33.- Klaus

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La sangre corrió en mi palma, mientras la gravedad hacía su trabajo manchando de escarlata el papel del mapa. Mis labios se movían pronunciando los susurros casi inaudibles de un hechizo, pero al igual que las últimas tres veces, la sangre se fragmentó, para tomar diferentes rumbos. Resoplé cansada y molesta. Llevábamos toda una noche en la celda y el cuerpo no se movía, no pasaría mucho antes de que los Salvatore nos descubrieran.

—Lo vamos a encontrar—Elena me aseguró.

—No hacerlo no es una opción, Elena.

—Lo siento—la miré desde mi lugar en el suelo—, por no haberte considerado en esto.

Señaló el cuerpo frente a nosotras.

—Eso ya no importa—resoplé y le tomé la mano. Ahora era mi turno por disculparme—. Siento que puse tu muerte junto a la mía.

—Está bien—apretó mi mano—, si no lo hacías tú, lo iba a hacer yo. Estamos juntas en esto.

Ambas nos sobresaltamos cuando el cuerpo se retorció y Elijah comenzó a buscar aire.

—Elijah—ella le llamó—, Elijah.

Nos acercamos a él llamando su nombre. Sus ojos rebuscaban en el lugar mientras seguía en busca de oxigeno.

—Katerina.

—Es Elena—lo corregí y me miró—. Somos nosotras.

—Perdón—aun en su estado continuaba siendo cortés.

—Está bien.

Su lucha se detuvo y ambas nos miramos sin comprender. Una sacudida dramática me obligó a cubrirla con mi cuerpo mientras el vampiro continuaba buscando aire, logrando ponerse de pie.

—No puedo—jadeó—... respirar ¿Qué está pasando?

—Yo...

Corrió chocando con la pared de manera violenta. Nos acercamos a él, cada una tomando un brazo.

—No puedo estar en esta casa.

Ambas nos miramos.

—No te invitamos.

—Sáquenme de aquí—nos pidió y volvió a chocar con la pared del pasillo. Varias rocas se desprendieron del techo.

Sin rendirse, corrió de nuevo y nosotras fuimos tras él. Se encontraba de rodillas en la entrada, calmando su respiración mientras su piel tomaba su color habitual. Nos miró molesto causando que nos mantuviéramos en el interior y por una buena razón, pues intentó atacarnos.

—¿Qué pasó?—miró a Elena y luego a mi.

Ambas lo silenciamos con los dedos.

—Aquí no—la castaña le susurró señalando el techo—. Confiamos en ti.

—No—la corrigió—, yo confió en ustedes.

Le dí una mirada fugaz a Elena antes de entregarle la daga a Elijah. Acercó su mano para tomarla con cuidado.

—Ahora sí—hablé—¿Podemos ir a un lugar más privado?

—Después de ustedes.

Mis pies no dudaron en dar un paso al exterior, me faltaban razones para hacerlo. Tomamos el auto de Elena, por obvias razones yo conduciría, Elijah iría de copiloto y ella en la parte de atrás.

Apagué mi teléfono antes de salir.

—Te ves mejor—comenté a la par que él se terminaba una bolsa de sangre que habíamos tomado de la mansión.

Oscuridad [EDITADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora