- ̗̀➽◦̥̥̥19; Tratos de mediodía.

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Abrió los ojos con pesadez, parpadeando múltiples veces con tal de obtener una mayor claridad.

Apretó los dientes involuntariamente y en cuestión de segundos, sin previo aviso, se abalanzó contra la azabache, quien anteriormente mantenía una expresión de preocupación y en cuanto notó que la omega despertó, soltó un suspiro de alivio.

—¡Tú, hija de perra! —gritó Historia, completamente furiosa, mirándola con todo el odio que podía expresar. Enterró sus uñas en los brazos de la contraria, quien únicamente soltaba quejidos por el dolor que sentía—. ¡Eres muy valiente al darme la cara después de la mierda que hiciste! 

Momentáneamente, un par de brazos fornidos se encargaron de atraparla, por lo que terminó soltando a Mina, quien obtuvo unas cuantas marcas en su piel.

—¡Suéltame, bastardo! —ordenó la rubia, tratando de zafarse de su agarre mientras hacía su mayor esfuerzo por removerse hasta conseguirlo—. ¡Déjame en paz!

—Señorita Reiss, por favor cálmese —pidió la criada, acercándose nuevamente a ella.

—¡Cállate, malparida! ¡Todo esto es culpa tuya! —vociferó la omega—. ¡Alguien ayúdeme!

—¡¿Cree que yo quise ponerla en esta situación por gusto propio?! ¡No tenía otra opción! —espetó la azabache, con algunas lágrimas deslizándose por sus mejillas—. ¡Jamás la pondría en peligro, señorita! ¡Yo moriría por usted!

—¡No te creo ni una sucia palabra! ¡Eres una zorra mentirosa! —contestó la rubia, negándose a verla—. Y si tanta lealtad me juras, ¡muérete ahora mismo!

El rostro de la criada palideció. El único alfa en la habitación pudo percibir aquel brusco cambio de aroma; definitivamente esas palabras la desmoronaron por completo.

—Hazlo ya —indicó Reiner, observando como Bertolt asentía levemente y se aproximaba a la omega rubia—, jamás se callará por voluntad propia.

—¡¿Qué demonios piensan hacer, inmundas ratas?! —protestó la de orbes azules—. ¡Háganse un favor y suéltenme! ¡Cuando mi padre se entere de lo que hicieron, ustedes...—se detuvo, pues abruptamente recordó las directas palabras de Traute.

«Te trajo aquí, en donde tu padre quería que estuvieras.»

El tercer omega no desaprovechó la oportunidad y se apresuró a pasar un viejo trapo por la boca de la cautiva, a modo de mordaza.

—No opongas resistencia, es por tu propio bien —susurró Reiner en el oído de la más baja.

Al escuchar aquello, una ráfaga de furia recorrió su interior. No dudó más y le dio un cabezazo al alfa, dejándolo vulnerable por unos cuantos segundos mientras ella se apresuraba a la puerta a toda velocidad, no sin antes empujar a la molesta criada que le imploró que esperara.

Forcejeó con la perilla, mas ésta no cedió. Volteó lentamente, quedando con la espalda en la puerta.

—¡Aléjense de mí, malditos desquiciados! —advirtió, no sin antes tomar lo más cercano que tenía: un florero—. ¡Manténganse quietos!

El alfa se rió con sorna. Su mano derecha permanecía en su frente, mientras negaba con la cabeza.

—Te vas, ¿y luego qué? —preguntó el rubio, sonriendo de manera burlona.

—¡Pues me voy a Paradis, obviamente! —respondió la omega, frunciendo el ceño con enojo—. ¡¿Qué mierda te parece tan graciosa, depravado?!

—¿Tan siquiera has pensando en la posición en la que te encuentras? —el alfa se abrió paso entre Bertolt y Mina, acercándose a la rubia quien lo amenazaba con tirarle el jarrón—. Estás muy lejos de Eldia y no existe la posibilidad de que regreses allá de otra manera que no sea vía marítima, ¿comprendes a lo que me refiero? —se detuvo y se cruzó de brazos, quedando a unos cuantos centímetros de ella—. ¿En serio crees que es tan fácil colarse en una de esas embarcaciones? ¿Crees que no hay personal capacitado y preparado que constantemente revisan que todo esté en orden?

Seamos malos juntos || Yumihisu y EreminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora