Capítulo 24: Warlock

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Warlock Dowling, el hijo del político, había pasado muchos años de su infancia viajando por el mundo. A causa de la labor diplomática de su padre había vivido en una docena de países, y siempre con todos los lujos. No se engañaba a sí mismo,  aquella vida era privilegiada y él lo sabía. Pero en el fondo, siempre había querido regresar a Londres, alquilar un departamento y vivir solo, lejos de la sofocante presencia de su familia.

-¿Vivir solo? ¿Y por qué?- le había preguntado su madre, algo alterada.- No necesitas vivir solo. Querido, díselo.

-Mamá, no seas tan dramática- la interrumpió.- Voy a ir a la universidad de Londres el próximo año, es obvio que viviré solo. ¿O qué pensabas?

-¡Pero...!

-Querida, él tiene razón- intervino su padre palmeándole el hombro orgulloso.- Ya tiene dieciocho años, es todo un hombre y necesita su independencia. Dime, Warlock, ¿ha pensado en algún lugar en concreto para mudarte?

El chico pelinegro observó a través de la ventana de su apartamento, ubicado en la zona más cara de la ciudad, mientras recordaba aquella charla. Su padre, adicto al trabajo, no ocultó demasiado su alivio de que él por fin abandonara el hogar familiar. No es que se odiaran, pero su relación siempre había sido tensa. En parte, lo sabía, era por su causa. Pero en gran parte también era porque el señor Dowling estaba demasiado concentrado en su carrera, en sus relaciones políticas, y un hijo problemático viviendo bajo su techo era un recordatorio permanente de que no todo en su vida estaba bajo control. 

Por el motivo que fuera, su padre le dio el visto bueno  su idea de mudarse solo, y le asignó una mensualidad más que generosa para sus gastos, además del dinero de la colegiatura. Warlock estaba muy acostumbrado a vivir en una casa con empleados que hicieran todo por él, pero se abocó gustoso a aprender por su cuenta todo lo necesario para vivir dignamente. Por supuesto, el dinero arreglaba bastantes cosas: nunca le faltaba con qué pagar la lavandería, la comida, o el transporte. Pero de todas formas tuvo que aprender mucho.

"Me pregunto que diría Nanny Ashtoreth si me viera ahora" pensó una tarde riendo solo como loco. Su niñera de la infancia, una dama que él recordaba como si la hubiera visto el día anterior, siempre le aconsejaba que dejara a los demás ocuparse de sus labores, porque esforzarse era para tontos. Ahora, él se estaba esforzando en no desaparecer bajo una pila de desorden acumulado de varios meses.

"Nanny Ashtoreth era una mujer un poco extraña, pero me cuidaba bien. Siempre lo hizo, ella y el Hermano Francis. ¿Dónde estarán ahora? "

Varios días después de eso, finalmente pudo tener su departamento más o menos decente, y se le ocurrió organizar una fiesta. Siempre que había alguna él asistía y tomaba nota de todo lo que hacía falta, pensando en ofrecer una propia y aumentar un poco su popularidad. Cuando niño, era más fácil, pero finalmente logró, con ayuda de un par de amigas, tener todo listo para la noche del viernes. Todo salió a pedir de boca y el costoso departamento se llenó de estudiantes hasta el tope, con la música haciendo saltar las paredes y el alcohol corriendo como en una carrera.

-Warlock, oye, ¡buena fiesta! Vinieron de todos lados, hasta los alumnos mayores. ¡Qué éxito, hombre!

-Sí- asintió ufano.- Puede que no sea el más popular de la universidad, pero lo seré después de hoy. ¡Te lo aseguro!

-Buena suerte- le dijo otro de sus amigos riendo y señalándole hacia un rincón donde dos altos jóvenes acaparaban la atención de unas chicas.- Esos dos sí son populares, y te costará trabajo vencerlos.

-¿Eh? ¿Quiénes son?

-Terry Crowley Fell y Adam Young- le informó su amigo, bebiendo una cerveza directamente de la botella.- Son primos. Están en carreras distintas pero se llevan muy bien, todos los conocen.

-Oye... la idea de la fiesta fue para que yo destacara, no ellos- comentó algo molesto al ver el anillo de gente rodeando a los primos.

-Entonces ve y haz algo, fácil. Mantén el control.

Mantener el control, lo que nunca había podido hacer hasta que estuvo solo. El control de sus ideas, de su vida. Con decisión cruzó el salón atestado y se coló en el anillo de gente, aprovechando un momento de pausa para intervenir.

-¿Qué tal? ¿Se divierten?- preguntó a uno de ellos, quien apenas se dio vuelta lo deslumbró con sus hermosos ojos. El muchacho, con bucles castaños hermosos y una gran sonrisa, le tendió la mano y se presentó con naturalidad, apabullándolo.

-¡Ya lo creo, mucho! Mi nombre es Adam, vine por invitación de tu amiga Lisa. ¡Gracias por recibirnos!

-Ah... no, no hay de... qué...

-Este es mi primo Terry- le dijo Adam, señalándole al otro joven. Era decididamente alto, rubio, y con una elegancia descuidada que atraía las miradas femeninas como misiles. Pero, aunque  también lo saludó con simpatía, no le provocó la misma sensación eléctrica que le provocó Adam.

-Oye... Adam... este... ¿Quieres ir por algo de comer? 

-Perfecto, tengo un poco de hambre. ¿Te ayudo trayendo una bandeja de la cocina?

Warlock asintió y lo guió a la cocina con las mejillas ardiendo por la impresión. Al organizar la fiesta, lo había hecho con la vaga idea de conocer a una chica linda. Adam no era una chica, obviamente, pero de alguna forma era mucho mejor. Era casi soñado. De pronto ya no parecía tan importante ver quien era más popular que quien. Él ya había conseguido la atención de alguien especial.

Serpientes Inefables FictoberDonde viven las historias. Descúbrelo ahora