- ̗̀➽◦̥̥̥25; Inamovible voluntad, guíanos hacia la verdad.

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Abrió los ojos con pesadez, sintiendo los efectos secundarios de haber gastado grandes cantidades de tiempo absorta en llanto; la hinchazón de su piel le era sutilmente molesta. Tal sensación logró pasar desapercibida en cuanto un retorcijón la obligó a agarrarse el pecho abruptamente, mientras arqueaba su espalda hacia adelante y los mechones de su despeinada cabellera se movían hacia la misma dirección. Sabía de sobra la naturaleza de aquella pesadumbre, la había experimentado con anterioridad. Sin embargo, no lloró, puesto que ya no le quedaban lágrimas por expulsar. En su lugar, permaneció inmóvil, petrificada, deseando profundamente que su existencia se transformara en polvo y se desvaneciera tras bailar con el viento.

Había experimentado demasiadas pérdidas en un lapso extremadamente corto, era realmente comprensible que se encontrara en ese deplorable y vulnerable estado. Sus lazos paternales finalmente se habían esfumado, su mejor amiga y confidente había muerto por ella, y los fantasmas del pasado continuaban amedrentándola. Nunca supo cuál era el propósito de su existencia, y ahora que su corazón recorría laberintos marchitos, mucho menos. Las únicas personas valiosas que le quedaban eran su hermano y su amada, y de esa última no estaba completamente segura de tenerla.

—Estoy contigo —respondió Ymir, como si leyera sus pensamientos. Su brazo izquierdo permanecía envuelto alrededor de los hombros de Historia, hecho que la menor no había notado hasta ese momento. Probablemente habían pasado toda la noche así, abrazadas—. Sé... Porque lo siento, puedo sentir tu dolor. Y si pudiera cargar con él yo sola, lo haría —afirmó la morena, balancéandose hacia adelante para que su rostro quedara cerca del de la rubia—. Sé que este barullo es complicado de sobrellevar, pero tienes que mantenerte fuerte.

No era buena con las palabras, y normalmente ante las situaciones trágicas, optaba por mantenerse en silencio. Jamás había tenido la necesidad de consolar a alguien, puesto que a duras penas había forjado relaciones con otros individuos y claramente dichos vínculos estuvieron muy alejados la intimidad. No sabía lidiar con emociones ajenas gracias a la irrompible capa antipática que se esmeró en crear entre ella y los demás, sin embargo, en ese momento se esforzó en derribarla para poder sacar a flote algo de su humanidad y mostrar un sentimiento tan básico como lo era la simpatía.

—Lo dices como si fuera tan fácil —murmuró la más baja, sorprendiendo a la pecosa. Finalmente había hablado, y aunque no eran las palabras que esperaba escuchar, el simple hecho de volver a oír su preciosa voz fue suficiente para contentar su alma.

—No lo es, pero...

—¡Cállate! —bramó la rubia, apartando de un manotazo el brazo de la mayor—. ¡¿Tú qué demonios vas a saber de lazos, si nunca tuviste alguno?! —alzó la cabeza, mostrando un semblante fundido en coraje puro. Sus inestables ojos que amenazaban con cristalizarse una vez más, sus gruesas cejas que se arqueaban arrugando su frente, sus temblorosos labios que permanecían ligeramente separados, y por último, su nariz, víctima de una respiración exasperada y agitada. Claramente hablaba desde una perspectiva culminada por la furia. Su voz acompañaba perfectamente sus emociones, incluso la había elevado lo suficiente como para despertar a los demás presentes, quienes hasta el momento habían dormido plácidamente en el pasto.

Aquellas duras palabras se clavaron en su mente. Se sintieron tan penetrantes que incluso sintió como su cerebro se desconectaba para divagar en la cruda oración. Hasta cierto punto se asemejaba a la realidad; desarrolló relaciones interpersonales únicamente con cinco personas, y dos de ellas se hallaban muertas. Desde entonces, los únicos lazos que conservaba eran los de Annie y Pieck, y aunque en un principio pensó en librarse de ellas, le resultó imposible una vez que las tres comenzaron a vivir juntas. Aún así, no comprendía a la perfección lo que era el amor, ni cómo se sentía una el calor paternal. Todo lo que había conseguido en su vida eran efímeras imitaciones cercanas al cariño, que de no ser por ese sentimiento del cual era tan huérfana, bien podrían pasar desapercibidas.

Seamos malos juntos || Yumihisu y EreminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora