La cálida brisa mecía suavemente las verdes hojas de los árboles de todo tipo que abundaban en el jardín del castillo.
En medio del inmenso jardín, los dos pequeños hermanos jugueteaban alegremente mientras corrían de un lugar a otro, haciendo cortas paradas en la fuente para tirarse agua el uno al otro.
Las risas de los infantes predominaban en el ambiente. Inundaban los oídos de los omegas, quienes trabajaban arduamente dándole mantenimiento al lugar.
—¡Historia, Armin! —les llamó Anka, quien sostenía dos platos—. ¡Vengan un momento!
Los mellizos acudieron, mirando con curiosidad a la beta.
—Esto es para ustedes —dijo, dándoles un plato a cada uno. Los ojos de los menores se llenaron de felicidad al ver el contenido, a lo que la sirvienta sonrió, poniéndose en cuclillas para después susurrarles—; es un secreto, ¿si? No le digan a sus padres que les di el postre antes del almuerzo.
Ambos rubios asintieron con la cabeza, no sin antes reconocerle a Anka aquel detalle.
—No es nada —respondió ante los agradecimientos de los omegas, acariciándoles la cabeza a ambos—. Saben que por ustedes haría cualquier cosa —se incorporó, regresando a su altura—. Recuerden dejar los platos en esta mesa —señaló la vieja mesa de piedra que se encontraba relativamente cerca—, yo vendré por ellos después.
Nuevamente, los niños aceptaron, por lo que la beta se dirigió de nuevo al interior del castillo.
Anka era demasiado consentidora con aquellos dos, incluso en varias ocasiones a tal grado de llegar a ser reprendida y amenazada con ser despedida. La verdad era que le encantaban los niños; ella veía a los mellizos como lo más cercano que podría tener a hijos, puesto que lamentablemente, la beta era infértil. Además de que, a sus veintiún años, jamás había tenido pareja, y desde que el comandante Pixies fue fusilado por traición, ganas no le quedaron de volverse a enamorar.
—¡Me gusta mucho el pastel! —exclamó Historia, disfrutando al máximo cada bocado que le daba.
—¡Oye! ¡Baja el volumen! —le regañó Armin, colocando su dedo índice entre sus labios, en señal de que guardase silencio.
La rubia mostró un gesto sorprendido, como si por un segundo lo hubiera olvidado.
Una vez que terminaron de comer, dejaron los platos donde la beta les indicó. Luego, regresaron a su habitual rutina de juegos; perseguirse, rodar por el pasto, mirar las formas de las nubes, molestar (intencionalmente) a los criados haciendo preguntas sobre cualquier cosa, trepar árboles y, por supuesto, observar a los pequeños insectos que habitaban el jardín.
—¿Qué es eso? —preguntó Historia, señalando a un objeto verde de aspecto simpático, el cual reposaba sobre las hojas de una planta—. Es horrendo —comentó, haciendo una mueca de disgusto.
—¡Es una rana! —respondió con entusiasmo, acercándose para verla mejor. Efectivamente lo era. Extendió su mano para poder tomarla, obteniendo un grito por parte de su hermana para que se detuviera, cosa que no le importó pues de todas maneras hizo—. Tranquilízate, es inofensiva, no es venenosa —informó, estirando su mano hacia ella para que pudiese ver al anfibio mejor.
—Oh...—lo miró, observando como la rana movía la cabeza hacia la izquierda—. ¡Eres genial, Armin! —reconoció su melliza, sonriéndole ampliamente.
—¿Eh? ¿Por qué lo dices? —quiso saber, ciertamente confundido. No había hecho nada asombroso ni increíble, ¿por qué su hermana estaba tan impresionada?
—¡Lo sabes todo! —contestó su hermana con sinceridad. Siempre que le preguntaba algo, Armin tenía la respuesta, y si no era así hacía lo posible por encontrarla.
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Seamos malos juntos || Yumihisu y Eremin
Fanfiction❝Tarde o temprano llegará alguien que te corrompa, o conforme pase el tiempo la curiosidad te podría traicionar. Armin e Historia eran los próximos herederos al trono, debían conseguir una pareja y procrear, pero ninguno de los dos se mostraba inter...