31.-Know Thy Enemy

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Mantuve la mirada en la mujer de la puerta, no cabía en los límites el valor de su cinismo y falta de prudencia al presentarse en esta casa. Elena lucia perturbada casi de la misma manera en la que Jenna lo estaba, mientras que yo la miraba sin mostrar emoción alguna, regañando el escaso alivio y felicidad que sentía al verla viva.

—Hola, niñas—su voz parecía penosa y Jenna, quien nos miraba con asombro, se giró a verla—, que gusto verlas de nuevo.

Me acerqué a la puerta con Elena siguiéndome los pasos, aun no sabía que hacer.

—¿De nuevo?—Jenna jadeó con dolor.

—Tú debes ser la mujer que sale con mi esposo—Isobel la miró—, necesito hablar con mis hijas ¿Puedo pasar?

—No, no, no—respondimos rapido—, no la invites a pasar.

—Tengo que hablar con ustedes.

—No—Elena contestó cerrando la puerta para recargar su espalda en ella.

Mis ojos se posaron en la rubia a mi lado, las lagrimas se acumulaban en sus ojos, le habíamos mentido a la cara y aun lo seguíamos haciendo.

—¿Sabían que estaba viva?—nos acusó.

—Lo supimos unos días después de saber que era madre de Elena—confesé sin miedo a los daños, ya estaban hechos.

Ella asintió dejando caer algunas lagrimas.

—¿Y Rick?—la mención de mi padre me hizo girar el rostro—¿John?¿Lo saben?

—Yo te explicaré todo Jenna—Elena tomó la responsabilidad y una lagrima descendió de su rostro—, pero...

—No—la interrumpió.

—No, por favor—Elena le suplicó mientras ella corría a su habitación—, Jenna, escucha, espera por favor.

La puerta se cerró y aun en el piso de abajo, su llanto era audible. Subí las escaleras con culpa y pesar, habíamos dañado a un mujer maravillosa en un inútil intento por protegerla, pero aunque hubiera querido decirle, no me concernía a mi hacerlo.

—Elena—llamé pero ella estaba empeñada en abrir la puerta.

—Tienes que escucharme—pidió peleando con el picaporte—, yo tengo que explicarte lo que pasa, Jenna, por favor.

—Elena, déjala—la tomé del hombro.

—No, Ciara, tengo que explicarle.

—Pero no lo harás ahora, tú y mi padre tuvieron su tiempo para decirle, ahora ella debe de tener el suyo para querer escuchar—sabía que estaba siendo dura, pero era la verdad.

—No quería que esto pasar—se lamentó al escuchar el llanto de su tía.

—Lo sé—la abracé.

Durante esa noche, mi mente trabajó sin descanso, formulando teorías sobre la llegada de Isobel, la verdad escapándose de nuestras manos sin deparó alguno y Elena lamentándose en mis brazos. Mis pensamientos fueron tan vagos y sin fundamentos que mi cansancio no dió espacio a la razón por lo que no llamé a mi padre hasta que el sol aparecía en la ventana burlándose de mí falta de sueño.

—Hola—me saludó cuando abrí la puerta media hora después de haberle llamado—¿Ya se levantó?

—No, aún está encerrada en su habitación.

—¿Qué le dijeron?

—Nada—Elena llegó—, no quiere hablarnos.

—Tenemos que arreglarlo, Elena.

Oscuridad [EDITADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora