Capítulo 2: Crowley

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Crowley no era tan puntilloso como Aziraphale en cuanto a las normas de la casa; por consiguiente, muchas veces sus hijos lo tomaban como un hermano más en vez de un padre, y otras pasaban de él completamente, como si su autoridad fuera cosa de risa.

-No fastidies, papá...- le contestó Terry con un bostezo de aburrimiento, cuando le preguntó cuando pensaba hacer su ritual de iniciación demoníaca.- Ya te dije que no me interesan esas cosas. Ni siquiera vivo en el infierno, así que, ¿para qué?

-Escucha una cosa, hijo, es importante para un demonio probar su capacidad de transformarse en bestias demoníacas. Tu hermano Neil ya lo hizo, y es un año más joven que tú...

-Él lo hizo para impresionar a Crepa y porque se le dio la gana. A mí no me importa ganarme la aprobación de esos viejos del consejo infernal. Déjame en paz.

Crowley no supo que contestarle, porque en verdad él tampoco lo había hecho en su momento y no era como si le importaran mucho las reglas infernales. Sin embargo, esos pequeños detalles le servían para comprobar que el respeto que sus hijos sentían por él era variable. Armándose de paciencia, intentó acercarse a cada uno por separado y establecer un vínculo adulto con ellos. Los resultados fueron, una vez más, variables.

Neil era su viva imagen, acercarse a él fue sencillo y gratificante. Terry lo rehuía; con él le tomaría más tiempo. David y Michael eran su orgullo, compartían su amor por la velocidad y conducían sus motos con la misma pasión con la que él conducía al Bentley. Sus hijas gemelas Raven y Lilith, si bien tampoco respetaban mucho el concepto de autoridad, eran rebeldes como él y eso le gustaba. Decidió acompañarlas a hacerse sus tatuajes, algo que puso como loco a Aziraphale.

-¡Son apenas unas niñas de veinte años!- se lamentó el ángel.- Crowley, tatuarse es peligroso. Diles algo. ¡No las alientes a hacer algo así siendo tan jóvenes!

-Ángel, no te pongas así, no es para tanto- lo calmó con dulzura, mientras lo abrazaba y le daba un beso en el pelo.- Son demonios, no es como si el dolor fuera algo que las amedrentara. Además, iremos con un demonio de mi confianza, no a cualquier tugurio humano. No te preocupes por ellas, estarán bien. Te lo prometo.

Mientras conducía, se tocó levemente su propio tatuaje. Ya no recordaba quien se lo había hecho, pero sí recordaba por qué: sin tatuaje, tendría que haber llevado a su serpiente mascota sobre la cabeza, algo que siempre le pareció ridículo. Los animales mascota eran un símbolo de su unión con el lado salvaje de la vida, con el desprecio por el orden establecido y la imagen. Los demonios siempre llevaban marcas, olores, animales e insectos, tanto dentro como fuera del infierno. Él, como residente del mundo humano, había elegido tatuarse antes que andar con una serpiente negra sobre su cabeza; si bien había sido doloroso, fue solo una vez y luego ya pudo quedarse tranquilo. Eso mismo le dijo a sus hijas.

-Ustedes son mitad ángeles, así que no necesitan tatuarse. Sin embargo, ya que lo hagan, con él podrán controlar mejor su transformación en serpiente; dolerá, pero valdrá la pena.

-Papá, ¿y si no nos tatuáramos, que pasaría? ¿Nos saldrían marcas como a tus amigos? ¿Nos veríamos obligadas a llevar animales sobre la cabeza tarde o temprano?

-No. Solo los demonios puros tienen estas reglas especiales. Así como solo los ángeles puros tienen esas marcas doradas en la cara.- Sonrió.- Ustedes son realmente mucho más libres de lo que Aziraphale y yo somos. Pueden hacer lo que quieran, ir a donde quieran, tener la forma que quieran, hacer milagros, tener alas, adoptar formas diminutas, cualquier cosa. Por toda la eternidad, ya que son inmortales por ambos lados.

-Vaya, papá... cuando lo dices así, asusta un poco...

-Lilith, querida. La libertad absoluta asusta un poco. Pero te aseguro que asustaría mucho más saberte prisionero para siempre de un solo bando.

-Mamá Zira y tú se sintieron así por seis mil años, ¿no?- inquirió Raven mirando a su padre con algo de pena.- Cuando no podían estar juntos, y debían reunirse a escondidas.

-No éramos dueños de nosotros mismos. No podíamos amarnos libremente, y eso fue mucho más doloroso que ninguna otra cosa. Por eso las estoy acompañando a hacerse sus tatuajes infernales. Esa fue una decisión que tomaron ustedes, no que les fue impuesta, y eso me alegra tanto que quiero sí o sí estar a su lado cuando lo hagan.

Lilith y Raven se sintieron tan conmovidas que, a pesar de ser reacias a mostrar ternura, lo abrazaron y caminaron con él del brazo hasta el recinto del tatuador, un demonio con aspecto de espantajo  y largos cuernos. Crowley se sintió feliz por ellas, y por sí mismo, porque a pesar de no ser el padre más ejemplar del mundo, era lo suficientemente bueno como para darles la libertad de la que él no había podido gozar en varios milenios.

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