Por fin éramos felices, después de tanto huir y de tanto escapar del destino, éramos felices. Habían pasado doscientos años desde que lo conocí por primera vez y sin darme cuenta me había enamorado de él inconscientemente, de su carácter y su forma de ser conmigo. Sabía que nuestro amor iba a acabar pronto porque aún que los dos éramos inmortales no íbamos a durar para siempre, tarde o temprano alguno de los dos se tendría que ir. Cada día me planteaba esa idea y me preparaba para lo que pudiera pasar pero siempre pasan las cosas cuando menos te lo esperas. Estábamos en alguna parte del mundo viviendo como siempre quisimos vivir desde que nos conocimos ¿quién iba a decir que aquel día que nos conocimos nos íbamos a enamorar? Que iba a vivir toda mi vida junto a él. Aún que aveces echaba de menos la sensación de ser humana, esa sensación que me hacía sentirme un poco normal había desaparecido por completo, cada día que pasaba era una lucha por no matar a alguien por el hambre que pasaba, llegué a descontrolarme un par de veces pero sin llegar a matar, no me lo perdonaría. Tan solo extrañaba sentirme invulnerable, sabiendo que algún día iba a llegar mi fin y por ello cada día intentar sobrevivir a los peligros que hay afuera, ahora, en cambio me siento tan impenetrable que cada vez me da mas miedo perder la poca humanidad que me queda.
-¿Qué te parece si ahora vamos a Francia?- dijo Steven dándome ánimos como si supiera perfectamente lo que pensaba en ese momento.
-Ya hemos ido ahí como una diez veces- mi tono fue como si con cada palabra que pronunciara se desasiera poco a poco el corazón de Steven.
-¿Qué quieres hacer entonces? No puedo verte así- sonrió acariciando mi cara.
-No lo sé- lo miré por fin- quiero volar.
-¿Volar?- rió.
-Si, somos inmortales Steven- me sorprendí de alegrarme de la desgracia que poseía- hay que aprovecharlo.
-¿Quieres tirarte por un paracaídas?
-Suena bien- sonreí después de un rato de silencio.
Aún que no quería hacerlo en verdad lo dije solo para mirar a la cara a Steven sin que cada vez que lo vea salga una lágrima de mi ojo y vea que no me alegro de ser así, de que quiero ser humana otra vez y volver a sentir dolor.
Fuimos a dar una vuelta como si volviéramos a ser humanos, Steven lo hacía solo por hacerme sentir bien a mi, él odiaba eso de pasear y mas si es a la luz de la luna.
-Siempre lo he querido saber- dijo Steven después de un largo rato de silencio. Tan solo lo miré esperando a que prosiga- ¿recuerdas lo que se siente ser humana?
Por primera vez me plateé esa pregunta y no sabía que responder al respecto. Lo recordaba pero no como quería. Solo recordaba que cada día se siente como un superviviente y que aún que parezca extraño los sentimientos son mas reales.
-Si- respondí al fin- algo.
-Yo hace años que no lo recuerdo- miró el suelo- hace unos años me volví a sentir así.
Me quedé mirándolo sin comprender a que se refería cuando al fin pude comprender.
-Cuando perdiste a Sam- pensé en voz alta.
-Si- sonrió con tristeza en sus ojos.
-¿Aún sigues culpándote por ello?
-A veces- empezó- sueño que lo vuelvo a ver, que volvemos a ser humanos y estamos en paz pero luego viene el recuerdo de cuando lo maté y despierto.,
Sonaba triste perder a la única persona que te comprende y con la que viviste desde pequeño. Yo había perdido a toa mi familia pero yo no las maté, después de tantos años empecé a comprender de que ellos fueron un daño colateral que tenía que ocurrir.
-Te entiendo- intenté consolarlo.
-Lo sé- dijo al fin.
Seguimos caminando mas adelante en completo silencio, cogidos de la mano observando como la luna se posaba en nuestros rostros y reflejándose en nuestros ojos.
-¿Has oído eso?- Steven se detuvo intentando escuchar algo que venía de detrás de los arbustos.
-No.
-Es un gruñido- dijo al fin.
Poco a poco se fue acercando a los arbustos que se encontraban en frente de nosotros, alzó su mano para avisarme que me quedé ahí sin moverme. En un segundo salió una especie de lobo de detrás de los arbustos abalanzándose sobre Steven.
-¡Steven!-grité. Me acerqué a él sacando al lobo que no paraba de dar patadas y rasguñar el cuerpo de Steven.
-Estoy bien, estoy bien- dijo Steven levantándose.
El lobo tan solo se esfumó de donde se encontraba dejándonos a Steven y a mi boquiabiertos.
-¿Qué fue eso?- dije asustada.
-Hombre lobo- me miró aterrado.
-¿Hombre qué?- reí.
-Eso que viste era un hombre antes de que la luna saliera- empezó a observarse todo el cuerpo buscando algo.
-¿Qué te pasa?
-Veo si me mordió. Una mordedura de hombre lobo puede matar a un vampiro.
Al oír las últimas palabras supe que era el momento en el que uno de los dos partiera y le tocó a Steven dejándome sola y aterrada, solo quería llorar sin saber si en verdad le había pasado algo pero quedé en blanco.
-Nada- dijo. Suspiré de alivio y entonces nos fuimos de ahí hasta nuestro departamento en la ciudad.
-Me vas a contar ya que pasó allí abajo- dije cuando llegamos al departamento.
-No me ha pasado nada, estoy bien.
-¿Hombres lobo?- dije entre risas.
-Son reales. Pueden matar a un vampiro solo con un mordisco.
-¿Y eso?
-No lo sé Judit, es una antigua leyenda que cuentan los vampiros.
-Tal vez sea mentira.
-No lo creo, un amigo murió de eso. Pensé que mataron a todos los hombre lobo pero al parecer quedaron.
-Solo hay uno.
-Se mueven en manada.
Esa noche me di cuenta de lo importante que era Steven para mi, lo mucho que me importa que le pase algo, estuvo a punto de morir, si no fuera porque estaba ahí... Lo perdería para siempre.
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Recuerdos del único amor II: En la boca del infierno
LobisomemSegunda Temporada; Recuerdos del único amor Tras años viviendo y viajando con Steven, deciden ir a un pequeño pueblo pero no saben que eso les cambiará la vida a los dos, especialmente a Judit, quien se volverá a enamorar de uno de los enemigos del...