32.- The Last Dance

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Odiaba los asuntos legales, tantas clausulas en mares de palabras que estipulaban reglas y acuerdos me resultaba aburrido y era exactamente en lo que se habían ido 55 minutos de mi vida, escuchando a un hombre de mediana edad con un traje diciendo todo lo que se suponía que tenía que decir. Miré mi teléfono leyendo el ultimo mensaje de mi padre, era simple y vago, sin pelea ni asombro, ni una llamada de vuelta y eso me carcomía el alma.

—Deja eso—Elena me regañó a lo bajo.

—No me pierdo de mucho—respondí.

—Por favor firmen aquí—el hombre nos entregó dos bolígrafos e indicó los lugares—, y aquí.

—Gracias.

Cada una hizo lo que se le pidió y se sentía tan extraño.

—¿El lugar es de ustedes?—Bonnie, quien estaba sentada al frente de nosotras, preguntó—¿Se los están regalando?

—Lo haces sonar más emocionante de lo que es—respondí.

—Como únicas dueñas, somos las únicas que pueden invitar a ciertas persona aquí.

—Su santuario personal—asentimos y ella miró el lugar—. No quisiera limpiarla.

Sonreí.

—Milagrosamente este lugar siempre está limpio—admití considerando cada destroce que pasó aquí.

Un par de firmas y clausulas después el hombre al fin se marchó. Lo acompañamos a la puerta donde los hermanos nos esperaban.

—Gracias, señor Henry.

—Que tenga un buen día—forcé la sonrisa más educada que pude hacer mientras el notario se iba.

Elena se dio la vuelta mientras los hermanos nos miraban con espera. Me crucé de brazos al verla marcharse hasta que se detuvo.

—Lo lamento, lo olvidé.

—Seguro—rodé los ojos divertida y ella sonrió.

—Stefan ¿Quieres pasar a mi casa?—le preguntó a su novio con un deje de coqueteo.

—Sí, claro que sí—aceptó cruzando el marco de la puerta—, con mucho gusto.

Damon me miró y yo me crucé de brazos con una sonrisa triunfante.

—¿Qué?

—Solo evalúo tu comportamiento—me encogí de hombros—, es tentador dejarte fuera.

—¿Cuantos tienes?¿Doce?

—Al igual que tú—repliqué y me puse sería—. Si te dejo entrar, tienes que prometer que no nos ocultaras nada, eso implica no hacer nada estúpido.

—No.

—Muy bien—me encogí de hombros y cerré la puerta en su cara—¡Gracias por la casa!

Stefan y Elena me miraban divertidos.

—Está bien—lo escuché aceptar de mala gana.

Sonreí triunfante.

—Perdón ¿Qué dijiste?—pregunté abriendo la puerta.

—Está bien, Ciara—resopló—. Acepto las condiciones.

—Bien—acepté—. Damon, puedes pasar.

—Callate—le gruñó a Stefan cuando pasó a su lado.

Elena se rió. Bonnie llegó con nuestras mochilas.

—Gracias.

—Esperen—Stefan nos detuvo preocupado—¿A dónde van?

—Escuela—respondí con simplesa.

Oscuridad [EDITADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora