Capítulo 20: Diosa

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La Diosa era consciente que, a ojos ajenos, sus planes podían parecer algo rebuscados. Retorcidos. Innecesariamente complicados también. Pero, ¿qué podía hacer si los demás no entendían su accionar? Ella no debía explicaciones a nadie. Y estaba segura de hacer lo correcto, así que seguiría por el mismo camino le gustara a quien le gustara.

Cuando creó a su familia de ángeles, todo le pareció sencillo. Serían seres de amor, de luz, guiando a las criaturas que un día poblarían el mundo al que llamara Tierra. Nada podía salir mal, así que les dio libertad. Sin embargo, pronto se dio cuenta que no todos eran iguales. Algunos de sus hijos eran más inquietos que otros, algunos desarrollaron características que escapaban a su imaginación. Aquello la desconcertó un poco, y como no tenía con quien hablar de eso, se dedicó a observarlos.

Gabriel, Miguel y Sandalphon, por ejemplo, eran de los más disciplinados. Seguían al pie de la letra las reglas, y cuidaban a los ángeles más jóvenes sin rechistar. Después había otros que eran un poco distraídos, pero estaban llenos de amor: Aziraphale, por ejemplo, era de esos. Tímido, pero tan bondadoso que incluso a ella le dolían los ojos. Después había otros que preferían más la vida terrenal a la celestial... y otros que francamente no parecían encajar con su idea del Cielo. Lucifer, su hijo favorito, era el que más parecía sufrir. No lo veía a gusto con tener que cuidar a otros, con tener que acatar órdenes, con vivir entre algodones sin conocer nada del exterior. Supo entonces que a pesar de ser perfecta, había fallado en algo.

"Creí que mi idea de un mundo perfecto sería suficiente para que todos fueran felices. Pero me equivoqué. La felicidad de uno a lo mejor es la desgracia del otro, y obligarlos a convivir solo les traerá dolor. ¿Qué se supone que haga? Debo poner remedio a sus males. Pero..."

Era la primera vez que tenía dudas, y como no soportó más tal situación, creo a un alter ego con quien pudiera charlar. Lo llamó Metatron, y como un espejo de sí misma, discutió sobre la mejor manera de asegurar la felicidad y el amor de todos.

-Miguel y Lucifer no se llevan bien, por ejemplo. A veces siento como si se odiaran... ¡y el odio es un sentimiento que no puedo permitir en el Cielo!

-Entiendo...

-Y después están otros asuntos. ¿Conoces a mi hijo Aziraphale? Custodia la puerta este del paraíso terrenal.

-Ah, sí. Ese hermoso jardín donde vivirán los humanos, ¿no?

-Sí. Bueno, Aziraphale es una de mis mejores creaciones. Es dulce, bueno, amable... y está lleno de amor. Y después está mi otro hijo Crawly, el encargado de crear las constelaciones. ¡Crawly es tan...! Cómo decirlo... curioso. Y entusiasta. A veces se olvida de todo, de sus deberes y sus responsabilidades, y vaga por horas entre las estrellas pensando en algo.

-¿En qué?

-Quisiera saberlo. Bueno, en realidad lo sé, pero me pregunto como lo descubrió él cuando aún no se conocen.

-Diosa, soy parte de ti pero eso no significa que sepa leer mentes. Sé más clara, por favor.

-Bueno, supongo que puedo ser explícita tratándose de ti. O de mí, más bien.- Diosa se aclaró la garganta y continuó.- Crawly está profundamente enamorado de Aziraphale. Lo sé. Todavía no lo ha visto en persona, pero lo ama. Y con Aziraphale sucede otro tanto. Ese ángel tan dulce que ama a todos por igual, tiene en su corazón un sitio especial para Crawly. Lo he visto y entiendo que ese sentimiento mutuo, nacido de forma espontánea, es algo muy importante.

-Bueno, podrías presentarlos y...

-No, no puedo.- Suspiró.- Muy pronto comenzará una gran tormenta sobre todos, Metatron. Lucifer, Baal, Hastur, muchos de mis hijos, están sufriendo y provocando discordia sin querer. No es su culpa: no pueden amoldarse y eso provoca roces con sus otros hermanos, y eso a su vez genera la discordia y el caos. A mi pesar, si quiero garantizar la felicidad de todos tendré que separarlos. Enviar a Lucifer y los suyos a otro sitio, donde puedan vivir a sus anchas y desarrollar sus propios talentos, sin limitaciones.

-Ya veo... bueno, tú sabes que es lo mejor. La única que lo sabe.

Diosa podía ver el futuro. Si Lucifer y los otros hijos rebeldes permanecían en el Cielo, llegaría el día en que una nube oscura se cerniría sobre todos y sería el fin de su creación. La paz y la armonía no podían existir sin la guerra y la discordia, ahora lo entendía. Los hijos que no se sentían a gusto allí eran la otra cara del espejo, tan necesarios ellos como los que sí seguían las reglas. Entonces, solo le quedaba un camino.

"Debo separarlos. Será doloroso, será duro, pero debo hacerlo. Estarán mejor en los territorios bajos, donde la calidez del fuego los cobijará a todos." Sonrió débilmente. "Lucifer va a odiarme por esto. Volverá un día a mí para declararme la guerra abierta, querrá aplastarme y yo tendré que establecer un plan inefable para arreglar las cosas. Profecías... debo pensar en algunas para que sirvan de guía en un futuro. Y Aziraphale y Crawly. ¡Su amor es tan brillante y puro! De alguna manera, haré que el amor de ambos sirva para unir de nuevo a todos mis hijos. Algún día. Definitivamente, está no será una separación eterna".

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