Capítulo 15: Anathema

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Anathema Device había estado ahí cuando los hijos de Aziraphale y Crowley salieron del huevo. Ella, como todos los demás amigos de la pareja, se había hecho presente para el nacimiento, ayudándolos en todo lo necesario durante los primeros días como la buena amiga que era.

Desde hacerse cargo de la librería de Zira por un tiempo, hasta colaborar con las labores domésticas que Zira no podía hacer y para las que Crowley era inútil: ella se arremangó la blusa y se puso manos a la obra, feliz de poder ayudar y estar cerca de los niños. Todavía no sabían cómo era posible que dos serpientes macho hubieran tenido hijos, pero en realidad era lo de menos pues todo lo que de verdad importaba eran los bebés. De todos los colores y tamaños, Ana los lavaba y acomodaba la enorme cuna para que durmieran cómodos, hacía las compras para que Crowley y Zira pudieran pasar más tiempo con ellos. Eran diez pequeños milagros, daba igual cual fuera su origen. Estaban, existían, y Ana estaba feliz de ser parte de su crecimiento.

-La primera vez que me dijeron "tía Ana", casi lloro- confesó ella serenamente, con una taza de café entre las manos. Estaba en su sala rodeada de las hijas de Zira, que ahora eran ya señoritas de entre dieciséis y veinte años, y acababan de volver de tiendas; habían ido a elegir su vestido de novia, pues después de tanto tiempo por fin Newton y ella darían el gran paso. Crepa, la más joven, sonrió ampliamente y dijo:

-Cuando salimos del huevo tú estabas ahí, y siempre que precisamos también estuviste. ¿Cómo no íbamos a considerarte como parte de la familia?

-Sería imposible- confirmó Nina Luna.- Para nosotros eres importante, tía Ana.

-¿En ese momento imaginaste que terminaríamos siendo tus damas de honor?- preguntó Moonie, que estaba enroscada a un alto tronco colocado allí solo para ella. Anathema negó, divertida.

-No, no lo imaginé. Básicamente porque eran bebés recién nacidos. ¿Cómo habría podido imaginar que crecerían de forma acelerada? De repente ya no eran bebés sino niños, y al poco tiempo adolescentes. 

-Sí, supongo que debió ser sorprendente- acotó Lilith.

-Mucho. Por poco y me deprimo, me sentí vieja de golpe al ver que los bebés a quienes había cuidado eran ya jóvenes que iban a la secundaria y tenían citas- confesó Ana riendo, dejando su taza para no derramar café.- Pero luego lo charlé con su madre, y me hizo ver que no debía sentirme mal. No era que yo fuera vieja, es que ustedes se hicieron grandes.

-¡Serás la novia más linda del mundo!- exclamó Raven con voz potente, chocando palmas con ella.

-Gracias... ¡El vestido que elegimos es un sueño! Muchas gracias a todas, su ayuda fue invalorable. Yo sola no me habría sentido cómoda...

-Es una lástima que tu mamá no haya podido venir.

-Al menos vendrá para la boda. Está bien, no la tengo a ella ahora pero las tengo a ustedes. Mis damas de honor, mis sobrinas y amigas.

Era cierto. Eran sus amigas tanto como Aziraphale. Con los varones la relación era un poco diferente, pero supuso que era normal haberse distanciado de ellos después que crecieran. Eran jóvenes llenos de energía y metas y los quería mucho, pero no hubiera podido hablarles de su relación con Newton con la misma confianza que a las chicas, ni compartir ciertas salidas.

"Está bien" pensó luego de que sus invitadas se marcharan y ella se abocara a lavar la vajilla de la merienda. "Sé que de todas formas siempre podré contar con ellos. También son mi familia".

Después de guardar el último platito, suspiró y entró a su habitación a contemplar su vestido. Lo sacó de su percha con cuidado y lo extendió sobre la cama para verlo mejor, toda una obra de arte bordada a mano con un velo a juego cargado de flores. Se sonrojó al imaginarse caminando con él hasta el altar, y pensó una vez más en el largo camino que había recorrido hasta llegar a ese momento.

Newton era el hombre de su destino, lo había sabido desde que leyera las primeras profecías sobre él. Pero más allá de lo que Agnes hubiera profetizado al respecto, ambos habían desarrollado una relación íntima propia, que no tenía nada que ver con tradiciones antiguas. Después de su precipitado comienzo (con el Apocalipsis tocando a su puerta), se habían tomado mucho tiempo para conocerse más, para disfrutar juntos, para integrar sus rutinas hasta desarrollar un ritmo propio. Anathema había ido con él a Londres para conocer a su madre, y él había aceptado convertirse en amo de casa para que vivieran juntos en Tadfield, el pueblo de sus sueños. Ambos eran felices, libres por fin de ataduras y querían seguir así por muchos años más. Repentinamente sonrojada, Ana llamó a Newton y aguardó impaciente que le contestara.

-¿Ana? Cariño, lamento estar tardando, tuve que llevar a Dick Turpin al taller y después ir a retirar un encargo a...

-Está bien, Newt, no te preocupes. Solo quería saber cuando llegarás. ¿Ya estás volviendo?

-Sí, querida. Dentro de quince o veinte minutos llego.

Quince o veinte minutos. Eso era tiempo más que suficiente para cambiarse de ropa, guardar el vestido de novia y esperar al amor de su vida para darle un enorme beso, uno a la altura de la emoción que estaba sintiendo en ese momento.

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