Catorce.

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PAX

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PAX

Giró sobre sus talones, dispuesta a detenerlo cuando la puerta de la oficina se abrió y, al voltear para ver quién se había asomado, Ezekiel estaba cerrando la puerta. Sonrió al verla aún de pie en el pasillo; mas su sonrisa flaqueó un instante cuando notó a Bellamy alejarse. Supuso que incluso él podía notar la tensión del momento; esperó que no los hubiera oído.

—¿Todo bien? —preguntó, acercándose a ella. Pax soltó el aire que había aguantado hasta entonces y sonrió. La discusión había quedado entre Bellamy y ella.

—Sí —replicó esperando que su voz no delatara el mal estar.

Ezekiel la observó de hito a hito, como analizándola y Pax se abrazó a sí misma.

—Debería irme... —titubeó mirando el pasillo desolado excepto por ellos dos.

—¿Tienes que irte? —susurró, inclinándose hacia ella con una sonrisa coqueta—. ¿O puedes quedarte? Me gustaría mostrarte algo —sugirió en un tono de voz que reemplazó la amargura por un cosquilleo. El mismo que había sentido a las orillas del río el día anterior.

Con cierto resentimiento, le echó una última mirada al pasillo en dirección hacia donde Bellamy había desaparecido. Aún no podía creerlo. No podía comprender por qué Bellamy se había empecinado tanto en cuestionar a Milo. Pax sabía que tenía sus reservas, pero nunca imaginó que fueran tan intensas y, parte de ella, sospechaba que estas se habían intensificado luego de haberla visto con Ezekiel.

—Claro —replicó volviendo hacia él.

Ezekiel asintió satisfecho.

—Sígueme —pidió, señalando con la cabeza el lado contrario del pasillo.

Obedeció. Ezekiel vestía una camisa blanca causal con pantalones caqui. Se lo veía más relajado junto a Milo que antes. Tal vez era porque no tenía que hablar durante la reunión o simplemente se sentía más a gusto desde que habían llegado a Ramé. Tal vez sentía que no debía tratar demasiado.

Caminaron por el pasillo y doblaron hacia la derecha, donde Ezekiel se detuvo ante la primera puerta de la izquierda. Todas las puertas eran del mismo color oscuro y brillante madera. Cualquiera que no conociera aquel lugar como la palma de su mano, se perdería.

—Noté cómo mirabas los libros en la oficina de mi abuelo —comentó Ezekiel con la mano en el pomo y sus ojos en ella. El calor se asentó en el rostro de Pax—. Seguramente te gustará... —añadió, abriendo la puerta.

Pax ingresó, ya con la boca abierta.

Se encontraba ante una habitación preciosa. Había libros acomodados en las paredes de ambos lados como si sustituyeran los ladrillos de la construcción. Había un ventanal con cortinas blancas como en la oficina de Milo, solo que ante este había una escalera caracol que terminaba en un segundo piso: un balcón que recorría las cuatro paredes y más libros.

Vagary ll || Bellamy BlakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora