Marlena Sunli les esperaba en la placita de un barrio de brujas. La luz de las farolas iluminaba su expresión, una sonrisa incómoda que parecía contener algo de disculpa. Ya no llevaba la capa marrón de lana, sino una con adornos dorados por encima de una túnica sin mangas sujeta con un cinturón. Con un movimiento del brazo abrió la capa y mostró que iba desarmada. Un gesto de paz, pero Sarai no se relajó. Siempre que pudiera usar magia no estaría desarmada, y se podían ver las runas impresas en sus brazos desnudos. Ella había dejado su espada y revólver en su habitación, a petición de Stoleas, que había hecho lo mismo, y eso dejaba a ambos en total desventaja.
Dos brujas mayores que pasaban saludaron a Marlena con un gesto de respeto, llevándose una mano al corazón, y ella lo repitió. Su familia era una rama distante del clan Flamir, por lo que debía gozar de una buena posición entre las de su condición.
Las Sunli habían prendido fuego a Torre Quemada en la última guerra.
—Sentimos la tardanza —se disculpó Stoleas.
—No os preocupéis. Gracias por venir.
—Me llamo Stoleas de Montealto, y ella es Sarai de Torre Quemada.
La bruja asintió con la cabeza, cruzó miradas con ambos y un levantó una comisura.
—Stoleas. Graham hablaba mucho de ti. Curioso nombre, muy bonito.
—Gracias —respondió él, con un atisbo de sonrisa—. Lo escogí yo.
Sarai entornó los ojos. No le gustaba la bruja, y no le gustaba que su compañero se fiara tanto de ella.
—Perdón por el susto de antes —se disculpó Marlena—. Pensé que podría detener la pelea. No era mi intención dejar escapar a nadie.
—Lo sé, no pasa nada —Stoleas se encogió de hombros.
Sarai quiso protestar, pero la bruja volvió a hablar antes de que pudiera terminar de abrir la boca.
—Venid. Vamos a sentarnos.
Sarai cerró los puños y los abrió antes de seguirla. Entraron en un salón iluminado con linternas colgantes; que ofrecían una luz cálida a las mesas. Captó un olor penetrante, y no supo si era propio de la magia o de la comida. Un hombre repitió el mismo saludo que habían hecho las brujas en el exterior, y Marlena le correspondió.
—Señorita Marlena. ¿Qué puedo ofrecerte hoy?
—Sopa picante. Con ternera. —respondió la bruja, con una sonrisa ancha—. Dos platos de arroz especiado para mis invitados y una jarra de vino.
—Hecho.
Marlena los guio hasta una mesa apartada, se quitó la capa y la dobló antes de sentarse. Las runas en sus brazos tonificados destacaban cuando los puso sobre la mesa; como una amenaza. Sarai se despojó de su capa prestada y se subió las mangas de la camisa; su compañero hizo lo mismo. Un vistazo rápido le hizo reconocer a gente de todo tipo en el restaurante, muchos hastateños, pero también gente de la ciudad que venía a probar la comida de las islas. Algunas brujas, reconocibles por las capas con los colores de sus respectivos clanes.
Marlena Sunli miró a ambos inquisidores alternativamente.
—No quería entrometerme en vuestra investigación, no después de que vuestra Orden denegara la ayuda del Cuerpo.
—Lo has hecho —puntualizó Sarai, con los brazos cruzados.
—Estaba investigando por mi cuenta. Por eso había ido al Pozo del Guerrero. Nuestro último arresto fue allí, pensé que podría averiguar algo. Por eso os seguí cuando me enteré de que os dirigíais a casa de Goodwill. No tenía en mente intervenir, solo escuchar, pero la cosa se complicó.
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Tierra de Fuego y Sombras
FantasiDespués de una guerra que parecía no tener fin, la nación de Uneris firmó la paz con sus enemigas, las brujas del sol y la luna. Tras el arreglo de fronteras y territorios, la ciudad de Ardid fue designada capital neutral y se convirtió rápidamente...