Capítulo 5: Raven

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Raven era la tercera hija de  Aziraphale y Crowley. Tenía 20 años humanos, pero el instinto travieso y caótico de una demonio mucho mayor. 

Desde niña había mostrado gran talento para las travesuras y la desobediencia en general. Junto a su hermana gemela Lilith solían escaparse mucho fuera del hogar a explorar la ciudad, y también Tadfield, cuando pasaban temporadas en la cabaña familiar que Aziraphale y Crowley tenían allí. Sabían que no era correcto irse solas hasta no tener dominados sus poderes, pero su instinto rebelde era más fuerte. Raven se observó al espejo mientras se peinaba y sonrió al recordar hechos y anécdotas de su infancia.

-Oye, Lil- interpeló a su hermana cuando la vio entrar al cuarto que compartían en el dormitorio de la universidad.- ¿Recuerdas cuando le echamos un conjuro a Dagon y tuvo que volver al infierno con las cejas tan tupidas que le tapaban los ojos?

-¿Qué? ¡Ahh, sí! Sí, me acuerdo. Fue en la época en que la señora Beelzebub la había enviado a espiarnos, ¿no?

-Sí- asintió Raven, inexplicablemente tentada.- Ese mismo día huimos al bosque y enterramos el collar favorito de Neil, después que nos regañara por atacar a una demonio mayor.

-Neil siempre fue un mandón, pero visto desde la distancia a lo mejor tuvo razón en enojarse- comentó Lilith.- Dagon pudo haber puesto en peligro a nuestros padres, hablándole pestes de nosotros a Beelzebub.

-Bah. No pasó nada al final, Neil terminó poniéndola de niñera de Crepa y santo remedio.- Raven se miró una última vez y sonrió satisfecha, pasando a buscar en su armario ropa para cambiarse.- ¿Crees que el collar sigue ahí enterrado? Neil nunca supo que fuimos nosotras.

-Diablos, no lo hubiera recordado si no lo hubieras mencionado recién. Supongo que sigue ahí.

Raven volvió a reírse y entró al baño a darse una ducha rápida, cambiándose luego con esmero. Sus jeans negros y llenos de rasgaduras eran nuevos y le calzaban perfectamente, su playera verde militar con chapas de adorno olía a limpio y sus botas seguían siendo cómodas como el primer día. Se puso su collar favorito, con un dije de calavera plateada, pulseras con tachas y clavos, un lazo negro con brillos y escaso maquillaje. Su cabello rojo como el fuego, largo y con suaves bucles, la hacía ver extrañamente bella y misteriosa. Cuando regresó al cuarto por su bolso, Lilith silbó.

-¡Estás estupenda! ¿Puedo saber a dónde vas?

-Por ahí. Regresaré tarde así que no me esperes.

-Oye, diablita, sabes que en mí puedes confiar, ¿verdad? Qué, ¿tienes una cita?- preguntó Lilith guiñándole un ojo. Raven, quien siempre compartía toda información con su gemela, esta vez evadió la respuesta y solo sonrió.

-Menos preguntas o terminarás igual de mandona como Neil.

-¡Oye, no hace falta ser tan agresiva!

Ambas rieron a carcajadas ante el chiste, se despidieron y Raven abandonó el dormitorio para tomar un taxi. Ella odiaba el bus, y al mismo tiempo hacer milagros innecesarios. Su mamá, el ángel Aziraphale, nunca había podido inculcarle su sencillez, pero si le había enseñado a cuidarse de ser descubierta por los humanos. Podía ser todo lo problemática del mundo, pero nunca haría nada que pusiera en riesgo la seguridad de su familia. En eso, compartía los sentimientos con su odioso hermano mayor.

-Yo también soy un demonio y sabes que tengo un carácter de mierda- le había dicho una vez Neil.- Pero a pesar de eso tengo muy en claro que proteger a la familia es más importante que mis asuntos personales.

-Ya lo sé, no necesitas decírmelo. No dejaré que me descubran, y no haré nunca algo tan grave que el Cielo o el Infierno quieran castigarme.

-Eso espero. Papá y mamá no soportarían verte en la situación en la que ellos estuvieron.

"Papá y mamá son geniales. ¡Claro que no haría algo tan estúpido que les causara dolor! Yo también los protegeré. Y al mismo tiempo viviré mi vida, y seré feliz sin negar quien realmente soy".

El taxi la dejó en la puerta del Ritz. Allí mismo donde sus padres solían ir para celebrar los momentos importantes, ella entró sin prestar atención a la mirada sorprendida de los clientes y camareros. Cuando el maitre se acerco a preguntarle que deseaba, ella notó su tono ligeramente petulante y de inmediato se puso a la defensiva. Nadie arruinaría su día.

-Vine a comer y tengo una mesa reservada. A nombre de Raven Crowley Fell, recuerda ese nombre.

El maitre lo comprobó y la guió a su mesa tras murmurar unas disculpas, que ella aceptó distraída. En otra ocasión habría tomado venganza por la sola mirada burlona del empleado, pero aquella vez no tenía intención de dejar hablar a su naturaleza demoníaca. Aquella vez, quería que las cosas fueran tranquilas y perfectas, como si fuera una humana más.

-¿Raven? 

-¡Sammy!- su voz se dulcificó al ver a Sammy, su compañera de clases que tenía 30 años y había comenzado la carrera después de una separación dolorosa. Ambas se saludaron con un beso en la mejilla y Raven se sonrojó, pues Sammy, a pesar de ser mayor e ella, lucía más joven y fresca, con su vestido de flores y su cabello claro cayéndole en cascada por el hombro.

-Este lugar es tan elegante... ¿Seguro que puedes pagarlo? Aceptaría una invitación a un lugar menos fino si fuera necesario, sabes...

-No, no. Es tu cumpleaños y vamos a celebrarlo aquí en el Ritz.- La miró y se sintió estúpida, como Neil con Crepa, como su papá cuando miraba a los ojos a su mamá. Tal vez los demonios también maduraban, porque en esos momentos, ser una simple humana le pareció mucho más grato que andar echándole conjuros a la gente para divertirse.

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