Veintiuno.

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PAX

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PAX

El aire llenó sus pulmones, lastimándolos. Se dejó caer en la arenilla carmesí, sabiendo perfectamente que no estaba dentro del domo pero sin fuerzas para seguir el camino. Arrastrarse como víbora a través del túnel había sido una osadía que preferiría jamás repetir.

Giró sobre la arena, apoyando la espalda en ella e inspirando profundamente. Allí estaba a salvo. A través de las hojas de los árboles veía las luces de la mansión al igual que las de un avión. Sonrió a pesar del dolor que sentía en los músculos y rasguños en la piel. Estoy a salvo, repitió su mente.

No podía detenerse.

Se sentó en el lugar, ahogando un gruñido. Pasó una mano rápida por su rostro, tratando de quitar los rastros de arenilla que se habían pegado en la piel.

Con un esfuerzo enorme, se puso de pie. Las piernas, que hasta ese entonces le quemaban, se apagaron ante el viento frío que sopló entre la cortina de hojas oscuras bajo el cielo negruzco. Estas cortinas eran considerablemente más cortas que las que estaban dentro del domo; las del exterior se asemejaban más a las palmeras.

Suponía que encontraría más diferencias entre lo que había visto en Ramé y lo que se hallaba allí fuera; pero habría tiempo para eso. Ahora debía concentrarse en encontrar a los Hiwagas.

Comenzó a caminar hacia el norte. Su pierna dolía de tal forma que luchó por no dejarse caer ni soltar grito alguno. Detuvo los pensamientos en cuanto derivaron hacia Murphy y todos a quienes había dejado a merced de Milo. Debía seguir las direcciones de León, era la única forma que tenía de salvarlos.

El día en que León que contó todo sobre la sociedad que vivía fuera del domo: los Hiwagas; Pax se encontró entre la espada y la pared. Sentía que, todo lo que había creído hasta entonces, se derrumbaba como castillo de arena. Sin embargo, la sinceridad en los ojos y voz de León no le permitió dudar de la palabra que dejaba sus labios.

Una noche cuando Ezekiel dormía en la cama, Pax se levantó y dejó la habitación para la charla diaria con León sobre los Hiwagas. Aquella noche oscura y silenciosa excepto por la lluvia, León le contó sobre Hiwaga y cómo salir del domo. Esperaba que nunca tuvieran que escapar de forma precipitada pero, por si acaso, León le contó que debía caminar hacia el Norte. Si estaba perdida, debía recordar caminar derecho desde el balcón de su habitación. Allí fue cuando recordó la discusión con Bellamy, un vacío se asentó en su corazón que no hacía más que ensancharse a cada segundo que pasaba lejos de él y ocultándole información.

Los Hiwagas vivían bajo tierra debido a la constante amenaza que la gente en Ramé presentaba. Su gente, la de la Tierra, no habían sido los primeros objetos que habían utilizado en su búsqueda para lograr vivir fuera del domo. Las personas que se escondían de Milo y su ambición habían sido los pioneros en esto. Se trataba de un grupo de gente que podía vivir con el oxígeno del exterior, bajo el sol y la lluvia petrolera. Al enterarse saber de lo que eran capaces, escaparon, jurando que algún día volverían. Aquel día todavía no había llegado; hasta entonces, vivirían escondidos bajo tierra.

Vagary ll || Bellamy BlakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora