- ̗̀➽◦̥̥̥20; No eres cobarde por huir de tu verdugo.

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Los preparativos para la boda estaban casi listos, sólo les tomaría un par de días más a las criadas para finalizarlos.

La unión entre Levi y Armin hasta cierto punto era secreta; sin embargo, a una de las sirvientas se le había escapado la noticia y la confesó ante un pueblerino cualquiera, quien no dudó en esparcir la información entre sus conocidos, los cuales, repitieron dicha acción y así continuaron sucesivamente hasta que todo el reino fue consciente del futuro matrimonio. Claramente, no tardó mucho en que esto llegara a oídos de Eren.

El castaño estaba confundido, y más que eso, sentía un amargo e hiriente vacío en su pecho. No comprendía la situación; el omega al que le había profesado su amor y le había brindado una nueva razón para existir, simplemente se esfumaría en los brazos de un poderoso alfa con el cual no podía competir en ningún aspecto. Fue entonces cuando las hórridas inseguridades abrumaron su mente: claro, ¿cómo fue tan tonto como para creer que una belleza tan única como la de aquel rubio sería digna de un simple pueblerino como él? Era demasiado bueno para ser cierto, evidentemente él sólo fue un peón más en el tablero, un simple objeto para distraerse. ¿Qué había de sus planes, de ese sueño ahora compartido que Eren ansiaba cumplir para Armin? ¿Y sus promesas, aquellas palabras cargadas de emociones verdaderas que juraban la eternidad? Todo se había desvanecido tan rápidamente como surgió. 

Negó con la cabeza levemente. Ya nada de eso importaba. Levi Ackerman reclamaría como suyo a su amado omega, y éste había aceptado. Se maldijo a sí mismo, no sin después reírse de su propia estupidez. Era cierto, ¿por qué creyó que tenía una oportunidad? No estaba a su nivel en ningún sentido. Armin era el ser más divino y angelical, dotado con grandes habilidades de razonamiento y lógica, bendecido con una inmensa paz interior y ese don para cautivar a cualquiera. Y en cambio, ¿qué era él? El hijo de un gran médico, sólo eso. Detrás de ese honorable título no quedaba nada más que un simple muchacho irrelevante, uno más del montón. Sin gustos específicos, grandes ambiciones ni sueños que dirijan su rumbo, aunque eso último había cambiado desde que conoció al omega. Pero, ¿qué importaba ahora? Todo eso se había desmoronado y convertido en polvo de un corazón desintegrado.

—Quiero más —habló el castaño, elevando el tarro que contenía aquel adictivo líquido—. Dile a Carly que me sirva más.

—Viejo, ya has tomado demasiado. Un poco más y terminarás vomitando en el agua de las vacas —bromeó Connie, recibiendo una mirada molesta por parte de Jean—. Entiendo, entiendo —bajó la mirada algo apenado. El alfa tenía razón, era el momento menos indicado para bromear—. Olvida lo que dije, te acompañaré en tus penas —el beta tomó el tarro de Eren y el suyo, para después acercarse a la barra donde Carly los atendía.

—¿Qué piensas hacer? —preguntó Jean, mirando con preocupación a su amigo mientras bebía su cerveza—. Necesito saberlo para frenarte por si se te ocurre alguna idiotez.

Sus únicos dos amigos conocían la situación entre ambos. Jean comprendía mejor que cualquier otro sus sentimientos, y lo abatido que estaba Eren por la noticia. Como cualquier otro muchacho incapaz de afrontar los hechos, había decidido esquivar sus problemas emocionales mediante largas jornadas alcohólicas.

—Nada, no haré nada —declaró el alfa, aún con su cabeza apoyada en la mesa de la taberna. Sonaba tan inexpresivo, tan indiferente. Exactamente igual a cuando se conocieron.

El otro alfa entendía su desánimo. Darle vida a alguien y luego quitársela abruptamente... Era peor que nunca habérsela dado. ¿Y qué sería peor que un repentino caos desconocido? No hacer nada para derrotarlo. Por suerte, ahí estaba él para motivarlo.

Seamos malos juntos || Yumihisu y EreminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora