Capítulo 19: Lucifer

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Lucifer aún recordaba cuando lo expulsaran del Cielo junto a muchos de sus seguidores. Habían pasado eras, pero él no se olvidaba. El dolor de sus alas quemadas, la confusión de encontrarse en un mundo distinto y hostil, el resentimiento por sus hermanos ángeles que no le brindaron ayuda. Era ese mismo resentimiento lo que lo llevara a planear bien su futuro. La Diosa, ese ser misterioso que jamás daba explicaciones de nada a nadie, accedió a reunirse con él y establecer normas para el control de ambos bandos. El Cielo por un lado, el recién fundado Infierno por otro, y convinieron que dentro de seis milenios, si las desavenencias entre ellos persistían, le pondrían fin con una guerra. 

-Tú reina sobre los demonios como te plazca, y yo haré lo mismo con los ángeles. Realmente espero que ambos puedan volver a considerarse hermanos algún día, pero si no es así, iremos a la guerra. ¿Eso te satisface?

-Me parece muy buen trato- aceptó Lucifer, con sus ojos oscuros brillando de malicia.- Solo que yo no espero que seamos amigos de nuevo. Espero poder regresar arriba, destruir tu patético reino y hacerte pagar por haberme expulsado como un animal.

-Lucifer...

-Oh, sí. Yo no olvido. Fuiste injusta y lo sabes, y puedo sentir tu arrepentimiento. Pero de nada te servirá. Dentro de seis milenios, volveremos a vernos las caras y tendrás que arrodillarte ante mí.

Lucifer realmente no extrañaba la vida en el Cielo. De hecho, con el correr del tiempo se dio cuenta que estaba mejor en su propio reino, donde había libertad y cada quien podía hacer lo que le placía. Arriba, las reglas lo oprimían, lo forzaban a esconder su verdadera naturaleza inquisitiva y su ambición. Allí era el Lucifer que siempre había querido ser. El dolor de sus alas se había curado, y ya ni recordaba los nombres de quienes le dieran la espalda.

Pero era una cuestión de orgullo. No podía retroceder, deshacer el pacto y retirarse en paz a sus dominios. Había sido víctima de una injusticia, echado de su hogar por ser diferente y preguntar cosas de más. No por maldad, no por crueldad y blasfemia. Por eso, le resultaba intolerable que tanto en el Cielo como en el mundo humano se le echara la culpa a él de todos los males, mientras los ángeles eran los buenos y los salvadores. Quería hacerles pagar, quería que admitieran su error. Estaba dispuesto a luchar hasta las últimas consecuencias para que le pidieran perdón, aún cuando en realidad se sentía mejor con su nueva vida.

-Tendré un hijo- le comentó a Beelzebub, su mano derecha.- Será el anticristo que traerá el fin del mundo y nuestra victoria.

-¿Seguro de eso? Enviar al niño al mundo humano puede traer ciertos riesgos...

-¿Cuáles riesgos? Un hijo mío, Beel, esté donde esté llevará la sangre demoníaca consigo. No importa como sea criado, el resultado final será el mismo.

-Está bien... tú sabes lo que haces. ¿A quién quieres que le pida que traslade al niño?

-A Crowley. Es el demonio indicado para este trabajo.

Indicado un cuerno, pensó once años después, cuando su hijo Adam se negó a cumplir su deber y lo enfrentó. No podía creerlo: su vástago, heredero del poder infernal, el anticristo en persona, no solo no obedeció su deseo de causar el apocalipsis sino que se unió al traidor Crowley y su novio ángel para detenerlo, con una facilidad asombrosa para más datos. El pequeño de bucles y sus amigos humanos destruyeron la forma física de los jinetes (excepto Muerte), y luego, con todo el tupé del mundo, Adam lo sermoneó y lo envió de regreso al averno. Luego reinició el mundo para que todos fueran felices, dejándolo tan anonadado que tardó días en reaccionar.

-¿Qué diablos pasó?- exigió saber a la Diosa más tarde.- Tu ángel favorito y el idiota de Crowley arruinaron todo. ¡Todo! Nuestro pacto... el gran plan... ¡Tú eres omnipotente, maldita sea! ¡Dame una respuesta!

-Te lo dije, Lucifer. Mi intención nunca fue crear una guerra para saber que bando es mejor. Ese rumor lo echaste a correr tú, al punto que hasta mis ángeles lo creyeron. Pero yo no quiero pelear.

-Eres una... ¿planeaste que ellos lo arruinaran desde el principio, no?

La Diosa solo sonrió, y él regresó a su hogar ofendido y sin querer hablarle por días. Sin embargo, no pudo aguantarse de volver a verla cuando supo que Aziraphale y Crowley, lejos de ser castigados, habían vuelto a la Tierra como una pareja formal, y que eran felices. No comprendía por qué era tan generosa.

-Esos dos son mis hijos. Y yo quiero que todos mis hijos sean felices, incluso tú, que renegaste de mí hace tanto tiempo.

Lucifer se quedó sin habla. Era la primera vez desde la expulsión que su madre le hablaba de sus verdaderos deseos, y no supo que contestar. La Diosa le extendió su mano y dijo, serena:

-Pongamos fin a esta absurda pelea, Luci. Tú deseas ser feliz también, no te cierres a ello por más tiempo. Dame la mano y sellemos de una vez la paz entre nosotros. Te aseguro que no te arrepentirás.

Lucifer le dio la mano, y sintió una mezcla extraña de cosas dentro suyo. Su orgullo roto, arrastrado por olas de calidez al reconciliarse con su madre, y mucho alivio de no tener que pensar en más estrategias de pelea. Honestamente, estaba cansado de eso.

-Sabes. Creo que me tomaré vacaciones. Me las he ganado... además, si no habrá guerra no me necesitarán por un tiempo. Puedo irme tranquilo.

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