak.

Entonces Hagrid volvió a llorar con ganas y Nicholas se levantó a abrazarlo. Miró a sus amigos mientras tenía a Hagrid apoyado en su pecho. Todos miraban el suelo, tristes, desolados. ¿Cómo podían matar a una criatura tan magnífica por un estúpido error humano? Nicholas sentía todo su pecho mojado por las lágrimas de Hagrid, pero no le importaba. Debía apoyar a su amigo.

En eso, tocaron la puerta y Emily se levantó a abrir. Detrás de la puerta aparecieron Dumbledore, el ministro de magia, Cornelius Fudge, y alguien que Nicholas identificó como el que sacrificaría a Buckbeak.

Dumbledore y Fudge los miraron sorprendidos, Hagrid se levantó y carraspeó.

-Lo siento, señor. Los chicos venían a apoyarme-las lágrimas seguían cayendo por sus mejillas.

Nicholas Riggs y el Prisionero de AzkabanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora