- ̗̀➽◦̥̥̥11; El sabueso que creía ser un lobo.

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—¡Eh, eh! —gritó una mujer en la taberna para después comenzar a cantar en un idioma desconocido para todos los presentes. El lugar estaba lleno, como era de costumbre.

—Mikasa, ¿qué hacemos aquí? —inquirió Historia en un susurro una vez que ambas se sentaron a una mesa.

La alfa se las había arreglado para convencer a la omega de abandonar sus aposentos por un instante y fugarse junto con ella a «explorar» el reino. Aunque claro, había tomado sus precauciones (por ejemplo, la había obligado a tomar supresores para controlar su peculiar aroma de omega y a vestir con una de sus prendas, pese a que estas le quedaban considerablemente grandes, entre otras cosas).

—Es la taberna de la que te hablé, la que Ymir suele frecuentar —al decir eso, las mejillas de la menor se coloraron y posiblemente su ritmo cardíaco había aumentado, a lo que la azabache sonrió de lado—. Sí, quién sabe, podrías encontrarte con ella en cualquier momento —le revolvió el cabello juguetonamente, riendo ante las quejas de la rubia.

—Deberíamos estar ideando un plan, ¿recuerdas? Prometiste ayudarme —le recordó la omega, frunciendo el ceño algo desconfiada, a lo que la asiática rodó los ojos con fastidio.

—Lo sé. No pienso traicionarte —aclaró la azabache, colocando su mano encima del hombro de la contraria—. Ya te he dicho todo lo que sé, él se niega a hablar. Además —ladeó la cabeza, sonriendo levemente—, te he traído aquí por una razón en específico.

—¡Oye, Mikasa! —le gritó alegremente una chica pelirroja desde otra mesa, saludándola con una mano. Al lado de ella, se encontraba un chico alto y rubio, de semblante sereno. Ambos parecían invitarla a que se sentara con ellos.

A la omega le dio la sensación de haberlos visto antes, y efectivamente así era. Luego de indagar en sus memorias y observar sus rostros para así reconocerlos, finalmente dio en el clavo; se trataba de Isabel Magnolia y Furlan Church, lo más cercano que Levi Ackerman tenía a «amigos». Aún era un misterio para ella la historia detrás de su amistad, o el tipo de relación que tenía con ambos, pero jamás le tomó importancia ya que, no era algo de su relevancia.

—Ya regreso —la alfa correspondió al saludo de la risueña chica, luego regresó su mirada hacia Historia—. Si alguien viene a molestarte, no dudes en llamarme —y dicho eso abandonó su asiento, no sin antes darle unas cuantas suaves palmadas en la cabeza a la omega.

El sitio, pese a la cantidad de hambrientos alfas que acechaban a los omegas con la intención de devorarlos, era cómodo y hasta cierto punto se sentía como un hogar.

Del techo colgaba un candelabro de madera, con diversas bujías alargadas que alumbraban el lugar. Una fogata calor, y encima de ella, trozos de madera que cumplían la función de un estante en donde colgaban o reposaban cajas de madera mal envueltas. Habían dos tipos de mesas; algunas alargadas con bancas iguales, otras redondas con sillas individuales (o en su defecto, barriles que suplían la función de éstas), y en una que otra pared yacía recostada un hacha.

El ambiente siempre estaba animado. Algunos alfas bromeaban entre ellos, golpeaban sus brazos con sus manos hechas puños, reían a carcajadas y se señalaban unos con otros mientras contaban anécdotas tontas o sin sentido alguno. Otros, coqueteaban con los omegas que iban sin compañía. Todos parecían estar demasiado centrados en lo suyo como para prestarle atención a la veloz mirada de la rubia omega que examinaba todo lo que la rodeaba.

Fue en ese momento cuando detuvo su análisis en una persona. Era una mujer de cabello negro y piel pálida, de nariz curva y rasgos llamativos. Se encontraba junto a un hombre, del cual, no pudo observar más allá de su bien ejercitada musculatura, puesto que estaba de espaldas. Pero eso sí, era rubio.

Seamos malos juntos || Yumihisu y EreminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora