- ̗̀➽◦̥̥̥18; Eterna juventud entre nosotros.

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Finalmente la noche había cedido ante el moribundo atardecer, y con ello, su ansiada reunión.

No era de extrañarse que nadie notara las caminatas nocturnas que ambos solían tener, después de todo, ¿quién permanecía despierto a tales horas? Las exhaustivas jornadas de trabajo que los campesinos tenían eran motivo suficiente para que el sueño los invadiera mucho antes de que la luna estuviera en su máximo esplendor.

Esa noche, Eren había conseguido escabullirse de Jean y Connie, quienes dormían plácidamente sobre su cama, ambos abrazados en una tierna y cómica pose que seguramente odiarían cuando despertaran.

Por la parte de Armin, no había sido tan complicado. Después de todo, los Ackermans más jóvenes aún se encontraban fuera del castillo, además de que Hitch y Marlo (quienes eran los guardias que vigilaban) se habían ido antes de que el cielo se tiñera oscuro. Sin moros en la costa, le resultó realmente fácil escaparse.

Le gustaba la sensación que producía la arena cuando enterraba sus pies conforme avanzaba, caminando al lado de la bahía. Los animales nocturnos y las olas tenían su encanto, parecían sincronizarse para crear una melodía. La ausencia de luz, lejos de hacer lucir aquel momento abrumador, le daba un cierto toque misterioso, y a la vez, tranquilizante.

Hablaban de nada y de todo a la vez. El alfa soltaba una que otra broma, todas con la intención de hacer reír al omega, cosa que siempre conseguía. El rubio, simplemente parecía atesorar aquellos instantes a tal grado de querer quedarse así por siempre, sólo ellos dos, las estrellas y el mar.

El omega tenía su cabeza recostada en las piernas del alfa, quien se dedicaba únicamente a mirar hacia enfrente, y una que otra vez bajaba la cabeza para verlo a él.

La ligera luz de la vela iluminaba poco menos del pequeño perímetro en el que se encontraban. De no ser por dicha energía, la oscuridad los envolvería por completo.

—Mira —apuntó Armin con su dedo índice hacia el cielo—. Es el corsé de Ymir, la constelación —informó el rubio, emocionado porque era la primera vez que la veía—. Y por allá está una estrella Alfa, su nombre es Titanus. En Asia, una de las naciones cercanas a Marley, hay un lugar en donde puedes ver tres constelaciones; el Primer Titán, o mejor conocido como Titán Mayor, el Altar de las Diosas, y el Caballo del Primer Rey —mencionó con tanto entusiasmo que al moreno le resultó difícil concentrarse en lo que decía en vez de admirar toda su etérea belleza.

La manera en la que esa deslumbrante chispa se asomaba por los zafiros ojos del omega, llenándolos de vida e ilusión, era tan hipnótico para Eren que lo hacía deambular entre sus pensamientos,deseando inmensamente otorgarle esa felicidad por siempre. 

El amor que ambos profesaban iba más allá de una simple atracción sexual. No llevaban mucho tiempo conociéndose, pero les daba la impresión de que así era. Habían logrado sintonizar como si fueran uno, parecían entenderse mutuamente y ambos mostraban interés en querer algo más que una simple amistad. Su unión era algo que estaba destinado a pasar, un lazo divino, sólo era cuestión de tiempo para que ambos tórtolos se encontraran, entonces la magia empezaría a florecer.

—¡Eso es increíble! —contestó el castaño, sin saber exactamente que comentar—. Nunca había escuchado algo como eso —y a decir verdad, realmente nunca se había interesado por el espacio que lo rodeaba hasta ese instante. Siempre había vivido su vida tan despreocupada y libremente que apenas y había tenido el tiempo para sentarse a apreciar su entorno—. Es... Es verdaderamente hermoso.

Armin bajó su mano, colocándola encima de su pecho. El corazón del omega se aceleró al escuchar las palabras del contrario, junto con un fuerte sonrojo que se apoderó de sus mejillas. Ambas miradas se encontraron, clavándose profundamente una en la otra. 

Seamos malos juntos || Yumihisu y EreminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora