Capítulo 9: Michael

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Michael Crowley Fell tenía dieciocho años, poderes increíbles y un infinito amor por la velocidad. Por lo tanto, sus días transcurrían tan veloces como el viento y tan alegres como una fiesta.

Al igual que David, participaba en carreras de moto tanto oficiales como clandestinas. Lo excitaba el mundo de las motos, el ambiente, la posibilidad de romper récords y gana la admiración de cientos de personas por sus hazañas. Además, estaba el plus de que era inmortal: al saber que podía hacer cualquier acrobacia sin correr peligro, su temeridad se hacía cada vez mayor.

-Tendrías que haberme visto, Neil, prácticamente volé- le contó a su hermano con ojos brillantes de emoción.- Tienes que venir a la próxima, es el viernes que viene.

-¿Ese día no tienes examen?- preguntó Neil mirándolo de reojo.

-Sí, ¿y qué? ¿Eres mi padre?- preguntó riendo y llorando luego, cuando Neil le pellizcó el brazo mientras lo miraba furioso.

-No soy papá, pero me vas a respetar como si lo fuera, mocoso. ¿Entendiste?

-¡Sí, sí, por favor suéltame! Ay... que poco sentido del humor tienes...

-Exacto, no tengo humor. Así que dime, ¿tienes o no tienes examen el día de la carrera?

-Sí, hombre, pero son cosas distintas. El examen lo rindo a la tarde y la carrera es a la noche. Puedo hacer ambas cosas, ¡no hace falta ponerse tan dramático!

Michael regresó a su cuarto y se miró la marca del brazo, maldiciendo por lo bajo la fuerza sobrehumana de Neil a la hora de aplicar correctivos. La culpa era suya: no debió contarle sobre la carrera a alguien como él, que era demasiado responsable como para entender que a su criterio, la universidad no era lo más importante. 

-Vaya marca, hombre- silbó David al entrar al cuarto y verle el brazo.- ¿Terry?

-No, Neil. Le conté de la carrera del viernes y esta fue su respuesta. ¡No tiene nada de sentido del humor!

-Eso ya lo sabíamos de antes. Pero bueno, ¿vas a estudiar de verdad o lo dejarás librado a la suerte?

-¿Tú también? Te digo que estudié en serio, y si llego a olvidar algo un pequeño milagro lo solucionará... 

-Supongo que sí... pero que mamá Zira no se entere. La decepcionaría mucho.

Michael observó a su hermano mayor y recordó que la semana anterior había dado sus propios exámenes con mejores resultados de lo previsto. Era cierto que ambos solían ser bastante irresponsables, y que su digna madre, el ángel Aziraphale, a veces se sentía desesperado por ellos al saber que se dedicaban a algo tan peligroso como las carreras. Y sí, cuando lo pensaba así se sentía un poco culpable, pero... ¿acaso no tenía derecho a hacer de su vida lo que más lo apasionaba? Ellos no necesitaban estudiar, si lo hacían era más por disimular su vida en el mundo humano, pero no era una verdadera prioridad. ¿Por qué entonces estaba mal que se concentrara en su  pasión?

Michael llegó al viernes confiado, fresco y listo para cumplir con todos sus objetivos. Empezó por vestirse con su mejor ropa de la suerte para el examen, y salió para la universidad en compañía de David y Misha. David iba sin necesidad, pues ese día no tenía clases. Iba a darle apoyo, como siempre lo había hecho, pues eran mejores amigos. Misha, radiante en un vestido lila con minifalda, iba para estudiar en la biblioteca y de paso lo aconsejaba.

-No te desesperes, contesta lo que sabes y si no sabes algo pasa a la siguiente pregunta que sí sepas. Perder la cabeza no hará más que enloquecerte.

-Sí, sí... ¿no tienes que ir a retocarte el labial?

-Irrespetuoso. Adiós, cuando repruebes pídele ayuda a este otro idiota- se despidió Misha ofendido. Michael rió pero David meneó la cabeza, preocupado.

-Si le dice a Terry que le hablaste así, estás muerto.

En el aula solo vio rostros de preocupación y parte de su confianza tembló, pero se repuso enseguida. Tenía a la mano el recurso de los milagros, ¿no? Lo que técnicamente era trampa...

"Que mamá Zira no se entere. Se decepcionaría mucho".

Pero Zira no estaba allí, ¡no tenía por qué saber si hacia trampa o no! Michael vaciló y pensó en sus hermanos mayores, todos perfectos, todos estudiosos de verdad. ¿Por qué lo hacían? Terry era el mejor. Neil era más que aplicado. Las gemelas se las ingeniaban para siempre estar al frente de su clase. Misha trabajaba siempre con su grupo. Hasta David últimamente andaba más atento.

"¡¡Ahhh, no puede ser!! No puedo convertirme en el malo de la película... ¡Yo también quiero a mis padres y quiero que estén orgullosos de mí!"

Michael salió del examen sabiendo que había fallado. Su mente se había dividido entre lo que no sabía, lo que trató de recordar y lo que debía preparar para la carrera, haciendo que no pudiera concentrarse lo suficiente para hacerlo bien. A la salida no se cruzó con ninguno de sus hermanos y hermanas, pero era mejor así. Necesitaba estar a solas para calmarse, y para decidir si lo que había hecho era tonto o era noble.

"Nunca seré un buen alumno, y no quiero serlo. Quiero ser corredor, y recorrer este mundo y otros también con mi moto. Pero mientras esté aquí, al menos, trataré de hacerlo lo mejor posible. Si mis hermanos pueden... ¿por qué yo no?"

Serpientes Inefables FictoberDonde viven las historias. Descúbrelo ahora