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Point of view Lauren

Alrededor de las siete y tantas de la noche, yo estaba en mi coche y seguía las calles que me llevarían al apartamento de Verónica. Palabras no dichas rondaban mi cabeza como fantasmas luminosos y blanquecinos. Actitudes no tomadas me dejaban con las manos sudando. Las cosas parecían estar en su lugar en la estética, pero bastaba con detenerse a examinar que el desorden interno sería descubierto. Nada oficializado, nada concreto, paredes de papel siendo construidas para amparar a un niño inocente de las barbaridades mundanas. A esa altura, entre un rompe-muelles y una señal de tráfico, las cosas implícitas en mi conversación con Verónica empezaron a encajar.

Mi teléfono vibró en el bolsillo trasero de mis pantalones. Aprovechando que la señal estaba cerrada, lo tiré y vi que era un mensaje de Vero preguntando si yo estaba en camino. Respondí que sí. Avanzando una cuadra más, estacioné frente al edificio de mi amiga. Bajé del coche, activé la alarma y entré. El portero ya me conocía. Él sonrió y liberó el ascensor.

- Pensé que nunca llegarías aquí.

Lucy dijo sonriente cuando abrió la puerta. Llevaba una blusa que dejaba su enorme vientre a la vista, y ese volumen parecía más grande cuando se descubrió.

- No entiendo el por qué de la prisa. - retruque. Nos abrazamos con cierta dificultad y después de eso, entré en los aposentos Iglesias. - ¿Dónde está Vero? - Pregunté al notar la casa extremadamente silenciosa.

- ¡Estoy aquí! - Ella apareció hablando desde el pasillo. - Bueno, amor, nos vamos. - Ella besó los labios de Lucy que estuvo de acuerdo con sus palabras.

- ¿Nos vamos? pero acabo de llegar.

- Sí, nos vamos. Ah, ponte esto. - Vero dijo y me extendió el brazo derecho, en la mano, ella sostenía una banda de tela oscura.

- ¿Quieres que vende mis ojos? – Pregunté extrañamente, ella asintió. Lo hice.

Cubrí mi visión con esa banda negra de satén y hice un nudo detrás de mi cabeza, para dejarla firme.

- Vamos... - Ella dijo. Su mano tocó la mía y sosteniendo firme, ella me guió fuera del apartamento, por la escalera, y por último, me puso sentada en el coche. – Abróchate el cinturón. - Pidio y yo obedecí.

- ¿Hacia dónde nos dirigimos?

La puerta de mi lado fue cerrada, sus pasos rodearon el vehículo y luego, su puerta emitió el sonido de choque, indicando que había sido cerrada.

- Vero, ¿adónde vamos? – Insistí en esa pregunta. La oí poner la llave en el encendido, el coche se encendió y el motor roncó.

- Vamos a dar una vuelta...en el pasado. – Su voz salió mansa, tanta mansedumbre que me asustó.

Ella se puso en marcha, encendió la radio y la música que tocó era la misma que escuchamos juntas cuando llegó a mi casa, llorando, diciendo que había sido traicionada por su ex marido. Sentía las curvas, los badenes e imaginaba las calles, la gente, los semáforos. Mi imaginación era lo que me salvaba de la desesperación de la ceguera proporcionada por la venda. La voz de Verónica tarareaba esa melodía serena, y por entre esos acordes, sentía vibrar aquellas voces dentro de mí.

- Mis ojos huyen de la oscuridad, se encienden, se hacen brillar... - Vero canto bajo, junto a mi. Aquella canción, cantada por mi amiga, tocando repetidamente en la radio, en aquel instante, parecía una oración. Susurró y estrechó mi mano.

- Cesen los dolores y heridas de amores. Mi alma ahora quiere sonreír... – Yo canté. Sentí abrir algo dentro de mí. Hizo un "click" en mi corazón. Algo salió de mis labios junto con esa melodía y las lágrimas. Yo estaba llorando, pero no sabía el motivo exacto. Era la música, esa venda, era Camila, era nuestro amor y ese hijo. Millones de motivos, de miedos. Cosas que ni sin la venda podía ver la solución. No sólo con los ojos vendados, sino también con las manos atadas.

The Last Coffee - Camren [Traducción]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora