- ̗̀➽◦̥̥̥14; Gozosos alzamos la voz entre caóticos recuerdos.

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—¿Qué soy para ti? —preguntó el rubio bastante inseguro, mirándolo con tanta incertidumbre que a Eren le fue imposible ignorarla.

La pregunta quedó suspendida en el aire durante lo que pareció ser una eternidad. La salada brisa del mar mecía los cabellos de ambos, aguardando pacientemente hasta que el alfa se dignara en hablar.

Los labios del omega temblaban, como si quisiera agregar algo más, pero simplemente no gesticulaba palabra alguna. Sus preciosos orbes azules se envolvían en una ligera tristeza acompañada de dudas. Y había algo más: su dulce aroma se había agudizado. Olía a... Miedo. Pero no era un sentimiento como el que los pueblerinos tenían hacia el Demonio Terrenal; era un temor diferente. Como cuando le haces frente a tus acciones y te atemoriza el resultado de éstas.

Sus pupilas estaban clavadas las unas en las otras. Ambos se observaban, como si quisieran descifrar lo que pensaba el otro, como si quisieran ver a través de su lenguaje corporal, pese a que los aromas de los dos ya hablaban por sí solos.

El castaño jamás esperó una confrontación tan directa, mucho menos en un momento como ese. Estaban en el proceso del enamoramiento, o algo así. Supuso que era normal hacer ese tipo de "bromas" cariñosas, aunque quizás no debió haberlas denominado de esa manera.

—¿Qué eres para mí? —repitió, anonado. Finalmente se había dignado en romper en silencio, sin embargo, aquella respuesta no había sido más que decepcionante para el rubio y Eren lo supo al instante—. Creí que había sido bastante obvio desde un principio —sonrió, cerrando los ojos un santiamén—. Eres el chico que quiero conquistar.

Las mejillas del rubio se ruborizaron instantáneamente. El omega desvió la mirada, algo apenado y sin saber exactamente cómo reaccionar.

—Yo... —su corazón latía con demasiada rapidez. Santa Ymir, ¿cómo era posible que unas cuántas palabras lo alborotaran de tal forma? Ni siquiera podía terminar su oración.

—Quiero hacer las cosas bien, quiero ir despacio, sin prisa —confesó Eren, dirigiendo su mirada al mar—. Pero hay algunas veces en las que no logro controlarme completamente, por más que lo intente —volvió a mirarlo, encontrándose con el comprensivo rostro de su amado—. No tienes nada por lo cual asustarse, mis intenciones no son lastimarte.

—Lo siento —susurró el omega, evidentemente apenado—. Es sólo que... No estoy acostumbrado a esto y tiendo a sobre analizar las cosas. Mi error —agachó la cabeza, mirando sus descalzos pies y la arena que los cubría.

La cálida mano del castaño se posó en los rubios cabellos del omega. El moreno la deslizó, acariciando su cabeza. Involuntariamente, Armin alzó su vista hacia él.

—Está bien, fue sólo un malentendido. No hay nada que perdonar —bajó su mano hasta los hombros del contrario, atrayéndolo hacia él en un abrazo.

El omega sonrió de oreja a oreja, permitiendo el tacto del alfa.

—Eres demasiado bueno conmigo, ¿cómo... Cómo podría agradecértelo? —inquirió Armin, mirándolo con plenitud. Sus rostros estaban tan cerca que ambos podían sentir la respiración del otro en su cara.

—Oh vamos, no hace falta —dijo el alfa, pese a que todo su ser clamaba "desnúdate".

—Lo digo en serio, me siento en deuda contigo —insistió el rubio, soltando una leve risa que el castaño compartió.

—¿Es una orden, entonces? —preguntó divertido, sonriendo de lado—. De ser así no tengo opción —suspiró, fingiendo derrota—. Aunque, ciertamente no aludo que sea la mejor decisión que pudiste haber tomado...—su mirada se tornó lasciva, al mismo tiempo en el que pasaba su lengua por sus propios labios—. Prémiame dejándome tocarte aquí y allá...—lo tumbó lentamente a la arena, quedando él encima.

Seamos malos juntos || Yumihisu y EreminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora