Capítulo 11: Nina Luna

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De todos los hijos de Aziraphale y Crowley, solo Nina Luna había heredado el desbordante amor por los libros de su madre. Era como si le hubiera pasado ese amor a través del huevo.

Nina Luna contaba solo diecisiete años; estaba en su último año de secundaria, un momento importante en la vida de todo adolescente, y ya tenía totalmente decidido lo que quería hacer. No estudiaría carrera como sus hermanos mayores, al menos de momento: lo que haría sería ponerse como aprendiz de su mamá en la librería, donde esperaba aprender todos los secretos de un buen librero. Ya la había ayudado en otras ocasiones a atender a los clientes, o a limpiar el local en sus ratos libres. Lo que haría ahora sería dar el siguiente paso, y no cabía en sí de gozo por la expectativa.

-No veo la hora de poder poner mano en esos libros antiguos- contó a su hermana menor, Crepa, una tarde mientras hacían los deberes.- Mami tiene secretos para mantenerlos impecables, y también me enseñará a distinguir originales de copias.

-¡Qué bueno, Nina! 

-Es buenísimo. Es mi sueño, y no lo cambiaría por ninguna otra cosa. 

Nina tenía su cuarto ocupado por varias estanterías llenas de libros, ensayos, pergaminos y otras cosas igualmente antiguas. Le encantaba dedicar su tiempo libre a cultivarse en todas las ramas de la literatura, llenar su diario con sus pasajes favoritos, desvelarse mientras descubría una nueva historia fascinante. Solía despertarse con ojeras por haber dormido mal, y en un par de ocasiones, su mamá la había sorprendido con la luz prendida a altas horas de la madrugada, leyendo en su cama en vez de dormir como correspondía.

-¡Querida, por favor! Debes cuidar mejor tu cuerpo humano... no puedes pasar toda la noche leyendo, prométeme que no volverás a hacerlo.

-Pero mamá...

-Mamá nada.- Aziraphale sonrió y le acarició el cabello, en el fondo encantado de ver que Nina tenía un amor genuino por los libros.- Eres inmortal, querida. Tienes literalmente todo el tiempo del mundo para leer, no necesitas desvelarte así de nuevo.

-Creo que tienes razón- admitió la chica.- Lo siento, no era mi intención disgustarte.

-No estoy disgustado, Nina. Solo un poco preocupado. No quiero que la ansiedad por convertirte en librera te haga cometer imprudencias.

Después de eso, Nina se obligó a acostarse más temprano y a repartir su tiempo más equitativamente entre su hobbie y sus deberes de alumna: al fin y al cabo iba a graduarse, y tenía que estudiar bastante para no dejar pendiente ninguna materia. Terry, que había sido el mejor promedio de su clase desde los quince años en adelante, se ofreció a ayudarla y para tal motivo regresó a la casa, dejando su departamento de soltero al cuidado de un amigo.

-Hermano, no tengo palabras para agradecerte tu ayuda. Tienes tantas responsabilidades, y sin embargo...

-No te preocupes, Nina, no es como si me costara. Me entregaron mis notas hace días, así que tengo tiempo de sobra para guiarte. 

-Además, imagino que para ti el nivel de secundaria ya se quedó pequeño, ¿verdad?- intervino Misha, que pasaba por ahí y se sentó para hacerle compañía a su hermana.- Oye, ¡que yo también puedo ayudarte!

-Ah... sí, gracias hermano...

Nina se consideraba inteligente y culta, como Aziraphale, y en verdad lo era. Pero a diferencia de su madre, no tenía mucho tacto a la hora de tratar con otros que consideraba por debajo de su nivel académico. No es que despreciara a Misha, quien de hecho era muy buen estudiante: pero con los altos estándares que se había forjado para sí misma, cualquiera que no fuera perfecto solo la hacía sentir que perdía su tiempo. A su criterio solo Terry y su tía Anathema alcanzaban ese nivel de inteligencia necesario para enseñarle a alcanzar las mejores notas, y su incomodidad se hizo evidente al cabo de unos minutos. Misha, dolido pero intentando disimular, se levantó diciendo que tenía cosas que hacer.

-Suerte con tus deberes, Nina. 

-Bien, ahora podré concentrarme en memorizar los pasajes de la novela que hemos estado leyendo todo el mes... ¿Eh? ¿Qué sucede, hermano?- preguntó al ver la expresión seria de Terry, seria al punto de ponerla nerviosa.

-Eso no estuvo bien, Nina. No debes tratar así a tus hermanos. Me sorprende de ti que tengas esa actitud.

-¿Así cómo? ¿Qué hice?- inquirió la futura librera con algo de vergüenza, pues intuía que de alguna forma había cometido un error. Terry señaló a las escaleras.

-Misha se sentó aquí para ayudarte también, y tú lo hiciste sentir que estaba sobrando. ¿Te parece bonito? Puede que yo tenga mejores notas, pero eso no significa que la ayuda de los demás sea menos que la mía.

Nina se quedó completamente roja ante el regaño del mayor, y no supo como contestar. Terry, que odiaba las injusticias, agregó:

-Nina, la inteligencia no lo es todo. El conocimiento no lo es todo. Entiendo que quieras graduarte como la mejor y seguir el camino de mamá, pero recuerda que tienes una familia que se interesa por ti y que ellos merecen tu atención tanto como tus libros.

-Yo... no era mi intención ser desagradecida o pedante... no soy así, lo juro...

Después de eso la sesión de estudios se disolvió, pues la propia Nina Luna quiso retirarse a su cuarto y estar sola un rato. ¿Acaso su exceso de confianza la estaba volviendo arrogante? ¿Se creía superior a los demás? Sacudió la cabeza con fuerza. No podía ser, no debía dejar que fuera. No podía permitir que su amor por los libros la volviera egoísta y altanera, al contrario, debía usar ese amor para convertirse en una mejor persona, una mejor ángel, capaz de relacionarse con todos tal y como Aziraphale lo hacía. 

"Es evidente que me falta mucho para ser como mamá. Tengo muchas más cosas que aprender aparte de los secretos de una buena librera".

Serpientes Inefables FictoberDonde viven las historias. Descúbrelo ahora