Capitulo 23

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Aquello que no te mata, aquel dolor que no te destruye y es tu verdugo, ese, se conviene en tu maestro, en eso que te enseña dia con dia que la vida no es color de rosa, que hay personas ahí afuera que querrán lastimarte, que querrán pasar sobre ti a cualquier oportunidad. El dolor quema, se expande por tu pecho y hace que busquemos cualquier manera de liberar aquello que sentimos.  Es así que damos paso a las lagrimas tratando de poder vivir. De sobrellevar lo malo. Llorar no te hace débil, llorar te hace humano.

Namwon, Corea del Sur.

Jeongyeon no podía estar más arrepentida de haber entrado a la habitación. La rubia se quedó paralizada en la puerta, aun con la chapa en su mano. Un trago grueso de saliva fue lo único que su cuerpo logró hacer.
Era la segunda vez que ocurría pero con la diferencia que esta vez si había sido su culpa. El grito de Nayeon fue lo que logró sacarla de su trance.

—Lo.. ¡Lo siento! — seguido de eso corrió y bajó las escaleras con toda la rapidez que sus pies le permitieron.

Suni aún se encontraba atendiendo el teléfono por lo cual ni siquiera se inmutó al sonido de la puerta abriéndose y cerrándose de golpe.

Jeongyeon estaba al borde del colapso. Esta vez no había oscuridad que protegiera algo, esta vez solo lo había visto y ya. Lo ultimo que pensaba cuando estaba por abrir la puerta fue eso.

La escena se repetía como un bucle interminable.

Nayeon estaba sin ropa.. es decir, tenia unas pequeñas bragas rosas pero fuera de eso estaba desnuda. Si tan solo se hubiera tardado un poco más estaba segura que la habría visto completamente como dios la trajo al mundo y definitivamente Jeongyeon no quería eso.

Jeongyeon caminó hasta el auto, otra vez la lluvia amenazaba con hacer su aparición pero no le importó, se subió y lo encendió conduciendo lo más rapido que pudo.

El cuerpo de Nayeon era bonito, bastante bonito. La pequeña cintura, más las anchas caderas, la piel tan delicada que parecía tener. Pero el punto más importante de eso no era su fujura, eran los senos de Nayeon. Eran pequeños pero no tanto, eran justos. Justos para su cuerpo. Redondos con un pequeño pezon de color rosado. Eran bonitos, muy bonitos y Jeongyeon no podía sentirse más asqueada por pensar en eso, había tardado mucho en olvidar lo que había visto cuando recién llego a Namwon, de verdad lo había olvidado, pero ahora estaba más presente que nunca.

La rubia comenzó a llorar, no quería ver a las mujeres, no quería estar cerca de las mujeres, no quería sentirse atraída por mujeres. Cambiaría todo, daría todo por no sentirse así. Las lagrimas bajaban como cascadas por su cara. No quería pensar que esa imagen era bonita, no quería.
Quería que ver algo como eso no la afectara.

Jeongyeon frenó el auto, había conducido por unos minutos a mucha velocidad, al punto de haber llegado a la carretera de salida de Namwon. La lluvia era espesa, podía creer que el cielo estaba desbordándose sobre ella.

—¡Es que eres una idiota! — Se gritó asi misma. —Eres una enferma — las lagrimas salian de sus ojos una tras otra sin parar. Daba bocanadas muy fuertes de aire y con sus manos comenzó a golpear el volante — ¿Por que a mi!? ¿¡Por que!? ¿¡Por que yo!? ¿¡Por que tengo que ser asi?! ¡No quiero! ¡Lo odio!, ¡odio esto!. No lo quiero — Los golpes siguieron. Sus sollozos eran tan fuertes y desgarradores que pronto comenzaron a volverse gritos. Se detuvo un momento para verse en el retrovisor. Su cara estaba roja y un poco hinchada.

— ¿Es que por que? Por mas que lo reprima esta ahi, sigue ahí — Volvió a llorar mientras se miraba —Me das asco Yo Jeongyeon. Te odio— Colocó su cara sobre el volante y siguió llorando. Su cuerpo se sacudia de arriba hacia abajo con mucha brusquedad.

El color de tus ojos- 2yeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora