- ̗̀➽◦̥̥̥28; La segunda parte de nuestras vidas

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Sonrió ampliamente en cuanto el entusiasmado muchacho le contó la noticia que recientemente había presenciado en el pueblo. Sus animosas palabras salieron desbordadas desde el primer instante en el que abrió ruidosamente la puerta principal, anunciando su obvia llegada. No entendía del todo la razón por la que su actitud se había vuelto tan descampanante, pero dedujo que la emoción del momento lo había orillado a contagiarse de aquel inquieto sentimiento. 

—Y ella...—habló pausadamente, al parecer finalmente se había quedado sin aliento tras una larga explicación—. Ella quería verte —jadeó sutilmente, recuperando el aliento.

Su corazón se detuvo por un segundo, dándole una extraña sensación que no había experimentado en años. No pensaba marcharse sin haberla visto por última vez, pero tampoco estaba en sus planes visitarla. Mas bien, sencillamente no la había tomado en cuenta, puesto que supuestamente se encontraba en la otra nación amiga. Y fue entonces cuando vislumbró el pensamiento más congruente que su ágil mente podía concluir.

—¿Hay noticias sobre Marley? —inquirió, arqueando una ceja mientras ladeaba levemente la cabeza. El castaño se mostró confundido, por lo que él decidió retomar su oración—. ¿Alguien sabe qué está pasando en Marley ahora mismo? 

—¿Por qué lo mencionas? —preguntó Carla, quien había estado como espectadora hasta ese punto. Se dirigió ambas manos a la cintura, mientras le lanzaba una mirada curiosa al rubio.

—Tengo que verla antes de irnos, hay cosas que debemos charlar —declaró el omega, levantándose de la silla en la que anteriormente se encontraba descansando. Estaban por partir, sólo esperaban el regreso de Jean, pero dada la imprevista situación ahora sus planes habían cambiado.

—Es comprensible, es tu hermana —consintió la señora Jaeger, sonriéndole con empatía al joven—. Me sentiría mal si no asistieras.

—Regresaremos antes del atardecer, señora —Jean se quitó su sombrero a modo de reverencia, y posteriormente salió junto al rubio.

Conforme avanzaban, la gente los saludaba o señalaba, siempre a la distancia. Sus articulaciones no eran emitidas con desprecio o disgusto; sino, asombro. Ahora que su melliza había reclamado oficialmente el trono, supusieron que el regreso del primogénito se debía a una disputa de poder. No obstante, sus conclusiones no podrían estar más erradas, dado que el sueño de Armin jamás fue gobernar, ni siquiera asumir un rango de responsabilidad. 

Al llegar al castillo, los guardias principales dejaron colgar su mandíbula libremente mientras parpadeaban reiteradas veces afín de asegurarse que su desgastada visión no estuviese fallando. Sin embargo, sus sentidos primitivos no los engañaban: el joven Reiss se aproximaba hacia ellos.

—Llegaste tarde, alguien más usurpó tu lugar —Hitch bromeó con escarnio, gesticulando una de sus características sonrisas juguetonas. 

—No seas ridícula y compórtate a la altura de un caballero real —Marlo se apresuró a regañarla por su imprudente comportamiento, lanzándole una mirada severa que la incitaba a no tomarlo a la ligera. Al cabo de unos segundos, regresó su mirada hacia el frente, encontrándose con los dos cansados viajeros—. Bienvenido, su alteza —se inclinó levemente, colocando una mano sobre su pecho a modo que «entregaba su corazón». Inmediatamente, con su mano libre, obligó a su compañera a imitar su demostración de respeto.

—No he venido a pelear el trono, ese lugar siempre le ha pertenecido a mi hermana —respondió amablemente el rubio, mostrándoles una genuina sonrisa—. Sólo quiero dialogar con ella, ¿me es pertinente?

Seamos malos juntos || Yumihisu y EreminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora