Quien verdaderamente lo hizo

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Ese día temprano, luego de ver que su marido no estaba en la cama al despertar, Bucky consideró seriamente suicidarse. No aguantaba más, no importa cuan fuerte pareciera, o lo que Natasha diga. Se sintió un inútil, y lo sucedido la noche anterior fue el colmo. Hasta Sam, que lo defendía siempre,  mandó a la mierda a Steve sin dudarlo. Debía hablar con el, darse una última oportunidad. Por su hijita, y por todos. Guardó el frasco de veneno en el cajón de su cómoda y justo llamaron a su puerta. Sam entró sin preguntar.

—Oye, tu ex marido dice que le bajes una cerveza. La señorita Romanoff está ocupada con el almuerzo y no encuentro a tu hermana.

—Ahora voy. Y para tu desgracia, aun es mi marido.

—Si, sigue engañandote a ti mismo.

Sam se fue con una sonrisa irónica de la habitación, notando aquel cajón particularmente desordenado.

Bucky por su parte se dirigió al deposito donde guardaban el alcohol y las reservas, y tuvo una gran sorpresa al encontrar a Rebecca con una botella abierta en la mano apunto de introducir hierba en ella.

—¿Qué crees que haces?

—Yo...  Yo solo quería...

—Imagino que querías dársela a Steve, verdad?

—Quizá...–Admitió algo avergonzada.

—Permiteme. Se la daré yo mismo.

Le guiñó un ojo y ambos rieron. Bucky se dirigía a la posadera pero entonces vio a Steve solo, entrando a la casa. Se apuró a alcanzarlo y apenas su marido salió del baño, le tomó del brazo y lo encerró consigo en la biblioteca.

—Mira, Steve. Estoy dispuesto a dejar pasar la humillación que pasé y el mal comportamiento de la mocosa que estás pintando pero mejor me das una explicación, porque nunca me hablaste del puto divorcio.

—Cariño no habrá divorcio.—Steve se acercó y abrazó al castaño.—Sharon es muy joven y dio por hecho que si me acostaba con ella también me iba a casar, la pobre ingenua.

—Si que eres un hijo de perra. No me importa si lo que dice es de ingenua o no. Debes despedirla.—Dijo separándose.

—Lo haré Bucky te lo juro. Apenas termine el cuadro.¿No entiendes que este trabajo nos volverá ricos? Si debo decirle que nos casaremos mañana con tal de que se calle y pose, ten por seguro que lo haré. Pero no significa nada, tu eres mi hombre, el amor de mi vida.—El de ojos grises sonrió.

—Tu y tus vaivenes, algún día voy a matarte, enserio.—Se acercó y lo besó. El otro le correspondió gustoso.—Por un momento creí que de verdad me dejarías.

—Por dios, no. Te amo, Buck. Te juro que la despediré.

—Que así sea, mi amor.

Se dieron un último beso y salieron de ahí, sin darse cuenta que Sam y Sharon los miraban por la ventana.

La chica lloraba desconsoladamente, y Sam la tranquilizaba.

—El dijo que me amaba... Que nos casariamos...—Dijo tratando de calmarse. Le miró a Sam.—¿Tu sabías? Eres su mejor amigo. Claro que sabías.

—Yo en verdad lo siento. Te juro que no tenia idea. Ayer discutimos y no me negó nada. Aparte vi a James esconder un frasco de Bruce en su cómoda, creía que se estaba medicando por estrés.

—Ese maldito... Todo este tiempo sintió pena por mi. Lo odio.

—Ya, Sharon, tranquila. Mira, si quieres... Si deseas quedarte aquí yo puedo cuidarte, protegerte de ellos. Yo me casaría contigo si es lo que quieres...

—Te agradezco Sam. Pero no necesito tu pena tampoco.

Sharon se dirigió al interior de la casa. Vio como Steve y James se dirigían a la posadera. Así que se aseguró que Bruce y Natasha no la vieran y entró a la habitación de James. Dio cuenta del cajón al que hizo referencia Sam y vio el pequeño frasco con una jeringuilla. Llenó el contenido de esta con la coniína presente en el envase, la escondió en un Jersey de Steve  y volvió a su encuentro.

Ya en la posadera, Steve se estaba acomodando para retomar la sesión de pintura y Bucky le entregaba una cerveza. Apenas le vio llegar, apuró su paso y se fue.

—Sharon, querida. Volviste.

—Si. Tenia frío. Así que tomé este prestada. Espero no te moleste.

— Para nada. Te luce. Ahora dejame subir un momento a decirle unas cosas sobre Rebecca a James y continuamos, te parece?

—Y luego, brindamos.—Le respondió la rubia, sonriendo.

—Una gran idea, dulzura. Ahora vuelvo.

Subió un par de escalones y gritó el nombre de su esposo, pero este se había ido ya muy lejos. Momentos despues volvió a donde estaba. Pero ese breve tiempo fue suficiente la que Sharon introduzca en uno de los vasos todo el veneno que traía consigo. Se lo tendió a Steve y ambos bebieron.

Quince minutos después, Steve empezó a sudar frío. Sus piernas se paralizaron, y sus ojos le pesaban. Quiso continuar pintando, pero se le era cada vez más difícil. No sabía lo que pasaba, pero iba a terminar ese rostro aunque le fuera la vida en ello. Y así fue. Al terminar de pintar la sonrisa maligna de la joven, sus brazon se rindieron y quedo inmóvil en su banca.
Sharon se puso de pié y se acercó.

—Espero que te duela como a mí. Y este cuadro se va a llamar "mujer que ve morir a su amante". Que poético, no crees? Adios, Steve Rogers.

Subió por las escaleras y apenas salía se encontró a Bruce. Le avisó que Steve no iba a almorzar y ambos se dirigieron a la casa. En el camino, la rubia soltó y pisó el arma homicida.

A mediados del almuerzo, Bucky se preocupó por su marido, y se dirigió a buscarlo. Al llegar a la posadera, notó que estaba en el suelo. No se movía.

Le buscó signos vitales, y no los encontró. Las lágrimas empezaron a bajar por su rostro. Su Steve no podía estar muerto. Así que pensó: ¿Quien pudo haberlo hecho?

Oh no. Rebecca. Ella le puso algo en la botella. Ella amenazó a Steve varias veces.

Debía hacer algo, se lo debía. Tenia que salvarla.

Limpió la botella. No debían quedar huellas. Y puso las de Steve en ella. Luego, cuando notó a Natasha en la puerta le dijo que llamara a emergencias. Todos se horrorizaron al ver a Steve siendo trasladado. Sam y James lloraron desconsolados, consumidos por la culpa, en brazos del otro. Bruce sostenía a Natasha y Rebecca, que estaban en shock. Y Sharon pues... Miraba el resultado de sus acciones. No se arrepentía. Y su rostro pétreo, si bien podía calificarse de angustia, era la firme prueba de ello.

Cuando todos salieron de declarar, Bucky envió a Rebecca anticipadamente al internado. No debía confesar ni quebrarse.

Él, por su parte, esperó haber hecho lo suficiente. Vendió el cuadro que tanto dolor causó en su vida. Y se mudó temporalmente con su hija al otro lado del Estado. Necesitaba seguir adelante por ella.

Bruce y Natasha se mudaron juntos, y formaron su propia familia. Rebecca, al graduarse, se mudó con ellos. Y persiguió una carrera como aprendiz de Bruce.

Sam entró en depresión. Sabia perfectamente que lo había hecho Sharon, así y todo se escondió como una rata. Un mes después de su primera declaración, dijo lo que sabia de la conversación entre Steve y Bucky a los investigadores.

No lo juzgaron por cómplice, pero sí a cinco años por falso testimonio. Luego de ese tiempo, visitó a Bucky. Le pidió perdón y empezar de cero. El castaño dijo que si. Ambos necesitaban un amigo,y un lazo con Steve.

Sharon, por su parte, se sintió vacía al día siguiente. Todo ese poder, esa vitalidad que la caracterizaba se fue, junto con el amor de su vida. Se murió por dentro. Ya nada valía la pena. Así que al oír a la policía forzar la entrada de su casa, decidió darse un fin, y jaló el gatillo.





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