Las palabras tienen peso. Y pesan toneladas. Parte 1

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Ese es el problema con la bebida, pensé, mientras me servía un trago. Si pasa algo malo, se bebe para olvidar; si pasa algo bueno, se bebe para celebrar, y si no pasa nada, se bebe para que pase algo– Charles Bukowski.

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Point of view Lauren.

Andábamos uno al lado del otro por las concurridas calles del teatro de Manhattan. Pasos despreocupados por las aceras de concreto; miradas, sonrisas y chistes baratos; que para nosotras, eran los más divertidos de los chistes existentes en el mundo.

Éramos un cardumen de dos peces nadando contra la corriente de gente apresurada. Sin embargo, ese movimiento de rutinas ambulantes no nos molestaba en absoluto. Puedo decir que si no fuera por los tropiezos que se produjeron a veces seguidos por estar distraídas una mirando a la otra, jamás tendríamos conocimiento de que otros humanos estaban vagando por las calles también.

Sobre nuestras cabezas, el cielo era completamente azul e invicto de nubes, el sol brillaba su gloria, pero no hacía calor. Era un día de abundante belleza y frescura, que reflejado en el iris marrón, sonaba melodiosamente como un milagro de la naturaleza.

Hace años no recordaba ver un día tan hermoso en una simple mirada.

- ¡Wow! – Camila deslumbrandosd, apuntando a la fachada del New Amsterdam Theatre, el teatro más antiguo y más famoso de Nueva York. – ¡Qué edificio tan increíble!

Fue entonces cuando, inadvertida, decidí mirarla de repente, siendo casi fatalmente golpeada por su sonrisa y su mirada. Después de tanta violencia, llegué a la conclusión de que necesitaría más atención y aliento cada vez que lo hiciera. ¡Pobre de mis pulmones acostumbrados a bellezas simplonas!

Las palabras se evaporaron de mi boca, hizo silencio en mis ideas.

El brillo del majestuoso sol tocó las facciones latinas como una caricia suave, iluminando su rostro, blanqueando sus cabellos y transformando sus ojos y gotas de miel clarísimo. Camila me miraba, aún encantada, sus ojos color de alma brillaban y una sonrisa abierta transformaba sus labios en finos rasgos rosados.

Perdí el suelo, la respiración y creo que hasta el pulso por unos segundos.

Realmente tendría que tener más cuidado al permitirme contemplarla.

- ¿Usted cree que este edificio tiene casi 113 años? – comenté animada, después de recuperarme de sus efectos, claro. Mi mirada estaba dirigida al enorme y rústico edificio de hormigón, que a pesar de ser antiguo, mantenía su imponencia.

- ¡¿En serio?! – Camila se apoyó en mí, dándome la mano.

Por cuestión de segundos permití que mis ojos se derramaran y contemplaran aquella unión tan sencilla. El tono de moreno de su piel contrastaba en perfecta sintonía con mi blancura. Al final, lo único que me quedó fue sonreír hecha una tonta.

Esa nueva capacidad de ser feliz con algo tan simplón que en mí se iniciaba, era de extrema preocupación. No me quedaban buenos recuerdos de las veces que pude sentir eso. En cambio, no hice nada en oposición. Sólo me dejé sentir.

- Sí, ¡muy serio! – Finalmente hablé, retomando el tema anterior. – Su inauguración fue el 23 de octubre de 1903, con una producción de Shakespeare llamada Sueños de una Noche de Verano. – Me di cuenta por el rabillo de los ojos que ella estaba observando atentamente cada trazo de aquel edificio; otra vez sonreí.

Inquietante era cómo las primaveras de más de Camila no tenían ningún efecto en su apariencia. A pesar de tener algunos años más que yo, la mujer parecía todavía una chica de cara delicada y bien dibujada. Parecía tan inocente como la brisa de la tarde. Pero al mismo tiempo que exhalaba pureza, advertía que también era una mujer que robaba el aliento. Me asombraba esa mezcla de mujeres que sucedían en tiempo real ante mis ojos tan humanos y miserables. Jovial y sonriente, angelical e infernal. Todo al mismo tiempo. Sin duda, una dulce y pura mujer fatal.

The Last Coffee - Camren [Traducción]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora