Jadeos incesantes inundaban el espacio que las criadas compartían, el cual denominaban habitación.
Los largos y delgados dedos de la azabache se introdujeron con lentitud en la boca de la castaña, mientras que con su otra mano la sujetaba de la cintura, apegándose más la una a la otra. Marcas de besos trazaban un sendero sobre el cuello y parte de la espalda de la castaña.
El calmado y seductor hablar de la asiática le erizó por completo la piel a la criada. Sus tranquilos susurros llenos de palabras sucias y el cálido golpeteo de su aliento en su oreja la hacían estremecer aún más.
La alfa se encontraba encima de la menor, quien continuaba con las rodillas y codos en el suelo.
Sus ropas ya habían sido desabrochadas, más no despojadas. Ya había habido contacto, más no una completa unión.
Su tacto quemaba. No de la manera en la que un inesperado incendio consume un bosque entero, ni en la manera en la que el infeliz sol de verano irradia; más bien era como acercar las manos en busca de las brasas. Una sola palabra podía describir aquel sentimiento; necesidad.
La mayor lo sabía, y se aprovechaba de ello. Ella lo sabía todo, desde un principio. No era estúpida y no pretendía hacerse pasar por una, era meramente que no creía fundamental debatir al respecto. Además, poco le importaba.
Pero Sasha temía que la verdad fuese revelada ante su amada. No podía permitírselo, no aún que tantas cosas eran inciertas. Amaba con todo su honor a la asiática, y era por esa misma razón que no podía consentir que aquel ardiente toqueteo avanzara un peldaño más.
Pero su voluntad denegaba emitir alguna palabra o sonido en contra. El lujurioso sentimiento que incrementaba en su interior tampoco cedería ante lo que su mente consciente decidiera.
Sin embargo, no fue necesaria una pelea interna consigo misma, pues la Ackerman frenó abruptamente el erótico momento.
No era la primera vez que tenían un encuentro así de íntimo, pero sí era la primera vez que la pelinegra era quien detenía sus acciones. Normalmente la criada pedía que la contraria parara, todo bajo la excusa de que deseaba ser mordida primero, para oficialmente pertenecerle.
La asiática removió sus dedos y soltó la cintura de la menor, desconcertándola ante repentinos movimientos. Fue entonces cuando la tensión en la castaña se desvaneció por completo, recordándole fugazmente lo peor.
La azabache aún no se apartaba. Se había quedado ahí, inmóvil. Sasha volteó su cabeza lentamente, como si estuviera aterrada por verla. Efectivamente así era, pues sus ojos no denotaban algo más que miedo.
—Estás siendo muy escandalosa, alguien podría escucharnos. Cállate para la próxima —dijo la pelinegra, finalmente separándose. No tardó mucho para que se pusiera de pie y se acomodara sus propias prendas, para después, marcharse sin más.
El corazón de la castaña dolió levemente. Mikasa realmente parecía inhumana en algunas ocasiones, sólo ella podía ser tan insensible y decir crueldades en una situación como esa.
Suspiró aliviada al cabo de unos cuantos minutos, luego de que las frías palabras de la asiática resonaran en su cabeza. No desperdició más tiempo y se dirigió al comedor, donde seguramente las demás criadas estarían. Había logrado escabullirse entre los quehaceres para tener un momento a solas con su preciada pareja, más no esperaba que aquella decisión se volviese la peor que había tomado por el simple hecho de que las cosas no habían terminado como quería, y para rematar, se le habían acumulado demasiadas tareas.
—¿Dónde diablos estabas? —le regañó Sandra una vez que Sasha cruzó el umbral.
—No te metas en asuntos que no te conciernen —contestó Ruth cruzada de brazos, dedicándole una mirada cómplice a la castaña, quien se paraba avergonzada a unos cuantos centímetros de ella.
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Seamos malos juntos || Yumihisu y Eremin
Fanfiction❝Tarde o temprano llegará alguien que te corrompa, o conforme pase el tiempo la curiosidad te podría traicionar. Armin e Historia eran los próximos herederos al trono, debían conseguir una pareja y procrear, pero ninguno de los dos se mostraba inter...