Capítulo 14: Gabriel

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Gabriel llevaba años de conocer a la numerosa familia de Aziraphale y Crowley, pero todavía se sorprendía cuando los veía caminar por los pasillos del Cielo. Como eran mitad ángeles, iban seguido allí a capacitarse en sus habilidades milagrosas y también de paseo, y cada vez que lo hacían causaban un fuerte impacto entre los demás.

-Bienvenidos... Aziraphale, Nina Luna... 

-Gabriel, muchas gracias por recibirnos- dijo Zira sonriéndole y tendiéndole la mano.- Sabemos que estás ocupado, así que apreciamos tu tiempo.

-Por favor. Cumplo con mi deber, ayudar a cualquier ángel que venga en busca de conocimiento- contestó Gabriel volviéndose hacia la joven Nina.- Tu madre me dijo que deseas visitar la Biblioteca Celestial. ¿Cierto?

-Sí... sí, señor... 

-De acuerdo. Síganme y les abriré las puertas, como saben es un lugar muy restringido y no puede entrar cualquiera... tienes suerte, jovencita. Aziraphale es el ángel del conocimiento, sin duda que es gracias a él que la Diosa ha otorgado su permiso para ti.

Gabriel nunca había entendido del todo por qué Aziraphale tenía privilegios con la Suprema, pero a esas alturas ya no se lo preguntaba. Las cosas ahora eran diferentes, desde que existía un pacto de paz que hacía posible que demonios y ángeles fueran amigos si así lo deseaban, y no quería revivir viejos conflictos. Observó de reojo a Zira y a su hija, ambos extasiados por estar en la sagrada Biblioteca Celestial, lugar en donde la chica esperaba aprender sobre angelología.

-En ningún lugar aprenderás más sobre nuestra raza que aquí. Zira será tu maestro, y ambos pueden usar todo el material necesario. Pero recuerden: ningún libro o manuscrito saldrá de aquí sin un permiso firmado por la propia Diosa, o por Metatron. 

-Descuida, Gabriel, lo tendremos presente. Una vez más muchas gracias.

-Estaré en mi oficina trabajando. Llámenme cuando hayan terminado para que venga a escoltarlos.

Gabriel se desplomó sobre su elegante silla forrada en terciopelo blanco y observó sus papeles y memorándum pendientes, sabiendo que debía ordenarlos pero sin ninguna gana en realidad. Pensaba en los cambios de la vida, en la nueva libertad de la que gozaba, en Beelzebub. Pensaba mucho en su princesa, apodo que jamás volvería a decir en voz alta luego de que ella le propinara un puñetazo en la mandíbula al decírselo en una fiesta. Beelzy y él llevaban mucho tiempo coqueteando, peleándose, volviéndose a coquetear. Habían tenido algunas citas (no muchas) y en cada una había podido sentir el amor entre ambos, pero Beelz no quería admitirlo y eso era frustrante.

"Me pregunto cuando podremos ser una pareja de verdad... ni pienso esperar seis mil años como Zira y Crowley. Quiero formar mi familia yo también, y tener una boda espectacular. ¿Acaso no me la merezco?"

Miró los papeles una vez más y suspiró, decidiendo que los dejaría para después. Acto seguido sacó su celular del bolsillo y llamó a Beelzy, que atendió luego de cinco minutos y al parecer estaba de muy mal humor.

-¿Qué quieres?

-Beelz, querida... llamaba para saber como estás, eh... en la última reunión te vi un poco decaída y...

-Gabriel, no molestes- lo cortó ella con frialdad.- Sabes que desde que Lucifer se fue de vacaciones, tengo mucho más trabajo que hacer. ¿Quieres algo concreto o solo fastidiar para variar?

-Beelz, no es mi intención molestarte, lo sabes. Escucha, solo te pido una oportunidad para que conversemos... en serio me gustaría que hablemos, pero bien, sin agresiones, sin peleas... quiero ayudar, si puedo. 

Beelzebub no contestó, pero parte de ella estaba agitada. Gabriel lo supo y aprovechó su oportunidad.

-Podemos ir a un bar, como a ti te gusta, y pedir mucho alcohol. O ir a un restaurante.

-Tú odias comer.

-Pero tú no- dijo él galantemente.- Y si es para ayudarte a que te relajes un rato, no me importará pisar uno de esos sitios. Quizás hasta podría comer un pequeño plato, algo liviano, para que...

De pronto alguien llamó a su puerta y lo sacó de eje. Era Nina Luna, que parecía algo agitada.- ¿Señor Gabriel?

-Espera un segundo, muchacha.- Habló al celular.- Beelzy, querida, tengo trabajo que hacer. ¿Te puedo llamar dentro de un rato? 

-¿Qué más da? Haz lo que quieras.

Gabriel escuchó el corte violento de Beelzebub y suspiró, dándose cuenta que lo había arruinado. A la señora de las moscas no le gustaba que la dejaran esperando, ni por un segundo, y se preguntó como haría para retomar esa invitación y que saliera bien. Después recordó que no estaba solo y activó una sonrisa profesional para atender a la hija de Aziraphale.

-¿Qué puedo hacer para ayudarte, Nina?

-Llamaron a mamá Zira por una urgencia, en la escuela de mi hermanita Crepa. Tiene que irse y no puede seguir la clase... ¿puedo quedarme yo sola?

-Lo siento, pero no es posible. Solo los ángeles de cierto rango pueden permanecer a solas en la Biblioteca Celestial.- Ante los ojos llorosos de la joven y sabiéndose incapaz de aguantarlo, agregó:- Pero bueno, pueden volver mañana, así que no tienes por qué angustiarte.

-¡Oh, muchas gracias, señor Gabriel! Le avisaré a mamá. ¡Muchas gracias de verdad por su ayuda!

"Es mi trabajo" pensó mientras la acompañaba a buscar a Aziraphale. "Ojalá se me diera tan bien tratar con Beelzy como se me da ayudarlos a ustedes. Supongo que de verdad tendré que ser paciente... si quiero a Beelzy voy a tener que esforzarme por conquistarla. Pero al final lo lograré. Estamos destinados, estoy seguro de eso".

Serpientes Inefables FictoberDonde viven las historias. Descúbrelo ahora