Beelzebub, señora de las moscas y mano derecha de Lucifer, tenía una filosofía de vida muy simple: no mover un dedo para ayudar a otros, a menos que le reportara un beneficio. En ella no había tal cosa como empatía, solidaridad o tan siquiera decencia: si alguien iba a su oficina en busca de ayuda, ya podía esperar sentado, porque la ayuda no le llegaría jamás. Naturalmente esto era considerado como lo más normal entre su gente, ya que un demonio por definición no podía ser amable. Sin embargo, para otros como Gabriel seguía siendo incomprensible que se negara a aflojar su postura ahora que las relaciones entre el Cielo y el Infierno eran amables.
-No lo entiendo, Beelzy. Nuestros jefes firmaron un pacto de paz; ya no tenemos que ser enemigos si no queremos, podemos relajarnos y vivir la vida que queremos en vez de la que han dictado para nosotros.
-Oye, tú...
-¡Mira a Aziraphale y Crowley! Nos traicionaron y ahí los tienes ahora, con diez hijos y una vida muy feliz.
-Baja la voz, me duele la cabeza...
-¡Pero...!
-¡QUE TE CALLES!- exigió Beelzebub molesta y dándole un golpe en el estómago, logrando de inmediato que se callara.- Te he dicho que me duele la cabeza. ¡Cállate y déjame tranquila!
Antes que Gabriel recuperara el aliento, Beelzebub se esfumó para no tener que pedirle disculpas. Gabriel siempre era igual, siempre le hablaba con tanta superioridad como si ella fuera una niña caprichosa y no la líder demonio que realmente era. Sí, sabía perfectamente que sus bandos estaban en paz, pero eso no significaba que ella tuviera que cambiar su modo de ser. Todavía odiaba relacionarse con otros, ser amable y esas idioteces tan de humano. Pero justamente a raíz de la gran familia de Crowley, era que tantas cosas estaban cambiando a su alrededor.
Los demonios, por lo general, no se reproducían. Adoptaban sus formas animales para causar más estragos y para viajar más rápido, pero no para mantener relaciones sexuales que dieran como resultado el nacimiento de criaturas. Crowley, una vez más, rompía las reglas de todo lo conocido. Era padre junto al ángel de diez hijos híbridos, toda una revolución en el mundo espiritual. Como líder infernal ella había estado muy al pendiente del asunto, sobre todo al principio. Había enviado a sus demonios de confianza a que vigilaran al ángel y le informaran del progreso de los huevos, y más tarde, del desarrollo de los bebés. Eran serpientes sanas y con personalidades varias, que iban desde lo más angelical a lo más retorcido. Tiempo después, dio por finalizada la viglancia y decretó que Crowley y su familia no representaban ningún peligro, y que por lo tanto debían dejarlos tranquilos.
"De eso han pasado años" pensó mientras entraba a una licorería y compraba varias botellas. "Esos niños ya se han hecho grandes, hasta tengo a una volviéndome loca con que quiere ser mi aprendiz. ¡Pero yo solo quiero que me dejen en paz! No me gusta tener que jugar a los amigos solo porque ahora nuestros bandos han dejado de pelear".
Vaciló y detuvo sus pensamientos. Realmente no tenía nada en contra de los hijos de Crowley, y hasta le parecía divertida la ironía de que una de sus hijas quisiera unirse a ella, siendo que él había sido un traidor en el pasado. Pero por más que le cayeran bien, o precisamente porque le caían bien, quería seguir manteniendo su distancia.
"Los demonios no podemos sentir cariño o empatizar con otros. Y si lo hacemos, tiene que ser alguien de nuestra propia raza, no con híbridos o ángeles. Eso equivaldría a ser amistoso, ¡y eso sería una vergüenza para un demonio maligno como yo!"
"Mentira" dijo otra voz en su cerebro. "El tratado de paz se hizo justamente para borrar esas barreras ideológicas, y que todos pudieran ser amigos de todos. Si te alejas de ellos es por un capricho, no por un mandato superior".
-¡Silencio!- exclamó en voz alta en plena calle, llamado la atención de los transeúntes.- ¡No quiero oír estúpidos consejos de nadie sobre como actuar!
"Soy tu conciencia. No puedes callarme. Entonces, ¿por qué en vez de gritar no reflexiones sobre lo que dices?"
-¡No necesito reflexionar nada! Me parece bien que esos chicos existan y se relacionen con nosotros, pero yo no tengo por qué jugar a la amiga. No me interesa.
"Claro que te interesa. Cuando ellos crecieron de forma acelerada y pasaron de bebés a niños, te sentiste mal por no haberlos visitado más. Por haber perdido el tiempo con orgullo en vez de ir y conocerlos, y jugar con ellos, siendo que te hubiera encantado hacerlo".
Beelzebub se puso roja y regresó al infierno velozmente, dejando todas sus botellas sobre su escritorio y desplomándose sobre su silla. ¿Eso era cierto? ¿Sentía un cariño extraño por los hijos de Crowley y Aziraphale? Extraño, porque no le gustaba ser sentimental, y porque nunca había necesitado de hacer amigos. Gabriel no contaba. Ese arcángel no era su amigo ni de chiste.
"Claro que no es tu amigo. Es tu enamorado, todo el mundo lo sabe y quedas bien ridícula negándolo" dijo la traviesa voz de su consciencia, haciendo que gritara y prendiera fuego otro trozo de sillón desvencijado, el que usaba para echarse una siesta de tanto en tanto.
"No puedo aceptarlo así como así. ¿Amigos? ¿Compañeros? ¿Amor? Los demonios no tenemos nada de eso. Lo perdimos todo al caer, y es imposible que lo recuperemos".
Y sin embargo Crowley, un caído, lo había recuperado todo, y hasta había ganado más. Una familia llena de amor, de esperanza, todas esas cosas que los demonios se obligaban a descartar de sus propias mentes, para no encariñarse con lo imposible. Si Crowley había podido, y si sus bandos estaban en paz... ¿significaba que podía permitirse pensar en otras cosas aparte de desgracias?
"Llama a Gabriel, anda. Te mueres por hacerlo y pedirle perdón por el puñetazo que le diste hoy".
Beelzebub, señora de las moscas, se pisó con fuerza para no sonrojarse. Ya demasiado humillante era tener que admitir que sí quería hacerse amiga de otros, como para encima admitir que también le gustaba el arcángel Gabriel. Eso hubiera sido demasiado.
"Gabriel, idiota. Siempre termino haciéndote caso al final. Iré a visitar a Crowley y su familia y veré que pasa... ¡Agh, por eso te odio tanto! Me haces hacer cosas que yo no quiero. ¿Qué clase de magia usas para alterar mis pensamientos y mi corazón?"
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Serpientes Inefables Fictober
FanfictionSerpientes Inefables es una historia que narra la odisea de Aziraphale, quien un día amanece convertido en serpiente, y Crowley, que para hacerle compañía decide hacer lo mismo. Milagrosamente aunque ambos son machos, Zira pone diez huevos. Este fan...