Capítulo 17: Dagon

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Dagon se sentía feliz de poder trabajar a las órdenes directas de Beelzebub, señora de las moscas y gran líder del Infierno. Era una posición de privilegio por la que muchos demonios darían un brazo, y cuidaba con celo de su puesto como si la vida le fuera en ello. Sabía que al menor descuido otros no vacilarían en quitárselo, lo cual no permitiría, así que para ella las prioridades eran claras.

-Crowley, ya te he dicho que no tengo tiempo de llevar a tus hijas de excursión por los Círculos- le dijo con hastío al pelirrojo una tarde de octubre.- Ya están grandes, si quieren venir que lo hagan por su propia cuenta. Yo tengo otras cosas que hacer.

-Dagon, ¡no seas así! Raven y Lilith están muy entusiasmadas, ahora que por fin tienen sus tatuajes infernales pueden llegar hasta las partes más profundas del averno y necesitan una guía. ¿Qué te cuesta?

-¿Qué me cuesta? Tiempo, cabeza de chorlito. La señora Beelzebub salió y debo ocuparme de mucho papeleo en su nombre, y eso es más importante que ser la guía de nadie.

-Hablas como si no las quisieras- balbuceó Crowley fingiendo un berrinche.- Con lo mucho que ellas te...

-Ni lo intentes. Recuerdo muy bien lo mucho que me "quieren" tus gemelas, y no es para nada halagador- cortó Dagon con los ojos entrecerrados, recordando las muchas travesuras de Raven y Lilith y las diversas secuelas que le ocasionaran.- Pídeselo a otro. Yo no gastaré mi tiempo en ellas.

-Que diría Uriel de tanto egoísmo- exclamó Crowley con la puntería de un dardo bien arrojado: Dagon se sonrojó ligeramente y exigió con voz áspera que le explicara su comentario, y qué tenía que ver Uriel en el asunto.

-Contéstame, vamos. ¿Por qué mencionas a Uriel así tan de repente? ¿Qué tiene que ver ella con esto?

-Bueno, pues... cuando fuimos al Cielo con Zira a llevar a nuestra niña Crepa, Uriel hizo de guía y fue más que amable- contestó Crowley como al descuido, pero mirándola de reojo.- Se ve que allá arriba manejan otros modales con los visitantes, tengan trabajo o no.

Dagon se dio vuelta para no mostrar debilidad ante Crowley, pero era cierto que en el Cielo se trataba mejor a las visitas. No antes, claro: ella sabía perfectamente que hasta hacía unos años, los arcángeles eran igual de bastardos que los demonios. Pero después del tratado de paz entre Dios y Lucifer todo había cambiado, y en las raras ocasiones en que tuvo que pisar el cielo todos habían sido muy correctos, sin demostrarle la hostilidad que ella se hubiera esperado. Uriel, sobre todo, era muy servicial con cualquiera que requiriera su ayuda. Crowley, atento a su largo silencio, aprovechó para seguir picándola.

-Sería una pena que se diga por ahí que los demonios no están al nivel de los ángeles en cuanto a modales- siseó de forma insidiosa, logrando que Dagon descargara un golpe sobre su escritorio.

-¡Ya basta! No sabes de lo que estás hablando, idiota. ¿Quién dijo que aquí no sabemos recibir a las visitas? Trae a tus hijas y ya verás quien es mejor guía. Me tendrás que pedir disculpas de rodillas.

Después que Crowley se marchara con una horrible sonrisa de satisfacción, Dagon se sentó en su silla y se pasó una mano nerviosa por el cabello desgreñado. ¿Por qué había actuado tan impulsivamente? Era cierto que tenía mucho trabajo, y también era cierto que no quería ver a aquellas horribles gemelas. Aunque ahora eran adultas, para ella seguían siendo dos salvajes irritantes que gustaban de faltarle el respeto porque sí. Entonces, ¿por qué cayera en la burda trampa de Crowley? Podría haberlo echado. En cuanto a que le mencionara la buena disposición de Uriel... bueno...

"No necesita decirme que Uriel es amable y educada, yo ya lo sé. La conozco mejor que él" pensó airada mientras seguía revolviéndose el cabello. "Cambió mucho y ahora es de lo más agradable, lo cual... es repugnante... quiero decir, ella..."

Dagon se puso tan nerviosa que su mano levantó temperatura y parte de su pelo se empezó a chamuscar, haciendo que perdiera todavía más la calma. ¿Por qué pensar en Uriel la ponía así? No era más que una enemiga... bueno, ahora debería decir aliada, pero de todas formas. No tenía motivos para pensar en ella y que eso la hiciera perder la tranquilidad, y cometer impulsos estúpidos como aceptar ser guía de Raven y Lilith. Pero dado que ya había empeñado su palabra, no le quedaba más remedio que preparar todo para esa visita. Ni Crowley ni nadie podría decir que los demonios no tenían palabra.

-¿Señora Dagon?- Musito un demonio mensajero entrando con cuidado a su oficina.- Con permiso...

-¿Qué quieres? Estoy muy ocupada.

-Llegó esta carta de arriba para usted.

Dagon tomó la carta y la abrió con desconfianza, pero al reconocer la letra de Uriel sonrió. Tal vez si ella estuviera allí de cuerpo presente sus nervios habrían hecho explotar su cabeza, pero una carta era mucho más relajante y segura. Además, pensó respirando hondo, nadie la estaba viendo. Podía darse el lujo de sonreír un poco antes de la ominosa tarea que se le avecinaba.

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