29. The Dinner Party

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—¿Dónde crees que vas?—la voz de la vampiresa rubia me detuvo a medio camino.

—Al baño, Caroline—contesté con fastidio, ya harta de la situación—¿Puedo ir?

—Oh, lo siento—se disculpó—, ve.

Entré al baño de mi habitación y solté un resoplido cansado mientras me apoyaba en el lava manos. Desde la noche anterior no había momento en el que no tuviera a alguien respirando sobre mis hombros, en la noche a Damon, en la mañana a mi padre y ahora, por petición de ambos, tenia a Caroline haciendo de mi niñera para mantenerme alejada de todo lo que tenga que ver con el sacrificio.

—Que oportuna, Lena—contesté mi móvil al escucharlo sonar—, estaba a punto de suicidarme con el jabón de baño.

—¡Te escuché!—Caroline gritó desde el cuarto.

—Ese era el punto, Care—le contesté sabiendo que ella escuchaba del otro lado.

—¿Cómo te está yendo?—Elena me preguntó desde el otro lado de la linea.

—Me voy a volver loca encerrada en el departamento—suspiré sentándome en la tapa del inodoro—¿Y a ti?

—Stefan sigue molesto.

—Lo sé—gruñí—, lo noté en nuestra llamada de esta mañana.

Cerré los ojos tratando de respirar, solo llevaba 13 horas encerrada, no era para tanto pero me agobiaba la idea de que esas horas pudieran ser días sin un poco de privacidad. 

—He estado leyendo los diarios de Jonathan Gilbert—dijo con pesar y esperé a que continuara—. Stefan lo atacó en 1864, después de que se convirtiera.

—Cuando no era el Stefan que conocemos—sentencie—¿Has hablado con él sobre eso?

—No.

—¿No?

—Él aun está molesto conmigo—repitió.

—En ese caso, puedes dejar que tu cerebro paranoico se haga ideas o ir a preguntarle más sobre tu antepasado con cuestionable estabilidad mental, es tu decisión.

Un momento de silencio reinó en la linea antes de que ella soltara un suspiro.

—Tengo que irme, hablamos luego.

Me lavé el rostro antes de salir a la habitación donde Caroline me esperaba con el rostro manchado de pequeños matices de culpas.

—Sé que crees que te estamos hostigando...

—¿No es así?—la interrumpí arrojándome a la cama.

—¿Puedes culparnos?—preguntó indignada—Tú y Elena planeaban morir.

—¿Cuantas veces tengo que repetir que lo hago para protegelos? Todo este tiempo he buscado maneras para sacarnos de esto, pero si no las encuentro todo este trato suicida me asegura que los que me importan estarán bien. Además es algo que claramente ustedes harían, solo que les molesta no hacerlo—me encogí de hombros—. Aunque odio ser una martir.

—Entonces deja que ayudemos—se sentó a mi lado—. Tú estuviste conmigo después de mi transición, quiero devolverte el favor, eres mi amiga.

Podía darle varias razones sobre por qué lo hice para convencerla de no hacer esto, pero en lugar de eso solo acepté las palabras de la rubia y así evitar que el dolor que sentía en la cabeza por el encierro aumentara.

—Da igual—me puse de pie—, necesito un trago.

Tomé la botella que escondía debajo de la cama para darle un enorme sorbo pero ella me lo impidió.

Oscuridad [EDITADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora