Treinta y tres.

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PAX

Añoraba una fuente de calor. Los dientes castañeaban incontrolables y abrazarse a sí misma ya no era suficiente. La caminata entre los árboles se volvía más ardua a medida que el viento frío aumentaba, chocando contra sus brazos desnudos.

Al levantar la mirada, se encontró con un cielo negro y supo que estaba a punto de llover. No ser porque el frío la tenía paralizada, hubiera reído histérica sin poder creer su suerte.

La primera gota cayó en su frente y la alejó con un movimiento de mano. Se sentía pegajoso como si fuera petróleo y frío. Pronto, la única gota que transformó en una lluvia torrencial y Pax se apuró entre los árboles; sintiendo el agua chocar contra su cuerpo, bañándola en la sustancia pesada.

Estuvo a punto de rendirse cuando divisó una cueva escondida a su derecha; se dirigió hasta allí cabizbaja para que la lluvia no le manchara el rostro, al menos no más de lo necesario.

Cayó hacia delante, las manos y piernas le ardieron al sentir la arenilla carmesí. Tosió como si acabara de salir de una pileta, pero era el agua de la lluvia tan pesada que se sentía envuelta en una bolsa de plástico.

Apoyó la espalda contra la pared de la cueva, observando el exterior bajo una cortina negra.

Todo había salido mal.

Hacía horas que llevaba a caminando en la desolación del desierto, entre la marea de árboles infinita, esperando encontrar o atisbar señal del domo, pero solo había hallado una lluvia torrencial que la había ensuciado de arriba abajo, temblando del frío más que antes y muerta de hambre. Debió haber pedido comida antes de dejar Hiwaga. El objetivo del plan era que Pax llegara lo más pronto posible a Ramé como lo había hecho cuando escapó de allí dirección a Hiwaga; pero no sabía exactamente cuánto tiempo le había llevado. La adrenalina que había sentido en ese entonces cuando escapó no era la misma. Al dejar Ramé, Pax no se había detenido en ningún instante, su único objetivo era poner distancia entre Milo y ella, y su instinto estaba tan a flor de piel que corrió como nunca lo había hecho.

Tal vez debería haber hecho lo mismo ahora; pero aún así, no habían previsto tal contratiempo.

Con el agua resonándole en los oídos, Pax se recostó en la arenilla, abrazándose a sí misma desde las piernas, esperando encontrar un poco de calor en su cuerpo; aunque fuera imposible. La ropa mojada, el cabello mojado... Todo ella estaba empapado. Y, lo que era peor aún, ni siquiera sabía cómo hacer una fogata. No se le había ocurrido en Hiwaga preguntarle a Esme cómo crear una. Tampoco llevó a cabo el consejo de Kia; pero, incluso si lograba hacer un cuchillo, ¿cuál sería el uso? No sabía pelear ni cazar tampoco encender una fogata.

Por primera vez, se sintió un punto insignificante en el planeta. Deseó encogerse hasta desaparecer. Tal vez así, el dolor físico y emocional, la presión que sentía en el pecho y en el estómago, desaparecería.

Cerró los ojos. Dormir era la segunda mejor opción.

 Dormir era la segunda mejor opción

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Vagary ll || Bellamy BlakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora