Veintidós.

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PAX

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PAX

Cuando despertó al día siguiente, sus ojos ardían de tanto llorar, su cabeza latía sordamente debido a la deshidratación. No quería levantarse, pero tenía la sensación de que, si no lo hacía, irían a buscarla.

Giró sobre la cama, los ojos entrecerrados clavados en el techo gris. Las luces azules seguían flameando más débiles que la noche anterior. Supuso debían reemplazarlas; a diferencia de la flor rojiza que Ezekiel le había regalado. Esta seguía posada en la mesita de luz junto a cama de la habitación que compartieron en la mansión.

Las lágrimas quemaron en sus ojos; su corazón latía con fuerza contra su pecho y sentía que no podía respirar. Nunca había sentido un dolor tan intenso. Era como si estuviera atrapada en una habitación de paredes negras que comenzaban a cerrarse en sí, atrapándola, dejándola sin aire de a segundos, atrasando una muerte inminente.

Pestañeó para que las lágrimas cayeran. Se sentía derrotada. Por más que buscara una razón para seguir adelante, no la encontraba. Pensó en lo que había dicho Bellamy la noche anterior, cómo sus palabras cortaron su piel como cuchillos. Era peor que lo que había dicho antes de sumirse a la criónica. Mucho peor. Hasta ese entonces, Pax no había caído en la cuenta de todo lo que esperaban de ella. Cuando aceptó ponerse al cargo, no imaginó que sería tan difícil. Debería haber sabido que una muchacha de casi veintidós años no podría hacerse cargo de todo. Debería haberle hecho caso a Marcus Kane. Cederle el paso.

Inhaló profundamente con los ojos cerrados. Si no se duchaba, irían a buscarla y la encontrarían hecha polvo. No quería que la vieran así; aún tenía algo de dignidad.

Apoyó los pies en el suelo con un gran esfuerzo, los músculos gritaron como si hubiera pasado horas en el gimnasio.

Se puso de pie y caminó hasta el baño.

Salió minutos después envuelta en una toalla. Se detuvo al instante cuando notó que no era la única figura en la habitación. Junto a la cama, Clarke Griffin estaba de pie. Notó que había dejado una pila de ropa sobre el colchón; seguramente parecida a la que ella estaba usando: pantalones oscuros de cuero que brillaban incluso en las sombras del cuarto, una remera del mismo material de mangas cortas con una capucha que colgaba detrás y unas botas del mismo color. Su cabello rubio suelto y seco con ondas naturales. Por milésima vez, se preguntó si había pasado algo entre Clarke y Bellamy; al instante se odió por ello.

—¿Qué pasó? —preguntó Pax, acercándose a la ropa en la cama. Clarke la siguió con la mirada.

—Esme quiere hablar contigo —soltó sin vueltas.

Dejó la toalla a un lado para vestir la ropa, sin importarle que Clarke estuviera aún junto a ella. Cuanto más natural actuara, mejor sería. La ropa que le había tocado era más holgada y simple que la de Clarke. Consistía en un pantalón también de cuero, con cordones que cruzaba la parte delantera de arriba abajo como si no hubieran tenido otra manera de mantener el material unido, una remera sin mangas de tela negra y unas botas. Allí abajo la temperatura era ideal, no hacía calor ni frío.

Vagary ll || Bellamy BlakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora